La alborada del horror – Cuento de Camilo A. Rincón V

Durante la alborada observé algunos animales heridos, al igual que muchos soldados muertos por la dinamita. Me tapé el rostro, con el ánimo de olvidar los horrores de esa absurda guerra. Entonces apreté el fusil con mis piernas, sin darme cuenta de que aparecía en mi cabeza el infierno, en donde pecaminosas almas descorazonadas y afligidas, escuchaban a Satanás, quien, al verme solitario, se me acercó y me dijo:

—¡Deténgase! No intente abrir los ojos. No intente moverse y simule que está muerto. Veo a alguien apuntándole a su cabeza con una pistola en estos momentos. Si lo hace, morirá y su espíritu se quedará para siempre en este lugar.

—Eso no es posible. Sólo medio cerré un poco los ojos y aparecí en este insólito lugar —le dije al demonio con gran desconcierto. 

—No debió haber cerrado sus ojos. Ahora está en peligro. Vuelvo y se lo repito, si se mueve, aquel sujeto le disparará y usted se quedará en este infierno.

—Está bien. Me quedaré como una estatua —le dije.

—Ahora que usted permanecerá inmóvil, deme algunos minutos para investigar su futuro. Su nombre, por favor.

—Frank Bits.

De forma intempestiva, Satanás sacó del bolsillo de su saco rojo de leva una carpeta atiborrada de papeles y leyó cada uno de los documentos. Luego, exclamó: 

—No lo veo por ningún lado. No creo que usted se quede en este lugar. Señor Bits, le propongo más bien que…

Al rato, escuché una fuerte explosión cuyo estruendo desvaneció al demonio. Un cálido viento entró en mi nariz. Cuando abrí los ojos me toqué el rostro de nuevo, pues me percaté de que una barba larga y delgada bajaba por mi mentón. Ojeé con ansia el lugar en que me hallaba. Había una enfermera no muy bien vestida, un poco gorda, de rostro amable y serena por la forma de observar mi condición.

—Acaba usted de moverse —dijo la enfermera, con acento oriental, mientras me ponía un estetoscopio en el pecho. 

—¿Y?

—Perfecto —dijo la mujer con alegría.

—¿Y la guerra? —pregunté consternado.

—Señor Bits, esto es un milagro. Usted está muy bien —dijo la enfermera, sin prestarle atención a mi pregunta. 

—Vuelvo y se lo repito, ¿qué pasó con la guerra?  —cuestioné con indignación.

—Ustedes los norteamericanos no ganaron la guerra por la calidad de su armamento, fueron vencidos por las Fuerzas Armadas de la República Democrática de Vietnam en 1973.

—¿1973?

—Sí, y hoy es sábado 3 de febrero de 1993, día en el cual celebramos el aniversario del Partido Comunista de Vietnam. En estos momentos usted está en un hospital de la ciudad de Ho Chi Mingh. Está en cuidados especiales, debido a los posibles efectos que le produjo el potente herbicida militar “agente naranja”.

—¿Estuve inconsciente por veinte años?

—Sí, estuvo inconsciente durante todo este tiempo, bajo observación médica —afirmó la enfermera y miró su reloj de pulsera con sigilo—. Disculpe, pero no puedo colaborarle en todas sus inquietudes, pero el jefe del hospital le dará la información precisa acerca de su caso. Adiós —dijo, hizo un giro mecánico y salió de la habitación en la que me hallaba. 

Cuando me acosté boca abajo para pensar acerca de toda la información suministrada por la enfermera, un olor a azufre se esparció en el cuarto. El olor era tan fuerte que me hizo vomitar. Se trataba del demonio, que flotaba en el aire húmedo de aquel lugar, y me miraba de reojo: no quería que escapara de ahí. 

—Creo que lo sabe todo, según palabras de la enfermera —dijo Satanás a medida que miraba el interior de un sobre de manila que cargaba en una de sus manos.  

—¿Qué hace usted aquí? ¾pregunté absorto.

—¡Se me olvidó decirle! —dijo satanás con tono imperante—. Esperaba que abriera los ojos para contarle algo de su destino. En este sobre hay un manuscrito, el cual dice que usted morirá en diez minutos debido a un paro cardiorrespiratorio, y viajará entre una luz blanca. No era más. 


Autor: Camilo A. Rincón V (1972). Maestro en artes escénicas. Como director de obras, llevó a escena obras de Tennesse Williams, Samuel Beckett, B. M. Koltes, G. Bernard Shaw, Luis Enrique Osorio, entre otros dramaturgos. Autor del libro Más allá del infortunio (Calixta, 2019). En la actualidad es docente y artista de Arte Silueta, pues busca promover la fotografía artesanal hecha con papel y tijeras.