En La cruzada (La croisade, 2021), obra seleccionada para la vigesimosexta edición del Tour de Cine Francés, Louis Garrel regresa a personajes que algunos conocerán de su anterior película, Un hombre fiel (2018). Ahora bien, en su nueva cinta, el director galo opta por dejar los conflictos familiares en un segundo plano para centrarse en un tema de actualidad: el cambio climático y su impacto en las jóvenes generaciones.
La primera secuencia de la película nos presenta al protagonista, Abel (interpretado por Garrel), que regresa en moto a su departamento parisino, donde lo esperan su mujer Marianne (Laetitia Casta) e hijo Joseph (Joseph Engel). Estos minutos de metraje iniciales están repletos de pequeños detalles que, aunque a primera vista superficiales, poco a poco nos permiten adivinar ante qué tipo de familia nos encontramos: clase media-alta, blancos, intelectuales; en definitiva, bobo (burgueses bohemios). Una vez presentado un contexto que bien nos puede recordar al de cualquier comedia familiar, género de moda en el cine francés contemporáneo, Garrell subvierte esta calma con una afirmación inocente: “No vi tu patín del diablo abajo”, dice Abel a su hijo. “Lo vendí”, contesta él. “¿Por qué? ¿Ya no te gusta?”, interviene Marianne. “No, es por otra cosa”, explica Joseph.
A partir de aquí, se desencadena una escena hilarante propia de las mejores comedias de enredos. A medida que habla con su hijo, la pareja protagonista se da cuenta de que, durante los últimos meses, sin que ellos se percaten, Joseph ha estado vendiendo sus pertinencias más preciadas para financiar un misterioso proyecto. Algunos de los objetos en cuestión: un vestido de Dior, relojes de muñeca o primeras ediciones de libros de Montaigne. A pesar de la desesperación de Abel y Marianne, resulta evidente que no han echado en falta los objetos hasta que su hijo les ha dicho que los vendió. Aquí encontramos uno de los primeros temas de la cinta: el poco aprecio de las clases altas por lo que tienen.
Crítica social disfrazada de comedia, ésta es la constante de La cruzada. Pero la crítica a esta burguesía superficial no es más que uno de los muchos temas abordados en la película. Pronto vemos que la intención detrás de todas aquellas ventas es un gran proyecto organizado por centenares de jóvenes de todo el mundo, entre los cuales Joseph y sus amigos, para detener los efectos del cambio climático. Con ayuda de organizaciones gubernamentales, construirán una enorme zona verde en el desierto del Sahara, con agua y bosques, lo cual ayudará a combatir la sequía, acabar con la hambruna de la zona y bajar el nivel de los océanos. En definitiva, un proyecto espectacular que, si bien nos sitúa en un contexto actual y conocido para todos, puede resultar poco creíble para el espectador.
Sin duda, el punto fuerte de La cruzada no radica en lo ingenioso o verosímil de su argumento, sino en cómo afecta a los personajes. Después de descubrir los planes de su hijo, se produce un conflicto entre la pareja protagonista. Abel, por su lado, considera que su hijo, como muchos jóvenes impresionables, se ha dejado influenciar por las noticias constantes sobre el calentamiento global y ha llevado a cabo una estupidez. En cambio, Marianne, aunque también escéptica, siente orgullo porque su hijo decida luchar por sus ideales y lo apoya en todo momento.
Garrel conoce bien las conversaciones del momento sobre la crisis climática y las reproduce a la perfección en su historia, con algunos momentos, como la cena con unos amigos de su misma edad, que bien podrían ser extraídas de la realidad. Tanto él como Casta, pareja en la vida real, ofrecen interpretaciones solventes, y saben estar a la altura cuando el guion lo exige. Especialmente emotiva es la escena en la que Marianne dice a Garrel que, a pesar de sus pequeños defectos, lo ama tanto como el primer día. La película también ofrece puntos álgidos a nivel cinematográfico, como las impresionantes escenas de un París desolado, grabadas durante el encierro del COVID-19, que nos recuerdan lo que puede suceder si no actuamos a tiempo ante la emergencia climática.
Sin embargo, cuando se aleja de los aspectos enumerados, La cruzada flojea. La introducción de subtramas amorosas para Joseph, si bien pretende reflejar las inquietudes de los jóvenes y el paso a la vida adulta, se siente fuera de lugar en un filme cuyo foco son las tensiones entre dos generaciones. En cuanto al plan de los jóvenes para luchar contra el calentamiento global, tal y como se ha comentado, es demasiado espectacular como para ser tomado en serio. Garrel hace malabares entre lo absurdo y lo costumbrista, y el espectador no sabe ante qué se encuentra.
El resultado final, con todos sus defectos, es un intento ambicioso de tratar temas serios desde el humor, no siempre de manera efectiva. Ahora bien, se agradece la voluntad de Garrel de poner una sonrisa en el espectador en momentos inciertos y, si pasamos por alto lo surrealista de su argumento, soñar un poco.
La singular propuesta de Louis Garrel sobre la emergencia climática forma parte del vigesimosexto Tour de Cine Francés, por lo que se podrá ver en salas de Cinépolis a partir del 6 de octubre. ¡No te la pierdas!