El contexto de la pandemia ha vuelto evidente una realidad que anteriormente aparecía eclipsada ante los intereses de algunos: los museos no son espacios externos al mundo social dentro del cual se generan y se inscriben. Más bien, los museos son aparatos que, consciente e inconscientemente, construyen y reflejan su ambiente social y por lo tanto deben responder a las demandas de sus entornos. A raíz de la crisis sanitaria que enfrentamos actualmente, a las instituciones museísticas no les ha quedado de otra más que reconocer esta certeza y adecuarse, de manera muy general, a las circunstancias de sus escenas. Ahora que se comienza a plantear la reapertura de algunos museos en la Ciudad de México, debemos aprovechar el diálogo y la transformación que en mayor o menor medida se ha generado desde estos espacios, para exigir que el diálogo se vuelva permanente. Antes de regresar a los museos, exijamos el replanteamiento de su pertinencia en la actualidad: ¿Museos para qué? ¿Museos para quién?
Trayendo a cuenta el panorama de la modernidad, los museos se originaron ilusoriamente como portadores de conocimientos estáticos. Se les pensaba como entes objetivos, capaces de jerarquizar y categorizar la realidad sin asumirse parte de ella. En línea con su génesis, los museos también han funcionado como puntos clave de proyectos políticos de grupos hegemónicos. Como parte de los proyectos de nación de los mismos Estados, por ejemplo, se ha hecho uso de los museos para imponer narrativas fijas en las que predominan ciertas representaciones del mundo. Si miramos este último ejemplo desde lo perverso, comprendemos el peligro de lo que Griselda Pollock llama «violencia epistémica», en donde los espectadores recibimos dichas narrativas como si fueran verdaderas y, en el peor de los casos, las asumimos como propias.
Quiero pensar que hoy no hay nadie laborando en el sector cultural del país que opta conscientemente por estas estrategias caducas de musealización. Sin embargo, considero que las posibilidades de transgresión a estas líneas curatoriales no están dadas y requieren de un constante ejercicio crítico. Los museos sí pueden ser otras cosas, pero necesitan de un autocuestionamiento persistente, en consonancia con las demandas de sus contextos.
En este sentido, cuando los museos se enfocan en la oferta cultural con propuestas locales, se acercan a trascender los límites físicos de los recintos en sí mismos, propiciando el adueñamiento simbólico por parte de los visitantes. Incluso, como el caso del Museo Arte Contemporáneo Ecatepec, los museos pueden surgir ante la ausencia de un espacio físico. El MArCE se define a sí mismo como un museo sin paredes que crea situaciones con la intención de activar procesos de acción y reflexión sobre los efectos y afectos que se producen en Ecatepec.
Una de las últimas actividades que se propuso desde el MArCE se trató de una tocada desde una azotea en la colonia Santa Clara Coatitla, en Ecatepec. Invitaron a Roberto García, conocido como Conquistador Latino a poner el sonidero, mientras que los vecinos, desde sus propias azoteas, salieron a bailar. También se realizó una transmisión en vivo de todo el evento.
Menciono brevemente este caso para tener un ejemplo claro de una práctica de museo expandida, en donde resalta la autoconciencia del espacio como parte del contexto en el que se encuentra inscrito. Este museo trasciende a la idea del museo como isntitución y nos lleva a replantearnos lo que un museo puede y debe ser en la actualidad.
Antes de regresar a los museos debemos preguntarnos por sus posibilidades. Debemos proponer al museo como algo más: como punto de confluencia de diversas subjetividades, como plataforma de representación, como receptáculo de movimientos sociales, como centro cultural para las comunidades, como auxiliar de la salud emocional, como espacio para el acontecimiento, como algo más.
Los museos irán reabriendo, cada uno con sus protocolos particulares, forzados a transformar lo que eran antes. Muchos no podrán volver a abrir; otros ya han propuesto recorridos de «uno en uno»; todos contarán con un tapetito sanitizante y un termómetro a la entrada. Paralelamente, el 12% del presupuesto de la Secretaria de Cultura va dirigido a un mega-proyecto que incluye un nuevo museo de arte contemporáneo (en el mismo lugar en donde históricamente los museos se han erguido como espacios casi sacros, como entidades superiores portadoras de un discurso nacionalista arcaico y brutalmente centralista).
El panorama es truculento, pero no podemos dejar pasar la oportunidad de pensar a los museos como otras cosas y en continua transformación. Los museos pueden ayudarnos a ver las cosas desde nuevas miradas, pueden ser espacios de creatividad desbordada, en donde se nos invite, se nos ofrezca y se nos sorprenda.