Tal vez sí fuimos «dinosaurios»

Ilustración de Ximena Brócoli

Celebramos la vida que no existe.
La sombra que avanza sin un cuerpo.
Buscamos al tigre de Tasmania, síndrome colectivo del miembro fantasma.

Isabel Zapata

Hace unas semanas, E y yo hablábamos de dinosaurios. Ambos partíamos de una enorme ignorancia científica respecto al tema, lo cual nos llevó a hacer lo que después nos dimos cuenta eran preguntas tontísimas. Sin embargo, había también cierta naturalidad en la manera como nos referíamos a estas criaturas que, al menos para nosotros, ocupan un espacio en la mente que pende entre el mito y la ciencia ¿Qué más podría ser la paleontología si no eso? Pero hubo un momento en el que la familiaridad con la que E hablaba de los dinosaurios me descolocó; dijo algo así como: “es que, ¿cómo antes éramos eso y ahora somos esto?”. Esto en su momento yo lo interpreté como un desenfrenado antropocentrismo que quizá absurdamente me indignó y le grité: “¡NOSOTROS NO FUIMOS DINOSAURIOS!”.

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Los dinosaurios forman parte del imaginario colectivo, aunque nunca nadie vio uno. En un video que lleva muchos años circulando en redes, un niño muy pequeño recita casi religiosamente los nombres de los distintos dinosaurios que tiene de juguete. Y es que son los seres atractivos e interesantes por excelencia. Su relato se caracteriza por su fin fatal: el enorme meteorito que los destruyó a todos para empezar de cero. Esa parte siempre me dio mucho miedo, la historia no es muy distinta a la del diluvio universal.

Es curioso que socialmente hemos construido una mitología en torno a los dinosaurios, la cual se ha ido heredando y transformando con el paso del tiempo, como un recuerdo que atesoramos. En torno a esta idea vuelve el libro interactivo Dinosaurios (2020), de la artista chilanga Georgina Quintana.

Quintana tiene una larga trayectoria con la experimentación plástica. A lo largo de su producción artística ha trabajado con pintura, collage, grabado, bordado, arte-objeto, libros de artista y hasta juguetes y muebles. Recientemente, con la ayuda del equipo Kraquen, ha ampliado su pluralidad técnica a los terrenos de contenidos audiovisuales. Dinosaurios es un libro interactivo digital que desarrolló el equipo Kraquen a partir de la obra plástica de Quintana, en colaboración también con el animador Matías Kirchner, el programador de páginas web Diego Morales y el apoyo del FONCA.

Captura de pantalla de Dinosaurios (2020).

Se trata de un universo iconográfico propio de la mano de Quintana, en donde elementos domésticos, naturales, científicos, arquitectónicos y anatómicos quedan íntimamente combinados. Dinosaurios que quizá subirán una escalera de caracol, fósiles en forma de caracol intercalados con siluetas humanas. Casas, casas, dinosaurios dentro de las casas, ¿habitándolas? Humanos frente a palmeras, ¿habitándolas? Huellas, cerebros, sonidos de tacón contra el suelo, columnas jónicas y dóricas, cantos de aves, relojes, ¿el meteorito?

Navegar este paisaje visual y sonoro me removió las entrañas. Lo que vemos es una retacería de fragmentos que identificamos de manera aislada, pero que al momento de relacionarse entre sí resultan desconcertantes. Se presenta como un todo que a primera vista parece anti intuitivo ¿Por qué el hipocampo de un cerebro humano parece estar recordando las huellas de un dinosaurio?

Al inicio del trayecto que es Dinosaurios nos reciben las frases “Instante de una posible memoria de nuestra especie” y “Un recorrido donde la interacción es el recuerdo”. Caigo en cuenta de que, para Quintana, como para E, los dinosaurios nos pueden parecer algo conocido, cercano e inclusive correspondiente. En Dinosaurios, entre ellos y nosotros, así como entre otras especies, parece esbozarse una historia común y una geografía compartida. Pensar en ellos es visitar un pasado remoto y honrar a nuestros antepasados, celebrar vidas pasadas. A Quintana también le inquietan los misterios de lo que se ha llamado evolución y plasma vínculos inesperados y creativos en búsqueda de alguna pista.

Captura de pantalla de Dinosaurios (2020)

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Hablar del impacto y del tipo de relaciones que guardamos los humanos con el medio natural es problemático desde el planteamiento en donde nos asumimos como algo aparte de la naturaleza. Hacer esta distinción bien podrá tener fines prácticos, pero resulta también peligroso, pues nos sitúa como jueces remotos y desigualados. De repente ya no encuentro el sentido de hacer un esfuerzo por habitar la naturaleza «armónicamente» porque me suena al tipo de motivaciones racionales que siempre resultan insuficientes. Quizás valdrá la pena pensarnos como la naturaleza habitada y habitándose a sí misma, como partes de una memoria amplia, y creer que alguna vez fuimos dinosaurios y después, con suerte, seremos otras cosas.


Ilustradora: Ximena Brócoli (CDMX, 1996). Licenciada en comunicación visual por CENTRO. Actualmente colabora con la editorial de línea psicoanalítica Litoral Editores. Es ilustradora y también trabaja con textiles y libros y tiene dos perritos.