¿La obsesión es el resultado de la soledad o viceversa? Noches de Julio de Axel Muñoz es una metáfora acerca de las compañías, las soledades, las manías y las exageraciones de las relaciones humanas.
Poco hemos visto en el cine acerca de aquellos que optamos por vivir solos, o mejor dicho, sin pareja. Y no es pretensión decir que la soledad proporciona ese toque interesante para el sexo opuesto, pero también representa un hastío cuando la presión social y familiar se entrelazan para hacer de una decisión que debería ser voluntaria a una obligada salida fácil a tantas preguntas y sujeción social: el vivir en pareja.
Con esto no quiero decir, por supuesto, que esté mal decidir no tener una pareja o tampoco satanizar el sí tenerla. Pienso que ambos polos tienen sus claroscuros. En entrevista con Axel Muñoz, le pregunté:
«La vida en pareja: ¿construcción social o una necesidad?» A lo que me respondió: «¡Creo que debería de ser una decisión personal!»
No puedo estar más de acuerdo con esta aseveración.
Noches de Julio plasma de manera muy sencilla esta encrucijada cuando su protagonista, Julio, interpretado por un extraordinario Hoze Meléndez (Sueño en otro idioma y ¿Conoces a Tomás?), trabaja en una lavandería y conoce a todas las personas por medio de sus objetos: las texturas de los sacos, de los vestidos, los tipos de botones e incluso los cerillos que se llegan a olvidar en los bolsillos. Todo sirve a Julio para establecer un vínculo con el dueño de esa prenda.
De esta manera, el introvertido hombre se obsesiona por quien no logra descifrar a través de sus pertenencias. Así conoce a Sofía, una mujer sola que se da cuenta que este hombre se interesa de alguna manera en ella y no de la forma en que ella sospecha. Después, Julio se percata de que es acosado en secreto por Mara, una chica muy similar a él, pero que también va un paso más allá para poder conocerlo. Así, el joven aprenderá que la soledad se puede vivir en compañía.
Pero esto me lleva a un cuestionamiento mucho más pedregoso y sinuoso: ¿existe el alma gemela? ¿Será cierto que en alguna parte del mundo está esa persona que en el astral fue arrancada de ti para que la buscaras?
Noches de Julio dialoga con ese pensamiento y utopía, pero con una aseveración de realidad, porque ambos personajes, tanto Julio como Mara han navegado solos en un mar abierto hasta que chocaron de frente ante su destino. Sin embargo, y a pesar del pesimismo existencialista que alberga la película, la historia solitaria de ambos se encuentra entre una realidad solitaria aplastante y el milagro de encontrar, como en la leyenda del hilo rojo, a esa persona ideal.
La película va de menos a más por mostrar matices de su personaje principal y no ser la historia romántica anecdótica que está de moda en el cine nacional. Al contrario, establece lo gris de la soledad y lo luminoso que se puede volver al abrirse al amor. Creo que en el amor no hay reglas, no hay formas de conquistar, no existen las fórmulas para encantar a una persona. Simplemente, la magia se da cuando se tiene que dar, pero también sucede de forma inesperada. Y es ahí donde Noches de Julio es grandiosa, porque es gris y colorida a la vez, no deja de ser una cosa por ser la otra, y esto me cautivó de su historia, de sus personajes y de la fatalidad sentimental que plasma.
Ahora y para ser más claros, la idea de la película y el personaje principal son brillantes. Noches de Julio es una de las mejores películas mexicanas que he visto este año, pero no sólo eso; creo que establece un claro ejemplo de que acompañados o no, uno siempre está completo, porque somos lo que somos por las propias vivencias, fetiches e ideas, no por la persona que esperamos encontrar en la vida. Claro que sí, es grandioso tenerla en compañía, pero nuestra definición personal no está en la otra persona. No estamos incompletos, sólo no queremos estar solos y esto también es válido.
El director Axel Muñoz logra sumergirte por medio de sonidos, silencios y gestos en una historia de reconocimiento no sólo personal, también sentimental y social. Julio no solo se reconoce a sí mismo en otra persona, también en los objetos de cada uno de sus dueños, por eso los conoce tan bien, porque él tiene un rasgo de ese color, de esa textura y ahí en ese juego de sensaciones sigue siendo él mismo. Por eso pienso que no está solo, porque primero se encuentra a sí mismo y después a una persona que simula la forma y que en apariencia se parece mucho a él, pero que sólo es otro matiz y versión de su propia personalidad.
Noches de julio es de esas raras joyas situadas en el estadio invisible, para todos aquellos que encuentren en sus colores una forma de ser peculiar, original y única, de la compañía que tanto buscan.