Ilustración de Carlos Gaytan
Los viernes y sábados, de ocho dos a ocho, bajo el puente de la Glorieta de los Insurgentes, personas de la comunidad LGBTTIQ+ intercambian ropa, comida, diseños, fanzines, dildos, libros y maquillaje. La Tianguis Disidente reapropia el espacio público para plantear una alternativa segura para la diversidad sexual de los alrededores. Los muros y los suelos están intervenidos para recordar a los heterosexuales, siempre curiosos observadores, que ya no somos un manojo de ramas agrupable para hacer arder.
Lxs asistentes, entre quienes se encuentran menores de edad, denunciaron un ataque perpetrado por supuestos comerciantes de la calle de Génova el 23 de septiembre de 2021. Palos, tubos y paraguas —perfecta alusión al falo represivo— fueron usados como herramienta material para golpear y dominar a los colectivos que truequeaban en el lugar.
Lejos de estar en manos de grupos de choque —marionetas puramente violentas y apenas organizadas de los intereses políticos— la agresión se gesta en todas las matrices ideológicas, culturales y económicas de lo social: el heteropatriarcado, en ocasiones disfrazado de “comerciantes”, en ocasiones disfrazado de policías y en ocasiones disfrazado de cosas gay-friendly. Es curioso, el poder se trasviste y se balancea en el escenario público, ¿no le cagaba el drag y el vogue? Ah, claro, ¡sólo le caga cuando es ejecutado por sujetxs que se enfrentan a las lógicas dominantes!
Basta con voltear a ver cualquier rincón en antros, bares y sitios de la diversidad sexual para descubrir la invasión del poder normativo, a veces de primera mano, en todos los lugares aparentemente salvaguardas de la disidencia. En Zona Rosa hay más áreas para consumir que espacios seguros, y el ataque de odio en contra de lxs compas hace pensar en la dificultad de (de)construir, colaborativamente, este tipo de espacios. El objetivo no se reduce a tener un sitio para intercambiar en la Ciudad de México, más bien se expande hasta abarcar la edificación de lugares y conceptos seguros: en la familia (invento disciplinario creado para reproducir la fuerza de trabajo), en la escuela (sitio de encierro), en el trabajo (lugar de mera producción capitalística), en el hospital (clínico y psiquiátrico), en la cárcel (dispositivo de represión), en el tianguis, en la calle y en cualquier lugar. El verdadero objetivo es reapropiar, afirmar y desterritorializar, crear a partir de las líneas de fuga.
El Estado, las patéticas fuerzas del orden y la ley han demostrado no estar ahí para liberar, sino para oprimir, y aunque cada vez la opresión se disimula más, los poco originales impulsos del poder no dejan de expresarse en sus formas más directas. El encapsulamiento de la protesta contra integrantes de La Tianguis Disidente cometido por policías de la Ciudad de México es una clara muestra de que no se trata de esperar tranquilamente las respuestas institucionales.
No es justo condenar todas las vías de “solución” ofrecidas por el Estado, pero la diversidad sexual necesita armarse con sus medios, herramientas y cuerpxs para organizarse desde la rabia y combatir las agresiones. No vale aquello de que responder sería rebajarnos a su nivel, pues ya aprendimos: no hace falta mucho para ser atacadxs, reprimidxs y encarceladxs. Necesitamos aprender autodefensa, usar el krav magá feminista, llevar con nosotrxs armas no letales pero inhabilitantes, formarnos en el arte de las molotov, practicar sparring (de boxeo y filosófico) entre nosotrxs y defendernos ante los cada vez más discretos embates de esa estructura dominante.
La posibilidad de sentar las bases en el presente para construir espacios seguros depende, sobre todo, de la capacidad de imaginar los caminos a través de los cuales podemos fugarnos de las ficciones heteropatriarcales represivas. No debemos permitir a la heterosexualidad del poder despojarnos también de la capacidad de imaginar y problematizar nuestra propia resistencia, nuestro propio deseo. Armémonos, material y conceptualmente, prendamos una molo y arranquémosle los huevos al capitalismo hasta que todos los títeres de su estructura sepan que no tenemos miedo y que ninguna agresión, ninguna afrenta, quedará sin respuesta.
Ilustrador: Carlos Gaytan Tamayo (Ciudad de México, 1999). Estudia Ciencias y Artes para el Diseño en la UAM Azcapotzalco. Formó parte de varias exposiciones colectivas de cartel en su universidad. Algunas de sus obras ilustran artículos de Cultura Colectiva. Su trabajo se inspira en diversas técnicas y se encuentra en el diseño gráfico y la ilustración.