“Cuarto con tina” de Helène Rioux: retrato ecléctico de una mujer moderna

“Aquella mañana, me asqueé del hermoso Philippe en el bonito departamento”. La primera página de Cuarto con tina (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2022) es contundente; en apenas unas líneas, la escritora quebequesa Helène Rioux logra presentarnos a la protagonista de su historia, Éléonore, y sumergirnos de lleno en la complejidad de su hartazgo. ¿O quizá el conflicto va más allá? La Editorial Universitaria de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) nos trae una novela donde nada es lo que parece, un libro que juega con los géneros y el lenguaje, todo ello perfectamente trasladado al español por Roberto Rueda Monrea, quien apuesta por una traducción fresca, moderna y cercana.

Rioux abre su novela con una afirmación universal que guarda relación directa con el conflicto de su protagonista, al más puro estilo de clásicos como Orgullo y prejuicio o Anna Karenina:

A veces, la válvula salta, así suele suceder, a veces el vaso se derrama. Uno no sabe qué presión fue ejercida, qué gota fue vertida, la presión quizás era muy poca, la gota minúscula, y sin embargo basta un instante para que todo salte, todo se desborde. Fue así como sucedió para mí.

Helène Rioux (trad. Roberto Rueda Monrea), Cuarto con tina, UANL, p. 4

Éléonore es una joven traductora de novelas románticas que comparte departamento con Philippe, un funcionario apasionado de la ópera. Un día, harta de “las insidiosas trampas de la vida cotidiana”, decide marcharse y alquilar un pequeño cuarto con tina. Desde la destartalada habitación, recuerda su historia con Philippe y los acontecimientos que la han llevado hasta ese punto. Ahora bien, quien crea saber adónde nos quiere llevar Rioux está equivocado. Lo que parece un retrato del hastío burgués pronto deviene en una radiografía brutal, honesta y, sobre todo, llena de humor, de un personaje complejo marcado por el trauma. 

Pronto Rioux deja entrever que los problemas de Éléonore van más allá de su descontento con la vida al lado de Phillipe. Desde el horror de encontrarse “todas las noches frente a frente” con ella misma, hasta la tristeza que le provoca el 20 de abril (fecha que define como “negra”), el conflicto que ha condicionado su vida se empieza a perfilar poco a poco. Su relación con Phillipe no es, como podríamos haber pensado, el centro de la historia, sino un episodio más en su vida. No es hasta que lo abandona que es capaz de enfrentarse a su pasado y emprender un lento camino a la redención. 

Podemos interpretar la tina que da nombre al libro como una metáfora del sufrimiento que carcome a Éléonore. Las cañerías del edificio no funcionan correctamente, por lo cual, cuando ella se da un baño, el agua sale impregnada de la salsa de jitomate que ha usado el vecino de arriba para cocinar. Así como la fontanería del edificio debe arreglarse, el interior de Éléonore también necesita compostura para reconciliarse con el pasado. 

Los episodios en los que aparece la tina, cercanos en ocasiones al realismo mágico, presentan un nuevo desafío para la protagonista: adaptarse a una nueva vida sin haber cerrado correctamente la anterior.

Tiritando sobre la cubierta moteada, miré, con los ojos desorbitados, las burbujas de mi baño de leche espumoso irse tiñendo levemente cuando al olor a flores se le fueron introduciendo hedores de cebolla, jitomate, aceite vegetal y picadillo. Aquello era una salsa para espagueti, sin duda. Demasiada boloñesa.

Helène Rioux (trad. Roberto Rueda Monrea), Cuarto con tina, UANL, p. 17

Creemos conocer la historia y la situamos en un cuarto donde sucede todo. Sin embargo, Rioux sorprende de nuevo y pronto desplaza el foco de la acción hacia otros lugares. Su protagonista, como los flâneurs decimonónicos, se mueve a placer por la ciudad moderna y nos muestra los lugares más sórdidos de la vida urbana. Asimismo, la narración no se queda estancada en un único punto, sino que salta de anécdota en anécdota para, paulatinamente, ofrecernos una visión fragmentada de la realidad de Éléonore. 

Dichos saltos pueden confundir al lector, puesto que Rioux no sólo se mueve en el tiempo y el espacio, sino entre géneros y estilos narrativos. Esto requiere de una lectura atenta y de buena memoria para no perder ninguno de los pequeños detalles que nos deja la autora. Desde una lista de nombres femeninos para bebés, hasta su gato España, nada en Cuarto con tina es casual. Si bien puede sorprendernos el cambio de registro, ahora dirigiéndose a Phillipe, ahora imaginando una vida idealizada, ahora recordando, cada pequeño detalle tiene una misma función: ayudarnos a comprender mejor a Éléonore. 

El punto de partida de los recuerdos es el día en el que conoció a Phillipe. Vemos a una Éléonore diferente, en apariencia más fuerte y segura de sí misma, una mujer moderna que se mueve con libertad por la vida nocturna de Montreal. Aquí brilla la vis cómica de la autora, quien logra arrancarnos una carcajada con situaciones alocadas y un lenguaje mordaz. No podemos ignorar el mérito de la traducción de Roberto Rueda Monrea, quien ya había traducido a Rioux anteriormente y sabe transmitir perfectamente la sinceridad y descaro de la voz narradora.

Ejemplo de ello es la primera cita de la pareja: a sugerencia de Éléonore, van a una sala donde proyectan películas pornográficas. Ella se siente como pez en el agua y bromea para relajar la tensión; él, en cambio, no puede disimular su incomodidad: “Comenzó a agitarse en su asiento. Comenzó a tragar saliva de manera penosa. Yo me le acerqué y le dije al oído: ‘¡Está buena!, ¿no cree?’”.

Este tratamiento de la sexualidad femenina no es un hecho aislado en la novela. Rioux deja a su personaje principal experimentar y expresar su deseo sexual sin tapujos, y nos relata con total complicidad cómo, por ejemplo, Phillipe jamás logra satisfacerla. Incluso la tina del título remite a ese momento de intimidad con el propio cuerpo, tan ligado al despertar sexual. Si Virginia Woolf decía que una mujer necesita una habitación propia para poder escribir, Helène Rioux va más allá: ésta debe tener una tina que le permita vivir su sexualidad en paz.

Ahora bien, la autora se asegura de que Éléonore no sea un caso aislado en un mundo de hombres. A pesar de que el conflicto con Phillipe desencadena el conflicto, y de que se mencionan otros intereses románticos durante la novela, no son más que anecdóticos; quienes verdaderamente determinan la vida de Éléonore son otras mujeres, sobre todo las de su familia. La relación con su hermana Aline, apoyo imprescindible desde su infancia, se basa en la sinceridad mutua, también cuando se trata de sus relaciones con los hombres. Especialmente destacable es la escena en la que hojean un libro de recetas y hablan de la pasión erótica con metáforas culinarias:

Ella escogió el helado, y al estar viendo cómo se lo saboreaba embelesada y sensualmente de poquito en poquito, eso me llevó a preguntarle si cogía seguido, por asociación de ideas, y ella me respondió que sí, que muy delicioso, que gracias, ¿y tú?, y yo le pregunté que cuándo lo había hecho por última vez.

Helène Rioux (trad. Roberto Rueda Monrea), Cuarto con tina, UANL, p. 186

La confianza entre Éléonore y Aline tiene más mérito todavía teniendo en cuenta su adolescencia, sobre la cual aprendemos más a medida que avanza la novela. Primero ignorada y después repudiada por su madre, Éléonore ha vivido siempre a la sombra de su hermana, “rubia y delicada”, quien representa el ideal de mujer a los ojos de la sociedad moderna. El hartazgo del personaje principal va más allá de una relación romántica fallida: es la frustración de alguien jamás aceptado.

Quienes expresan su sexualidad de manera libre serán susceptibles de ser criticadas, controladas para ajustarse al modelo de feminidad deseado: activa, pero no demasiado; de mentalidad abierta, pero siempre con el decoro presente. Éléonore lo sufre en sus propias carnes no sólo en su juventud, sino que es víctima de reproches por parte de Phillipe, quien al principio se siente atraído hacia su personalidad segura, pero pronto empieza a sentirse intimidado y sospecha de cualquier encuentro que ella tenga con un hombre que no sea él.

Rioux sabe exactamente qué quiere provocar en el lector, y se asegura de que su protagonista sea lo más cercana y verosímil posible. Así, en vez de presentarnos a un ideal de mujer empoderada, crea a un personaje imperfecto, lleno de dudas y contradicciones. Aunque los fantasmas la acompañan durante todo el proceso, lentamente consigue convivir con ellos y entenderlos como parte vital de su persona. La resolución, pues, poco tiene que ver con “el hermoso Phillipe” o “el bonito departamento”. Al final, es Éléonore quien cuenta en esta historia.

El camino hacia la aceptación no es fácil, pero una vez aprende a reconciliarse con el pasado y a quererse tal y como es, sonreímos con ella: “Ya no quiero ser como ella. Yo quiero ser yo, pero de otra manera. Una yo feliz, una yo plena”.  

Si quieres acompañar a Éléonore en su viaje, no te pierdas Cuarto con tina, que puedes adquirir a través de la librería digital de la editorial de la UANL.