Carmen Boullosa: la herida sigue abierta en su poesía

La herida está abierta. La armonía está rota y sólo queda la fantasía del orden de las palabras, así como la inspiración de los versos. Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954), escritora apasionada y poeta sagaz, desnuda la lesión, lacera, evita que cicatrice y provoca que continúe “cada día más viva a la manera de la llaga, / altiva y voraz”. Desde la visión fresca y pertinente de una nueva época, la colección Material de Lectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) recupera a una Boullosa inquebrantable pero frágil, franca pero esquiva, encendida pero cautelosa. Con esa cuidadosa recuperación, la herida queda a flor de piel, ahí, disponible para que cualquiera eche sal y disfrute del dolor.

Bien advierte la nota introductoria escrita por Julio Trujillo: “No leas si no sabes qué hacer ante una tormenta de palabras que en realidad te están leyendo a ti, desprevenido, desprevenida”: masoquista benditx quien decida sumergirse en las profundidades de sus propios afectos. La selección de poesía contenida en esta edición se siente abrupta como el agua fría. La voz poética interpela sin filtros. Yo, tú, él, ella, autora y público lector conforman un ménage a medio camino entre la pasión y el humor, el fuego y el aire.

El disparo de salida es “Abierta”, poema en el que veintisiete partes componen una búsqueda lasciva de la pasión, el amor y el ser en sí, todos perdidos por la apertura de par en par del corazón, la vida. La luz, el metal, el agua, la marea, la carne y la corteza son elementos que logran conservar el secreto de los sentires, al mismo tiempo que revelan la compleja composición del deseo: “tu deseo es el aspa indomable / que un día cualquiera talló en este sitio / lo que llevo yo por cuerpo”. Las metáforas son mordaces, directas y corrosivas, se extienden hasta espacios inusitados, desbordan el papel, se vuelven figuras literarias inflamables, bombas de tiempo.

Las llamas siguen desencadenadas y apenas hay tiempo para respirar cuando llegan “Otra vez el fuego…”, “Salvaja” y “Niebla”. Estos poemas funcionan como un proceso de duelo. Boullosa invita a reconocer la lumbre: “¡Nada puede ayudarme! / ¡Vencida estoy por ti, / por ti fui por mí abandonada!”; a gritar, correr e irse, aun sin voz y sin pies: “Cuando escribo esto es porque la rota bestia / la salvaja que soy yo / por los aires / me he ido”; pero, más importante, invita a huir de la niebla, del sol y de todo si es necesario: “No habrá tiempo. No seremos viejos. No moriremos. No dejaremos nunca de besarnos. / No te veré a ti, ni tú a mí, fascinados por el rito negro de los escarabajos”. 

Hay evasión premeditada en los versos en aras de contener la quema en una hoguera, que, sin embargo, se extiende incontrolablemente hacia arriba y hacia abajo. Los poemas se detienen, toman aire. El fuego necesita oxígeno para seguir ardiendo y Boullosa, quien estuvo a cargo de la selección, se aprovecha de ello para dar golpes acaso más contundentes. Las estrofas dejan descansar su contenido para explotar después en otro poema, en otro libro, en otro tiempo.

Después del incendio —que no era el poema, sino su lectura—, aparecen reflexiones dedicadas a la patria, ésa de límites arbitrarios que alberga la contradicción abordada en los versos de La patria insomne (Hiperión, 2011). Boullosa no es optimista; de hecho, su crudeza es la firma más notable de su voz angustiada. Se pregunta por el futuro de la patria, qué queda después del humo que se convierte en aire tras la dinamita:

Tu masa más densa,
más austera,
más sólida,
más real,
puede comprimirse y caber en un dedal,
o en el bordado de aquella blusa.
Que estés ahí, no hay duda.
¿Pero a dónde vas?

Carmen Boullosa, Material de Lectura, Poesía, UNAM, p. 30

La duda se conserva. La herida sigue abierta. Y, con todo eso, debemos seguir. La vida cotidiana surge de lo profundo; ahora te mira a ti. Boullosa no teme usar la sorpresa y la ironía que contienen las banalidades. Se preocupa por la muerte de una aplicación y llora su renacimiento a cargo de Silicon Valley. Se le quema el arroz y la tragedia se esparce como las esporas de las bacterias que descomponen los cuerpos. Le sale una úlcera, un fuego en la boca, y escuece como las desapariciones forzadas. Versifica trabalenguas, barre su azotea. Y, sin embargo, arde.

Las conclusiones son que no hay cierre, que hay violencias que no expiran, y que siempre habrá heridas sin cicatrizar. ¿Qué hacer si la llaga supura? El Material de Lectura de Carmen Boullosa es un antiséptico que provoca el doloroso, aunque necesario, fervor para eliminar a los microorganismos e impedir su reproducción. Quienes se aventuren a leerlo deberán prepararse para afrontar la agonía de la desinfección, como quien expía sus pecados. 

Si quieres explorar la llaga, puedes adquirir el libro de Carmen Boullosa en la tienda digital de Libros UNAM o en las librerías de la Universidad.