Pasaporte humanitario
El 4 de septiembre de 1988, los peruanos comenzaron a irse de su patria.
Abandonaron sus casas
promesas
recuerdos
tazas de café
cementerios / muertos / esperanzas frías.
El 4 de septiembre de 1990 nacía con la firme convicción de sobrevivir
a las colas, a los límites, a la delgada línea que separa dignidad de indignidad,
pero no tenía las intenciones de contentarme con usar aquella máscara
que algunos llaman, con fervor, nacionalidad.
No tengo nacionalidad / patria / firmamento
que me llore,
tampoco poseo Dios que me castigue – aunque tengo
una línea imaginaria que me jala a las raíces familiares – pero
es el culmen de una revolución.
El 4 de septiembre del 2000, muchos
peruanos regresaban
y un poeta de Europa Oriental quería que su cuerpo fuera libre
para no tener que usar el pasaporte. Pisar de Francia a Inglaterra
sin tener que morir en los fríos brazos del Canal de la Mancha.
El 4 de septiembre del 2008 comenzaba a
correr el frío
sobre el esqueleto de un viejo río hablador.
Entonces comenzábamos a comprender el
dolor de separar
la vida de la muerte, a los hombres de sus mujeres,
a los cánticos de la noche con las sonrisas de Killa.
Pero esos son los límites, los inventos
humanos,
el poder de las altas construcciones financiadas por el crudo oro
que extraen de las entrañas de los pueblos secondo mundistas.
El 4 de septiembre del 2015 comenzaba a
perder la paciencia
y el templo de Pachacamac era una disputa de separaciones cronológicas.
La vida reventaba en algarabía falsa
como la que revienta en las costillas de un joven poeta
que se emociona con ser antalogado en una revista extranjera.
¿Qué significa ser extranjero? Ser aquel
que solicita un pasaporte humanitario
para cruzar la frontera y así llegaremos al 4 de septiembre del 2019,
con tantos inmigrantes como los que alguna vez dejaron el Perú
el 4 de septiembre de 1988.
Todo vuelve a equilibrarse. Todo vuelve a repetirse.
Todas las fronteras se vuelven más peligrosas.
*
Carta de despedida para un padre desconocido
Padre,
gracias por existir,
pero hoy me despido
de tus ojos llenos de dolor
de las montañas escondidas en
tus hombros,
de los peces que germinaban de
tus dedos
de la extensión del mar que
principiaba en tus pies
de tus oídos que eran la
última esperanza de Marte.
Padre,
me despido de ti,
tú que estás al otro lado del mar.
Siente mi abrazo,
cálido cándido sereno abrazo
que se
confunde con olas de mar
pero
que se vuelven fuerzas sobrenaturales
de un Dios que aguarda por ti.
Porque cuando estés al otro lado
no podré visitarte.
***
Autor: Emilio Paz Panana (San Martín de Porres, Lima, 1990). Es egresado de la carrera de educación, especialidad de Filosofía y Religión, por la Universidad Católica Sedes Sapientiae. Autor de “Septiembre en el silencio” (Club de Lectura Poética, 2016), “Laberinto de versos” (La Tortuga Ecuestre N° 384, 2018) y “La balada de los desterrados” (Ángeles del Papel Editores, 2019), así como también de la Antología Virtual “Discursos Estéticos” (Liberoamérica, 2019). Obtuvo el IX Premio Internacional de Cuento y Poesía “El Parnaso del Nuevo Mundo” 2019 en la categoría de cuento, así como el Mes de las Letras 2017 por su poema “¿Qué es la poesía?” otorgado por la Fundación Marco Antonio Corcuera. Fue invitado a participar en el V Festival Internacional Primavera Poética de la ciudad de Lima y al XXI Enero en la Palabra en la ciudad del Cusco. Poemas suyos han sido publicados en diversos medios impresos y electrónicos de Perú, México, Costa Rica, Ecuador, Chile, Argentina, Estados Unidos, India, Brasil, Venezuela, Rumania y España. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, rumano y tamil. Ha participado en diversos congresos de filosofía y ha publicado ensayos académicos en torno a la relación entre estética, educación y poesía. Actualmente dirige el blog “El Edén de la poesía” (https://edenpoetico.wordpress.com)
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