John Lennon lleva cinco años recluido en su departamento cuando oye «Coming Up!» de Paul McCartney y se siente inspirado por primera vez en mucho tiempo. Un poco después, John zarpa hacia las Islas Bermudas. Durante el viaje que realiza con un grupo de marineros, una fuerte tormenta cae sobre el barco. Todos caen enfermos menos John, que se sujeta al timón con todo lo que tiene: “el agua me llegaba a las rodillas”, explicó después; “las olas me golpeaban en la cara, una y otra vez, y no se detenían”. La violencia del mar le recuerda las giras, los conciertos y los gritos, que no son tan distintos a las olas que, como látigos, le escupen la cara y lo sacan de su estupor. Estar arriba de un barco, piensa, no es diferente a estar arriba de un escenario: “una vez arriba uno no se puede bajar».
John no se baja. Cuando arriba sano y salvo a su destino, es un hombre nuevo. Aquella experiencia lo libera, lo transforma. Es junio de 1980 y John quiere empezar de nuevo. En las Bermudas empieza a componer las que serían sus últimas canciones. Telefonea a Yoko. Vamos a hacer un nuevo álbum, le dice.
Sólo le quedan seis meses de vida.
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Nació un 9 de octubre de 1940 y murió un 8 de diciembre de 1980. Nace durante un bombardeo y lo matan en un tiroteo. Su vida no es idílica. Su padre está trabajando en el mar cuando John nace y para cuando regresa la madre está embarazada de otro hombre. Los padres de John nunca pueden formar una familia feliz. En el medio, John es sacudido entre uno y otro, pero al final no se queda con ninguno. Lo mandan a vivir con una tía lejana y estricta llamada Mimi, pero nunca supera el abandono de sus padres. Se vuelve un nene rabioso, resentido. Bulle en él una violencia producto de la incapacidad de sus padres de actuar como tal: “yo sabía que los padres no eran dioses”, explica, “eso me diferenciaba de mis amigos, que no lo habían descubierto todavía”. Pero saber que los padres son imperfectos no lo alivia, le arruina la vida.
Para cuando John cumple treinta años es un pacifista que nos pide que nos dejemos crecer el pelo y la barba en nombre de la paz, pero cuando es joven no es la paz lo que busca. Es violento, con hombres y mujeres. Hace dibujos crueles. Se burla de los discapacitados, de los niños, los ancianos. Cuando crece se arrepiente de todo. Insiste: “yo creo en el amor y la paz”. Nos pide que hagamos el amor, y no la guerra. Canta: “todo lo que necesitas / es amor”.
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Crece en Woolton, cerca de Liverpool. Aprende a leer desde los diarios que dejan tirados en las mesas en la casa de sus tíos, pero aunque es un ávido lector, es un pésimo estudiante. Y es un problema, adentro y afuera de la escuela. La gente dice que Lennon no va a llegar a ningún lado. Si esto le duele, no lo demuestra. Fiel a su estilo, pretende que no le importa. Paul dice cuando canta sobre él: “Es un tonto / que hace como si nada / mientras convierte su mundo en algo frío».
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Cuando tiene diecisiete años su madre muere atropellada por un policía borracho. Aunque durante los años sólo la ha visto un puñado de veces, John siente que la vida le ha pegado una patada en la cara. La muerte de su madre es inmediata, infinita y enorme, y John no la supera hasta que está encima de ese velero, debajo de esa tormenta, ya rozando los cuarenta. Su mamá representaba la posibilidad de tener una familia feliz pero cuando vuela por los aires, John se queda sin nada. En Mother! canta: “Mamá / vos me tuviste / pero yo nunca te tuve. / Yo te quise, / pero vos nunca me quisiste…».
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La muerte de su madre termina de solidificar su destino. Corre el año 1957 y aunque John ha tenido una banda desde hace tiempo, Los Beatles no empiezan a formarse hasta que conoce a Paul McCartney.
Con cara de nene bueno, Paul no es igual a él. John lo resiente y lo admira en partes iguales. Es afable y talentoso y John entiende que tenerlo en su banda es un paso en la dirección correcta, pero se resiste. Sumar a Paul es un riesgo a su liderazgo, porque si John es líder es, en parte, porque el resto no sabe lo que hace. Si Paul viene con él, ¿a dónde queda parado?
Al final pesa más la música. Lo invita a la banda. Paul dice que sí. El resto es historia.
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La amistad con Paul no sólo es el inicio de los Beatles: es el refugio que John encuentra luego de perder a su mamá. Como a él, Paul también había perdido a su madre. De repente, en el mundo, hay alguien que sabe exactamente cómo se siente. Ya no está solo. De la noche a la mañana, encuentra a su compañero. Durante los próximos trece años, son inseparables.
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Los Beatles sorprenden al mundo entero. Resulta que una bandita de Liverpool podía llenar estadios alrededor del mundo, hacer que las mujeres se vuelvan locas, y que los críticos no puedan explicar su encanto. Ni ellos entienden lo que pasa. Harrison dijo alguna vez: “Los únicos sanos éramos nosotros cuatro”.
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Las chicas gritan, se golpean entre sí, rompen sus autos. A los Beatles le toma varios años entender que esto durará el resto de su vida, y que las cosas nunca serán las mismas. Reaccionan como pueden: se compran cosas absurdas, se mudan a los suburbios de Londres, empiezan a probar drogas.
Los críticos los tildan como una bandita de preadolescentes. En uno o dos años, vaticinan, los Beatles desaparecerán. Pero afuera corren los años sesenta, y nada es efímero en esta década que empieza con la muerte de Kennedy y termina con el primer hombre en la luna. Son años tremendos pero el resto del mundo no lo sabe todavía. Los Beatles son los Beatles, pero crecen a pasos agigantados.
Durante sus primeros años como beatle, John se recluye en el suburbio de Surrey, en donde consume drogas y sube de peso. Para 1966 está casado, tiene un hijo, y los Beatles graban un disco cada año que combinan con giras por todo el mundo. No hay cuerpo que tolere los gritos, las patadas, las manos que lo tocan. John está harto. Hacia finales de 1966, un dentista amigo lo invita a cenar y, sin decirle, le pone LSD en la bebida. Todo lo que creía conocer hasta el momento se derrumba. El ácido le quema la cabeza, pero a John le encanta. No se le ocurre mejor cosa que tomar una droga que le cambie la forma de pensar.
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Afuera la violencia se hace insostenible. Adentro, la vida cómoda que lleva empieza a pesarle. John no es el mismo. Está cambiando. Su matrimonio no le da lo que necesita. Y la violencia crece, adentro, afuera. John ya no puede morderse la lengua. Su faceta política y su interés por el pacifismo se contrapone con la imagen neutra que los Beatles han logrado sostener hasta el momento. Para cuando dejan las giras, John está contento. La mitad de Estados Unidos lo quiere muerto: ha cometido el error de decir que los Beatles son más grandes que Jesús. “Algún día,” le dice a Paul McCartney, “me van a disparar».
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De Yoko se escribirá mucho después: que es horrible, que no sabe cantar, que separó a los Beatles, que lo hechizó para quedarse con su fortuna. Pero cuando John la conoce, en 1967, nadie en Londres sabe quién es. A John lo invitan a examinar su exposición antes que entre el público. En medio del museo, se encuentra con una escalera que lo conduce a un telescopio. John escala los peldaños y del otro lado del instrumento se encuentra con la palabra SÍ. John se siente atraído inmediatamente. “Me sentí bien,” dijo después, “porque era un mensaje optimista. Si hubiese dicho alguna grosería me hubiese marchado. Pero como fue positivo, me gustó, y me quedé…”.
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Entre 1967 y 1970 las cosas cambian, adentro y afuera. Su matrimonio se derrumba. John coquetea con la heroína. Más amigos mueren inesperadamente, entre ellos su manager y cuasi-figura-paterna, Brian Epstein. Sobredosis. John está en India redactándole una carta a Yoko cuando le llegan las noticias. Los Beatles han sacado Sgt Pepper’s hace menos de seis meses, pero todo se siente lejano. La muerte de Brian sólo confirma que los Beatles, también, están en camino a morir.
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Hacia el final de su carrera los Beatles hacen tres discos magistrales: el álbum blanco, abbey road y let it be. Para el último disco, hacia 1970, John está cansado de pretender que su vida no es Yoko. La lleva a las grabaciones, a las sesiones de fotos, a las entrevistas. Sus amigos no lo entienden, pero John no pretende que lo hagan. Para él todo es muy claro: “Puedo vivir sin Yoko, pero no quiero. Yo ya probé todo, y sé que no hay nada mejor que tener a alguien que te ama, abrazándote…”.
Yoko le brinda a John todo lo que siempre buscó: amor, protección. En sus brazos, John es feliz, y tal vez por eso está listo para dejar todo atrás, porque fundirse en Yoko un poco es sanar la herida de su madre. Cuando John empieza a llamar a Yoko “mother” nadie parece sorprendido. John la ama.
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Los Beatles se separan en 1970. Nunca más se reunirán. Frente a su ruptura, los críticos se lamentan. Las mujeres lloran. Y los periódicos confirman que ésta es la caída del imperio británico. “Los Beatles han terminado,” rezan los titulares; “¿Qué nos queda ahora?”
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En 1971 John se muda a Nueva York y lo primero que hace es unirse a una terapia en donde, en vez de hablar, tiene que gritar todo lo que le duele. No completa el programa, pero se inspira para crear su estilo solista. Sus discos son honestos, ácidos, y plagados de sus heridas: su mamá, su infancia arruinada, la violencia, el pacifismo, Yoko. Para 1973, aunque ya no es un Beatle, se siente más agotado que antes. Se empieza a dar cuenta que el ritmo que lleva es enfermizo. Desde que tiene veintitrés años John ha escrito un álbum por año.
Llega la hora de descansar.
Cuando Yoko queda embarazada, John se recluye en su departamento en el Dakota. Se vuelve un padre a tiempo completo. Afuera se burlan de él, pero a John no parece importarle. Sus contratos discográficos se vencen y sus amigos dejan de invitarlo a salir. Adentro y afuera, las cosas cambian. Su hijo crece. John aprende a hacer pan y a mirar la televisión que miran todas las amas de casa. Durante cinco años se sumerge en las sombras. Está seguro que no volverá a hacer música. En Watching the Wheels canta: “No hago más vueltas / en el trencito de la felicidad / ya lo dejé ir…”.
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En noviembre de 1980, John publica su último disco. Double Fantasy no alcanza el número uno, pero los diarios están felices de verlo de nuevo. Lennon está de vuelta.
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Diciembre. John y Yoko están trabajando en un nuevo disco pero han regresado a casa para saludar a su hijo antes que se vaya a dormir. John no es el mismo. Ha cambiado.
El taxi se apea al frente del edificio. John sale primero. Mientras fuma firma autógrafos. Yoko camina adelante. John todavía está fumando cuando empiezan los disparos.
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Lo declaran muerto al llegar. Como su madre, John muere en el acto.
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Sobre la muerte, John dijo: “es como bajarse de un auto y subirse a otro. La historia siempre continua…”.
Autora: Sabina Haydeé (Buenos Aires, Argentina, 1998). Ha trabajado como secretaria y recepcionista mientras escribe. Publica en su blog, tanto en español como en inglés y participa a menudo en el Mundial de la Escritura. Estoy finalizando mi primera novela y en septiembre de este año obtuve un lugar en la Universidad de Westminster, en Londres, para continuar estudiando literatura inglesa y escritura creativa.
