Ensayista, académico, novelista y cuentista, Hernán Lara Zavala (México, 1946) es uno de los autores mexicanos con mayor trascendencia en nuestro presente. Su faceta cuentística —a propósito de la reciente edición hecha por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para Material de Lectura— brinda el pretexto suficiente para acercarnos a su narrativa, rica en recursos y temas, además de versátil respecto a sus motivaciones.
La nueva época de Material de Lectura —colección nacida en 1977, por lo cual su trayectoria cuenta ya con más de 40 años— incluye diversas voces y pensamientos, no sólo de México, sino de todo el orbe. Cabe, pues, celebrar esta etapa refrescante de una de las propuestas editoriales más importantes de la UNAM. El autor que esta vez nos congrega brinda tres muestras disímiles, aunque sumamente dignas de una atenta lectura por su manufactura, en el número 140 de la colección: “A golpe de martillo” —relato recogido en De Zitilchén (1981)—, “El guante negro” y “Desayuno con champaña” —ambos forman parte de El guante negro y otros cuentos de 2010—.
“A golpe de martillo” cuenta la historia de Antonio, dueño de La Embajada, una tienda local donde trabaja Álvaro, fiel secretario del negocio que, al notar la demora de su patrón, va en su búsqueda con una convicción detectivesca. Enseguida, el dueño de la tienda aparece en escena: había decidido visitar la tumba de su padre después de haber ido a La Vencedora, una cantina del pequeño poblado. En el campo santo, Antonio recuerda algunos pasajes dolorosos de su niñez, el desdén y el desamor de su padre, al tiempo que golpea con un martillo en su tumba:
¡Papá, papá! Sé que me estás oyendo donde quiera que estés, […] este martillito era tuyo y lo cargo siempre como un recuerdo vivo de ti, es la parte tuya que llevo conmigo.
Hernán Lara Zavala, Material de Lectura, Narrativa, UNAM, p. 8
Entonces aparece Álvaro, después de un arduo peregrinaje por el pueblo en aras de encontrar a Antonio. Lo restante de la historia, a mi juicio, merece ser leído sin mayor intervención crítica, con el fin de salvaguardar el desenlace. No obstante, cabe destacar algunos rasgos considerables.
Este cuento conjuga la cotidianidad de los espacios y la sencillez de los personajes con el misterio de la sugerencia. Fiel al iceberg de Ernest Hemingway, Hernán Lara Zavala nos muestra tan sólo una parte del significado con el propósito de encubrir elegantemente toda explicación evidente o lógica de la trama. De ese modo, obliga al público lector a generar más de una interpretación posible sin la necesidad de excluir unas u otras.
La embriaguez, como efecto común, orilla a Antonio a revisitar el pasado, sus recuerdos y sus dolencias. Al mismo tiempo, le permite presenciar, en una escena alcucinante, cómo distintas personalidades del pueblo cobran vida: “el Chuga”, Néstor Cervera, Alvar Buenfil, William Rosado…, un desfile de nombres continúa con la narración y nos sitúa, como lectorxs, en un entramado icebergiano y laberíntico con tintes surreales, casi oníricos. Sin embargo, la presencia de Álvaro ancla la narrativa nuevamente al plano de lo “real” y es ahí donde se presenta la punta del iceberg para cerrar con la historia.
“El guante negro”, por su parte, denota la presencia clara de James Joyce y Nora Barnacle, cuya influencia en nuestro autor resulta innegable. La historia transcurre durante junio de 1904 en Dublín, Irlanda. Herr Satan y Petit Mefisto, personajes protagonistas, comparten una característica en común: el apetito y la atracción sexual. Herr Satan conoce, casi de manera fortuita, a Petit Mefisto, una recamarera del Hotel Finn —acaso la apócope del Finnegans Wake de Joyce—. Después de una primera cita no concretada, Herr Satan insiste en encontrarse con Petit Mefisto. Al día siguiente, frente a la casa de la infancia de Oscar Wilde, Herr Satan escucha los tacones de Petit Mefisto aproximarse hacia él mientras dilucida su silueta a lo lejos…
En este cuento destacan, al menos, tres recursos narrativos: el flujo de conciencia, la ruptura de los planos temporales y las descripciones. Es a partir de este último que se construye una tensión erótico-sexual entre los protagonistas, al grado de profanar lo sagrado y sacralizar lo profano: “Pero ahora acepta la lengua de Petit Mefisto con el mismo fervor y recogimiento con el que recibía la sagrada eucaristía cuando era creyente”. Otro claro ejemplo de lo anterior se muestra en la llegada de Petit Mefisto ante Herr Satan:
Busca, mira, observa no sabe por cuánto tiempo y de súbito vuelve a escuchar las campanillas que anuncian su presencia, como la del Santísimo durante la consagración.
Hernán Lara Zavala, Material de Lectura, Narrativa, UNAM, p. 21
Mediante esta plasticidad —ausente en “A golpe de martillo”, donde se apuesta por una mayor sencillez narrativa—, Lara Zavala construye una imagen joyceana del propio autor irlandés y de su amada. Si bien en el caso de Herr Satan no hay indicios nominales de James Joyce — pero sí descriptivos al inicio del relato—, es evidente la relación entre él y Petit Mefisto, cuyo nombre es igual a uno de la Casa de muñecas de Henrik Ibsen —es decir, Nora Helmer, la protagonista de esa historia—, aunque lo acompaña el apellido Barnacle: “¿Su apellido? Barnacle. ¿Como percebe? Así es. Ya verás que yo voy a ser el que se te va a pegar a ti como una lapa más que como un percebe, juguetea”.
Definitivamente, éste es uno de los cuentos mejor construidos por nuestro autor. Puede notarse el peso de una descripción para evocar imágenes o recursos como el flujo de conciencia para jugar con el público lector, situarlo en distintos periodos y hablarle a partir de diferentes voces, además de aprovechar los soliloquios con el propósito de insertar pasajes sumamente reflexivos en torno, por ejemplo, al arte y su constitución.
“Desayuno con champaña”, por último, exhibe una anécdota más emotiva y cargada de sentimentalismo. Es perceptible la posición social de nuestros personajes, inferida con mucha facilidad desde la lectura del título. La historia relata lo siguiente: Graciela llega junto a su esposo y sus hijos a un desayuno organizado por Emiliano y Esperanza, suegros de su hermana Conchita. El arribo a la Ciudad de México detona en Graciela una serie de recuerdos relacionados con Claudio, hijo de Emiliano y Esperanza, así como su historia de amor no consumada. Para entonces, Claudio había decidido seguir el camino del sacerdocio y Graciela continúa con su vida junto Simón, su marido. Sin embargo, las remembranzas revivirán preguntas del pasado y la nostalgia por la incertidumbre de conocer qué hubiera sucedido de haberse quedado con Claudio.
En este relato, los planos temporales oscilan con sutileza a fin de mostrarnos la historia entre Graciela y Claudio. El manejo de los tiempos se vuelve crucial, pues propicia el (re)conocimiento del otro desde el recuerdo, cuya principal consecuencia recae en el cuestionamiento del “¿Qué hubiera sido si…?”.
La ciudad, por su parte, tiene un peso medular en toda la narración. Desde catalizar lo vivido con anterioridad por los protagonistas hasta brindarnos un rompecabezas de la Ciudad de México —sobran las referencias a San Ángel, Coyoacán, Viveros, Universidad, Río Churubusco, Parque Hundido, Zona Rosa, entre otros lugares—, la urbe se convierte en un personaje más, con un peso fundamental para contextualizar y enmarcar la historia amorosa entre sus protagonistas.
Ciertamente, la narrativa de Hernán Lara Zavala —en concreto, su faceta cuentística— nos presenta a un autor con la flexibilidad necesaria para adecuar a placer sus registros y sus personajes. De esta manera, podemos situarnos en un poblado ficticio de Yucatán, trasladarnos a la Irlanda de principios del siglo XX en los zapatos de un Joyce ficcionalizado y enmascarado bajo otro nombre, o imaginar una postal del México de mediados de ese mismo periodo. La recopilación de Material de Lectura, sin lugar a dudas, logra su cometido: prueba a sus lectorxs que, mediante la brevedad, es posible conocer los amplios alcances de un autor. Es decir, “la parte por el todo” o la sinécdoque.
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