La argolla de lo digital: rupturas sanadoras en el panorama digital de la literatura peruana

La literatura, la bien amada literatura, siempre se antoja como un paradigma interesante de egos, ayudas, amistades y puñales; posiblemente, un fenómeno que no es sólo peruano, sino que se extrapola en diferentes estratos de diversos países. La libertad de la palabra permite romper los esquemas de un texto convencional y deambular entre lo académico y lo testimonial, entre lo objetivo y lo subjetivo (que es otra forma de conocer la realidad). Sin embargo, este fenómeno que hace varios años sólo ocurría en lo presencial y los soportes impresos, después debió mudarse a un espacio virtual. No es preciso decir que la pandemia, por ejemplo, obligó a los gestores a navegar en el mar de la virtualidad. Pero sí es justo reconocer que fue una urgencia que motivó la creatividad y el traslado de los mismos. 

En el caso de Perú, los medios digitales, las redes sociales y la virtualidad fueron elementos que reemplazaron la presencialidad. Algunos soportes fueron útiles y de impacto masivo. Otros, en cambio, no tuvieron la misma posibilidad. Los recitales de poesía se volvieron un brindis con la pantalla. Pero los recitales benéficos, esos que buscaban ayudar a otros mediante el arte poético, sólo pudieron realizarse mediante el manejo de las transacciones interbancarias. El aroma, el sonido, la vida misma se había concentrado en un ordenador. Sin buscar distraernos del objetivo principal de este escrito, debemos considerar que la virtualidad trajo un boom de medios digitales. Aquí hablaremos, a criterio personal, de los más importantes.

Podemos comenzar con Poesía en la ciudad de Úrsula Alvarado, escritora y gestora peruana que promueve la difusión de eventos, el calendario del panorama literario peruano (que no se centraliza en Lima, la capital del país) y la materialización de interesantísimas propuestas. Una de las más importantes es la que realiza para difundir el trabajo de las escritoras peruanas. Ciertamente, después de un tiempo de encierro, sus propuestas han vuelto a la presencialidad (que es el mejor espacio) con ese empuje que es necesario para la literatura peruana. Ergo, no ha dejado de emplear las redes para difundir el arte, para convocar a las personas, para dar a conocer el trabajo de otros. Con sus propuestas en flyers dinámicos invade los canales de Facebook para dar a conocer a diversos poetas peruanos, vivos y muertos, que escapan de los clásicos Vallejo y Varela. Lo interesante de la propuesta de Úrsula, como lo hemos dicho hace unas líneas, es que nos permite conocer a más autores de otras latitudes del Perú (escritores que van más allá del centralismo de la capital). 

Otros dos medios que han encontrado en la virtualidad este motor para conectar con más personas son el Club de lectura Bestiario, conducido por la poeta y profesora Karla Gil, y el programa Cuando digo estas cosas del poeta Carlos Gabriel Montes. Estas propuestas, curiosamente, emergen en el norte y el sur del Perú y son medios que han permitido conectar con autores peruanos de la diáspora (podemos decirlo así) que hacen patria en otros países.

En este último caso, en la diáspora, es justo mencionar la labor en redes del poeta y gestor Manuel Quiroz, peruano radicado en España quien ha logrado forjar una telaraña de conexiones digitales mediante ERGO, un movimiento internacional de colaboración, difusión y creación. Un espacio digital comenzado por un compatriota que, como se dice coloquialmente, hace patria en otro país. Todos estos espacios formativos, de difusión y de colaboración brindan los ingredientes necesarios para no caer en lo estático del corte digital. Logran cautivar al oyente, al espectador, para que siga consumiendo el material. De alguna manera, estos medios digitales crean un espacio entre lo virtual y lo futurista para encontrar propuestas frescas en este tiempo nuevo que se aproxima.

Sin embargo, ¿qué tienen en común estos espacios? La posibilidad de extenderse a otros, de no caer en la zona de confort de sólo convocar al círculo íntimo que, en ocasiones, rodea al gestor y escritor. Sin necesidad de mencionar otros espacios como ejemplos, podemos encontrar el mismo hecho en las redes sociales. Plataformas como Facebook, Instagram, Twitter, TikTok, Linkedin, Youtube o Telegram se forman como los bastiones que sirven o para forjar puentes o para forjar archipiélagos, islotes que prefieren cultivar su espacio y su selección natural. Esto nos lleva a hablar sobre la experiencia personal alrededor de la génesis de Kametsa.

Ciertamente, Kametsa nace antes de pandemia (entre agosto y septiembre del 2019), pero se involucra con más intensidad en aquella época. Es un espacio que logra construir puentes con revistas hermanas y autores de otras latitudes. Kametsa no sólo es un medio digital (que al final permite sostener todo), sino que es un espacio de convivencia. Posiblemente, podemos llamarlo “comunidad digital”, porque es un espacio donde los criterios de publicación y creación son de corte ético y no estético. La concepción sería la de un universo donde convergen diferentes cuerpos y realidades para dar corporalidad y ánima a un espacio de difusión, pedagogía y cuidado. Porque las redes sociales, de una forma muy intensa, se han vuelto espacios donde la gente puede realizar una denuncia pública y lograr que su voz tenga eco no sólo desde el sentido frío de la escucha atenta, sino desde la acogida del testimonio y el acompañamiento del individuo. Los pilares de protección, de verdad, de convivencia, de respeto y de crítica madura son elementos antropológicos que se extrapolan para ser colocados en el mundo de la virtualidad. 

En un dilema ético podemos plantearnos si lo virtual, así como lo artístico, deben poseer criterios morales. Las posibilidades de argumentar van a variar de acuerdo con la postura. Sin embargo, Kametsa (que comprende recitales, revista y editorial) se sostiene en dichos pilares; sobre todo, considerando la propuesta del metaverso o de los famosos avatares. Aquí nos preguntamos: ¿el avatar es una extensión de mi ser o es una representación sin condiciones morales? Podemos seguir respirando sobre ese campo de preguntas y encontrar caminos que discurren en los anaqueles de la filosofía y del ser. Por eso, Kametsa se prepara para dichos espacios, permitiéndose convivir en los diferentes ámbitos de las redes sociales, pero manteniendo su esencia. 

Esa ruptura con lo clásico del “sólo-publicar” y lo contemporáneo de “todo-es-válido” permite que los puentes y valoraciones con los otros medios (como los mencionados anteriormente) se vuelvan espacios de salvaguardar y difundir la literatura peruana y, por qué no, universal. Por encima de todo, lo virtual no significa que perdamos la humanidad y, a título personal, concibo que regresar a lo humano es la única forma de sanar aquellas heridas que uno posee. La cicatriz quedará, pero ya no sangrará. 


Autor: Emilio Paz Panana (Lima, 1990). Profesor de filosofía y religión, gestor cultural y director de la Revista Kametsa. Ha publicado en el Perú y el extranjero, siendo traducido a diferentes idiomas. Investiga sobre la relación entre estética, poesía y educación. Ha sido acreedor de diferentes reconocimientos en el Perú y el extranjero, habiendo participado en diferentes festivales literarios y congresos de filosofía.