Vínculos, crianzas e intercambios: ”Si los bebés cambian de color”, de Ana Torres

Si los bebés cambian de color, Ana Torres

¿Cuánto dura la herida de la cesárea? ¿Cuántos exámenes de ADN son pertinentes para confirmar la maternidad? ¿Cuánto y cómo cambian los bebés desde su alumbramiento hasta estar en casa? Editorial en el mar publicará dentro de poco Si los bebés cambian de color (2022), de Ana Torres, una novela fresca y aguda sobre los lazos sanguíneos, la pérdida, el dolor y la maternidad deseada. Es parte de una nueva narrativa en primera persona que reivindica crudamente las experiencias personales como materia prima para repensar los roles de género y la agencia de las madres en sus propios procesos de maternidad.

Que la portada no engañe a quienes piensen que la maternidad es tan mágica como en el mito de Rómulo y Remo. Se presenta un libro salvaje: interpela y pone a prueba los instintos de maternidad y paternidad que, se supone, todxs hemos experimentado, por lo menos a través de nuestra ascendencia familiar. Ana Torres construye dos historias delicadamente traslapadas de maternidades que parecen ser muy distintas y, sin embargo, coinciden en su novedad, en su privilegio y en su lucha por relacionarse efectivamente con un nuevo vínculo.

Brenda y Vanessa son madres primerizas que se enfrentan a un error administrativo, una falla en el procedimiento médico o simplemente a una mala broma de la genética o el destino: sus bebés fueron intercambiados, de tal manera que, sin saber, una tiene en casa al hijo de la otra. Éste es un recurso que fácilmente podría haber caído en el lugar común, e incluso recuerda a la reciente Madres paralelas (Pedro Almodóvar, 2021); sin embargo, se mantiene auténtico y original en el libro por mostrar ambas historias desde una primerísima persona que va de la felicidad completa al desgarro emocional y logra mantener un registro coherente de sus protagonistas.

Con ecos de Jazmina Barrera, Brenda Navarro y Rivka Galchen, Ana Torres construye una apasionada ficción que por momentos se da el lujo de convertirse en ensayo, diario, epístola o epitafio. En las páginas se derraman dolores contenidos, preguntas curiosas y búsquedas morales por la maternidad ideal. En el libro hay búsquedas de todo tipo: de los bebés, del autoconocimiento, de la sanación de heridas familiares y de la conformación de comunidades de apoyo.

El cambio de los bebés se da a conocer por la meticulosa curiosidad con la que Brenda atiende su propia cesárea. Cuando se lo dan por primera vez, nota que Ignacio es igual a su padre: blanco y de ojos azules, aunque después su tez parece haberse vuelto más morena. Su entorno le hace dudar de la veracidad de esos primeros recuerdos como madre y, durante toda la novela, Brenda se enfrenta a esas tensiones entre el instinto y la crianza, entre la presión social y el significado subjetivo de ser madre.

Ese debate también lo comparte con Vanessa, un personaje contradictorio que inicia su maternidad con nociones un tanto superficiales y efímeras sobre sí misma; mismas que irá ajustando de acuerdo a la fuerte relación que construye con Cristiano, su hijo que resulta no serlo al mismo tiempo que sí lo es.

Brenda y Vanessa, Ignacio y Cristiano se entrelazan directamente por la fortaleza y convicción de sus vínculos, pero indirectamente por los complicados caminos de la consanguinidad. No es coincidencia que ambos partos fueran a través de una intervención quirúrgica, pues la cicatriz en la novela no puede cerrar hasta que ambos tipos de entrelazamiento coincidan en uno solo: el vínculo supuestamente natural entre madre e hijo. La autora no es determinista al respecto, tanto que las pruebas de ADN pasan a segundo término y el verdadero punto de la historia es que la crianza puede ser un vínculo en sí, tan fuerte como cualquier otro.

La resolución del conflicto es justa pero agridulce. Al inicio y al final de la novela ambas madres sufren pérdidas irreparables y en ese sentido hay un cierre redondo y concluyente. Queda imaginar los siguientes pasos de sus duelos, de sus crianzas y saber si explicarán el conflicto a sus hijos mayores.

Fíjate que cuando eras bebé eras otro y yo no supe, pero sí supe y te quise. Luego te regresaron y fuiste tú, y te quise por igual, pues yo te he querido siempre, te quise cuando eras otro y también cuando eras tú.

ANA TORRES, SI LOS BEBÉS CAMBIAN DE COLOR, EDICIONES EN EL MAR, PP. 186-187.

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