Corrían las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX cuando la literatura de Donald Barthelme (Estados Unidos de América, 1931-1989) se posicionaba como una bocanada de aire fresco en el ámbito literario estadounidense. Asociado con lo que se ha denominado “literatura posmoderna», Barthelme exploró en sus narraciones herramientas como la fragmentación y el collage, se adentró en la subjetividad y el mundo inconsciente de los personajes, además de que jugó con la sonoridad y polisemia de las palabras.
A pesar de la importancia de este escritor, su obra no ha tenido la misma visibilidad que la de algunos de sus contemporáneos, sobre todo en el ámbito hispanoamericano. Afortunadamente, como parte de la Colección Relato Licenciado Vidriera, la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reunió en la antología Cortés y Moctezuma y otros cuentos tres textos representativos de este autor. La selección, traducción e introducción estuvieron a cargo de Luis Miguel Aguilar.
El primer relato, “Imágenes de mi padre llorando”, nos muestra una serie de cuadros en torno a un crimen: el asesinato del padre del protagonista, quien narra en primera persona. La obra, que se presenta a manera de fragmentos, constituye un vaivén entre el mundo interior y exterior del personaje principal. Por un lado, y de manera proyectiva, Barthelme nos ofrece pasajes introspectivos donde explora la importancia de la figura paterna en la vida del hijo. Se trata de escenas tanto cotidianas como oníricas en las que el padre parece revelar su propia naturaleza. Estas últimas parecen sacadas del consultorio de un psicoanalista en donde el paciente da rienda suelta a su inconsciente. La historia nos muestra a un hombre que podría concebirse débil, un padre que se entrega a la tristeza y el alcohol. Mediante estos fragmentos, que parecen emular pinceladas de una escena, el autor se aproxima a la ambivalencia de los vínculos filiales: amor y odio, necesidad y rechazo, vulnerabilidad y dureza.
Es el padre de alguien. Es evidente. Se comporta como un padre. Tiene el pelo canoso. El gesto tierno en la cara. Los hombros encorvados. La barriga floja. Las lágrimas que caen. Las lágrimas cayendo. Lágrimas cayendo. Las lágrimas. Más lágrimas. Parece empeñado en seguir por este camino de sal.
Donald Barthelme, “Imágenes de mi padre llorando”, Cortés y Moctezuma y otros cuentos, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, pp. 8-9
Por otro lado, y a propósito del homicidio ocurrido en la narración, la obra también deja entrever la lucha de clases, el abuso de poder de la aristocracia y la justicia nunca ciega. El protagonista se sumerge en una suerte de búsqueda detectivesca en la que los personajes podrían representar a los colectivos de los que forman parte y demuestran la complejidad de las relaciones entre los distintos grupos de la sociedad: un mozo que replica el control ejercido sobre él y que encubre a su amo homicida, una niña que por pobre e infante no constituye un testigo con credibilidad, entre otros ejemplos.
En “El rey del jazz”, segunda narración de esta antología, un par de músicos se disputa el título al mejor intérprete. De este cuento resulta particularmente fascinante la manera en que Barthelme describe las melodías del jazz, evocando colores, formas, luces, astros y escenas naturales que enuncia de manera poética.
—¿Qué es el sonido que viene de ese lado?
Donald Barthelme, “El rey del jazz”, Cortés y Moctezuma y otros cuentos, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, pp. 27-28
—¿De qué lado?
—Del izquierdo.
—¿Te refieres a ese sonido que suena como al filo mismo de la vida? ¿Que suena como a osos polares al atravesar placas de hielo en el Ártico? ¿Que suena como a una manada de bueyes almizcleros en plena huida? ¿Que suena como a morsas machos zambulléndose hacia el fondo del mar? ¿Que suena como a fumarolas al humear en las laderas del Monte Katmai?
Como menciona Luis Miguel Aguilar en la introducción del libro —articulada, por cierto, sugerentemente como una entrevista—, Barthelme fue gran fanático del jazz, por lo que este cuento rememora su gusto por el género y su asistencia a los clubes en los que sonaba Louis Armstrong, Miles Davis y Ella Fitzgerald. El personaje del trombonista japonés, uno de los competidores por el prestigio al mejor músico, resulta interesante porque Barthelme vivió en Tokio y asistía a tocadas en esta ciudad.
En cambio, el último cuento, titulado “Cortés y Moctezuma”, entreteje pasajes imaginativos con aquella historia que nos resulta tan familiar, en particular a quienes leemos desde Latinoamérica, sobre el encuentro de estos dos hombres, representantes de dos mundos, en 1519. Quizá, de los tres cuentos, sea éste donde la yuxtaposición de referencias diversas y cronológicamente disímiles roce más lo ficcional.
En los muelles, Cortés y Moctezuma caminan, tomados de la mano. Cortés ha contratado a un detective para que siga a Moctezuma; Moctezuma ha contratado a un detective para que siga al padre Sánchez. “Sólo hay cinco detectives con talento en Tenochtitlan”, dice Moctezuma. “Hay otros, pero no los utilizo. Las visiones son mejores: mejores que el mejor detective.”
Donald Barthelme, “Cortés y Moctezuma”, Cortés y Moctezuma y otros cuentos, Colección Relato Licenciado Vidriera, UNAM, p. 34
En este relato, Barthelme se aproxima desde una óptica subjetiva e ilusoria a la tensión presente en la relación entre Cortés y Moctezuma y plantea escenarios de respeto y poder entre los personajes, aunque también de afecto. A partir de su lectura de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Bernal Díaz del Castillo, 1632), el autor recrea otra verdad, aprovechando el mundo sensorial de ambos hombres en el que sus costumbres, creencias religiosas y paradigmas sociales mostraban analogías y diferencias entre sus culturas.
Al leer las páginas de Barthelme me vinieron a la mente palabras como “montaje”, “mezcla”, “pastiche”, “ficción” y “collage” —este último término también explorado por el prologuista de la antología para pensar la obra de nuestro autor—. En efecto, hay en las narraciones de Barthelme una intención deliberada por unir elementos e ideas diversas, lo que da como resultado pasajes oníricos, subjetivos, espontáneos, surrealistas y profundamente sugerentes.
Los relatos de Cortés y Moctezuma y otros cuentos constituyen una maravillosa oportunidad para adentrarnos en la propuesta literaria de Donald Barthelme, quien, según Luis Miguel Aguilar, “puso casa aparte en las letras estadunidenses”. El título puede adquirirse en la tienda en línea de Libros UNAM, así como en las librerías de la Universidad.