A veces vivir duele, pero una quiere seguir viviendo tal vez por curiosidad y esperanza de que todo cambie.
Carmen Serratos Chaverría
El sábado N pasó por mí al medio día. Mientras la esperaba le compré un ramo de flores secas de esas en tonos púrpuras y violetas que no necesitan agua y por meses se mantienen firmes sin la necesidad de muchos cuidados. En el camino nos compartimos buenas y malas noticias mientras escuchábamos pop de los 2000s e intentábamos seguir el navegador para no perdernos. Ya en la colonia Escandón buscamos dónde estacionar el coche de N, el cual es pequeñito, pero no lo suficiente como para que la estacionada deje de significar una preocupación. Caminamos unas cuadras y llegamos a Salón Silicón, galería que se dedica a promover el trabajo de artistas mujeres, cuirs y/o miembrxs de la comunidad LGBTI+. Era el último día de la primera exposición individual de Carmen Serratos Chavarría (@cejas_del_mal_) «Un día me despertó mi llanto y otro mi risa», a la cual tanto N como yo le traíamos muchas ganas.
Visitar espacios expositivos con amigas —quien lo haya hecho no me dejará mentir— es una de las mejores maneras de tener contactos con el medio artístico, especialmente cuando llevas tiempo sin verlas, o cuando se encuentran en proceso de conocerse o reconocerse. Compartir un espacio repleto de objetos a observar, tocar (a veces a escondidas), escuchar, pocas veces olfatear o probar y respecto a los cuales pensar e imaginar, crea también un nuevo espacio invisible en la amistad que tienes con alguien y hay que saber aprovecharlo. En el caso de mi amistad con N, terrenos intangibles donde compartirnos desde la vulnerabilidad han sido protagonistas para su desarrollo, por lo que nos hemos vuelto muy adaptables a diversos escenarios y lo que estos nos proponen.
Vimos las piezas cuyas imágenes ya conocíamos por seguir el trabajo de Carmen de cerquita. Primero los vestidos/delantales hechos de envolturas de jabón ZOTE y de detergente FOCA y blanca nieves que cuelgan de escobitas coloridas, los cuales son vestigios del y evocaciones al trabajo doméstico de Carmen y su mamá. N, quien también cose, se fijó en los detalles con listones en forma de zigzag en algunas partes de las prendas y me enseñó lo que es un bies (la cinta de tela doblada por la mitad que se agrega en las orillas de un textil). Yo recordé las escobitas de juguete que tenía de niña y las dos comentamos que ZOTE era la única de esas tres marcas con la que teníamos algún vínculo emocional fuerte.
Después vimos el estandarte tejido hecho de pedazos de trapo y trapeador que dice “sucio” y cuelga de un palo de escoba, para pasar a una cajita tipo exvoto con esculturas en cerámica de arcángeles que lavan ropa y destapan escusados. La obra de Carmen Serratos juega con las similitudes entre la purificación como concepto religioso y la limpieza como acto cotidiano. N y yo platicamos sobre telares, nudos, escultura, cerámica, esmaltado y cajitas, ella me contó que tallar una barra de jabón ZOTE para una clase le provocó mucha alergia.
Pasamos a la pieza estelar de Carmen y la favorita de N y mía, sus tortillas con frases bordadas en hilo rojo. “ME DA MIEDO EL FUTURO”, “NO TENGO GANAS NI DE ESCROLEAR”, “NECESITO SER VALIENTE”, son algunas de las expresiones que anuncian las tortillas agrupadas como constelación en una tela blanca enmarcada por una puntilla del mismo hilo rojo. Hablamos sobre la conservación de las tortillas y nos preguntamos si las diferencias de tonalidades entre algunas tendrían que ver con el tiempo que llevan existiendo o con si son de diferentes tortillerías.
El hilo rojo que atraviesa de ida y vuelta las tortillas de maíz, formando palabras que me atraviesan también de ida y vuelta, me lleva a confesarle a N algunos secretos. Nos encontramos por un buen rato solas ella y yo en un espacio pequeño rodeadas de objetos que evocan tanto a la más común de las actividades como a las más terribles angustias y los más profundos sueños. Queremos limpiarnos las dos, purificarnos y crear, juntas y separadas. Hablamos de como crear es siempre un diálogo.
Miramos muy de cerca los pantalones que días antes vimos a Carmen usar en una foto, hechos con tela plasticosa de mantel y flecos de trapeador en la parte inferior que les dan un toque muy vaquero. N me comentó que compró unas telas del mismo estilo y que no sabe aún qué hacer con ellas. Vimos por último el libro del tomo I de la obra de Schopenhauer intervenido por Carmen con rayones que en la portada rezan “CHINGA TU PITO PENDEJO” y en la contraportada recitan la letra del «Aserejé» de las Ketchup. N y yo nos reímos mucho.
No sé qué tanto tenga que ver con la pandemia, o con el espacio expositivo, o con la obra de Carmen, pero de repente ir con una amiga a una exposición me pareció una experiencia tan cotidiana como mágica y poderosa. Entre texturas, colores, dibujitos, marcas, textiles, mucho trabajo y mucha creatividad, se abre un espacio imaginario a la disposición de una amistad para explorarlo, habitarlo e imaginarlo.