Fotografías de Tomás Santos
La violencia y la discriminación han formado parte de la realidad de las mujeres desde que se ejercieron las primeras relaciones de poder para conformar sociedades en cualquier parte del mundo. En consecuencia, desde el feminismo se han intentado entablar diálogos, discusiones o debates acerca de nuestras necesidades de acuerdo con nuestra posición en el sistema. Así, además del género como forma de opresión, se han efectuado otros mecanismos de exclusión como la clase, la raza y la religión.
Cada una de nosotras lleva su lucha desde su trinchera. En los casos de la directora Faviola Llamas y la dramaturga Itzel Villalobos fue desde el arte, específicamente desde el teatro. Un barquito en la pared cuenta por medio de rimas, gritos, lágrimas y canciones la historia de una desaparición forzada. La obra retrata la experiencia previa y posterior tanto de la víctima como de los testigos. El elenco, conformado por Fabiola Villalpando, Baruk Serna, Adriana Alonso y Patricia Loranca, transmite al público el miedo, la rabia, la impotencia, el dolor y la frustración de sus personajes, de tal modo que resulta inevitable salir del teatro sin ningún tipo de reflexión o cuestionamiento.
Existen dos ejes de los que parte la obra teatral. Por un lado, se centra en el racismo y la violencia de género del periodo colonial novohispano y cómo estos han penetrado en nuestros pensamientos, sentimientos, experiencias y discursos actuales. Y, por otra parte, se relaciona con el pacto de silencio. El enmudecimiento de los testigos ante un hecho que violenta la vida de las mujeres tiene raíces profundas ligadas a las emociones (miedo), las represalias (actos de venganza), la impunidad (corrupción), argumentos machistas (“se lo merecía”), conductas pasivas (“alguien más seguro la ayudará”) e incluso prédicas religiosas (“dar la otra mejilla”).
La historia se basa en la leyenda veracruzana de la mulata de Córdoba. A principios del siglo XVII, una misteriosa mujer se ganó su fama tanto por su exótico aspecto como por sus conocimientos herbolarios y remedios medicinales. No obstante, en ese momento sus cualidades se asociaban a la brujería y el misticismo por alejarse del culto a Dios, así que la Inquisición la persiguió y aprehendió. Los funcionarios inquisitoriales se valieron de sus confesiones para sentenciarla. En aquella época, la larga espera para enjuiciar a los presos se convirtió en una estrategia para motivarlos a confesar delitos que quizá ni siquiera cometieron.
Las terapias, métodos y rituales ocupados por las mulatas para combatir las enfermedades del cuerpo humano procedían de tradiciones africanas que se distinguían por su extenso conocimiento en botánica medicinal. Sin embargo, el pensamiento imperialista cristiano occidental deslegitimó la hibridación cultural con respecto a las prácticas médicas y las vinculó con espíritus sobrenaturales.
El discurso de la mujer negra ha sido construido por el sistema patriarcal y siempre desde la perspectiva del otro; es decir, su figura se hipersexualiza (prostituta), encasilla en el ámbito doméstico (esclava ideal) y envilece (hechicera). Como forma de resistencia, Soledad, la protagonista de la obra, se apropia del estereotipo de mulata mística para consolidar su identidad. No sólo engatusa a los sacerdotes con sus historias épicas, sino también al público. Nos sumerge entre las olas del océano, la corriente de los ríos y el silbido del viento.
Por lo que se refiere al pacto de silencio, toda la obra gira alrededor de la culpa de Petra, la coprotagonista de Un barquito en la pared; ocasionada por la incapacidad para reaccionar ante el momento de la agresión y el secuestro de Soledad. Los espectadores podemos presenciar el pacto del silencio tanto de Petra como de su madre en el ámbito privado; esto es, en la intimidad del hogar. Aunque se sabe la complejidad que significa presenciar un acto de violencia, el silencio implica complicidad. Por ello, Petra calma su frustración e impotencia por medio de los recuerdos, y su madre, mediante los rezos.
Las ausencias del pasado también ayudan a comprender las realidades de las comunidades negras del presente. La obra se convierte en un espacio de reconocimiento que plantea la invisibilización literal y simbólica de las mujeres afromexicanas.
Un barquito en la pared se presenta cada miércoles a las 20:30 en el Foro Shakespeare, ubicado en la colonia Condesa, hasta el 9 de noviembre del 2022.