En la Ciudad de México lxs niñxs cada vez juegan menos en el espacio público. Yo me entero de esto cuando escucho las historias de juegos callejeros como las canicas, el bote pateado, el saltar la cuerda. El contexto urbano restringe el libre desarrollo de actividades lúdicas, establece zonas que dictan los límites del juego y castiga la transgresión de estos contornos. ¿Qué pasa si no jugamos? ¿Qué pasa si no miramos jugar? ¿Qué sucede si olvidamos que el juego es parte de nosotrxs? Como mínimo vivimos una vida muy triste y aburrida.
El fin de semana pasado mi mamá y yo visitamos la exposición «Más allá de los árboles» en el Museo Tamayo. La muestra es un inteligente ejercicio autorreflexivo a partir del cual el museo conmemora su aniversario número cuarenta. En la exposición se despliegan diferentes capas de la colección, el archivo y las historias que atraviesan y crean al recinto cultural. “Más allá de los árboles” inunda cada recoveco del museo, éste se viste de sí mismo y en un acto de reconocimiento de su performatividad se exhibe de adentro hacia afuera.
A mi mamá y a mí nos gusta mucho la obra y la figura de Rufino Tamayo, pero la mayoría de las piezas de su autoría dentro de esta exposición eran completamente nuevas para nuestros ojos. Dentro de esta lista quiero detenerme en dos pinturas que más que gustarme o llamarme la atención por algo referente a su visualidad, exigen toda mi consideración y ternura por su título: Juego de niños (aunque claro, podemos pensar en el título y en todo aquello que se encuentra fuera del marco que delimita la obra como parte del imaginario de la misma, pero ése es otro tema).
Como requisito para terminar la licenciatura en Historia del Arte, el año pasado realicé una investigación en torno al proyecto del artista belga-mexicano Francis Alÿs titulado Children’s Games (Juegos de niñxs). Se trata de una serie que hasta ahora se compone de más de treinta videos que registran a niñxs de diferentes partes del mundo jugando. Las actividades lúdicas que le interesa representar a Alÿs son juegos que utilizan el cuerpo, casi todos son reconocibles universalmente, o en su defecto, son bastante intuitivos. Los juegos se desarrollan en el espacio público de entornos cotidianos que, en varios casos, se insertan en zonas de conflicto o tensión política, aquellas que tanto conmueven a Alÿs.
Con este trabajo yo busqué dar cuenta de la potencia crítica que identifico en la serie Chidren’s Games. Consideraba que atender con seriedad el juego infantil y en general abordar las maneras en las que las infancias están en el mundo y construyen el mundo, es crucial para pensar las realidades que vivimos. La palabra seriedad la usaba aproximando su sentido al de responsabilidad o dignidad porque creo que parte de lo emocionante del juego es, precisamente, su capacidad de no ser serio.
En el siglo XVI, el pintor del renacimiento flamenco Pieter Brueghel el Viejo pintó una pieza que se titula Kinderspelen, es decir, Juegos de niños. En ésta aparecen decenas de niños y niñas de distintas edades que se apropian del espacios público a través de diversas actividades lúdicas. Podemos observar el uso de muñecas, máscaras, piñatas, aros y niñas haciendo remolinos con sus faldas.
La pieza de Brueghel el Viejo recibió la atención del artista y pensador Karel van Mander a principios del siglo siguiente, quien describió lo que aparece en la pintura como “innumerables pequeñas alegorías”. Estas palabras las retomó recientemente el curador Cuahutémoc Medina en un texto sobre Children’s Games de Francis Alÿs. En efecto, ambas obras dan cuenta del potencial metafórico y simbólico que se entrelaza en los juegos infantiles.
Francis Alÿs cuenta en una entrevista con Medina que años después de empezar Children’s Games recordó que cuando era niño visitó el Museo de Historia del Arte de Viena y se encontró con el cuadro de Brueghel el Viejo. Pareciera que la pintura se quedó grabada en la mente de Alÿs e impulsó de manera inconsciente la creación de su obra.
Como parte de los comentarios que recibí por parte de mi asesora, la Dra. Marian de Abiega, a la hora de presentar los resultados de mi investigación, destacó la existencia de una serie de óleos del pintor y grabadista español Francisco de Goya (1746-1812) sobre juegos infantiles. No se sabe con certeza bajo qué contexto Goya pintó estos cuadros, pero se supone que significaron un importante apoyo económico para el pintor que se encontraba iniciando su carrera. Existen más de una reproducción de las diferentes pinturas de esta serie en donde miramos a niños buscando nidos de pájaros, jugando a los toros y, también, a la guerra.
Niños jugando a los toros Niños buscando nidos Niños jugando al balancín Niños jugando a los soldados
He decidido reunir estos diferentes ejemplos de representaciones para traer a la luz la riqueza misteriosa del juego infantil que atenta contra la linealidad y la racionalidad. El juego siempre ha estado presente y aunque adquiere formas muy específicas del contexto dentro del cual se desarrolla, expone brutalmente cierta universalidad. El juego nos confronta con lo paradójico, lo irresoluble, lo gracioso y lo terrorífico. Estas obras de arte pueden servir como un registro polimorfo del juego, así como espacios para conmovernos y seguir jugando.