Por primera vez en más de cuatro décadas, el Palacio de Minería no abrió sus puertas a los expositores, escaparates, revistas, cómics y juguetes que cada primer trimestre del año conforman la aclamada Feria Internacional del Libro (FIL). No fue necesario el cubreboca ni la sana distancia y, desde luego, la venta física de libros quedó como un bello recuerdo de años pasados.
La programación de conferencias de la FIL no se detuvo, sino que aprovechó la modalidad en línea para acercarnos a escritores, editores, politólogos, economistas y demás expertos, quienes han versado sobre el espinoso panorama cultural y social que atraviesa al México del 2021. La pandemia, por supuesto, ha sido protagonista ineludible de estas discusiones, como las que se llevaron a cabo en las presentaciones de los libros La pandemia. Memoria gráfica (Germán Canseco, et. al., Ediciones Proceso) y Un virus sin corona: crónicas de la pandemia (coord. José Ángel Leyva, UAM), ocurridas el sábado 21 y el martes 23 de febrero, respectivamente.
El primer libro es una recopilación de fotografías capturadas a lo largo del área metropolitana del Valle de México, las cuales retratan las diferentes facetas que la crisis sanitaria ha tomado en esta zona. El segundo, por su parte, es una compilación de casi cincuenta crónicas reunidas a partir de una serie de convocatorias publicadas por la Universidad Autónoma de México, donde mexicanos de distintas regiones atestiguan su experiencia durante la cuarentena. Cumplido un año del inicio del confinamiento, ambos libros resultan necesarios para hacer un primer “corte de caja” a la pandemia, que nos permita reflexionar sobre los estragos que ha dejado.
La primera consecuencia, la más directa, ha sido la resignificación de la intimidad. Las decisiones sobre a quién visitar, con quién estrechar la mano o compartir una caricia han sido vedadas para todos por igual. De la misma forma, nuestras habitaciones se han convertido en un espacio difuso donde el reposo, el trabajo, la convivencia y el acceso a la cultura (como este caso) se mezclan indiscriminadamente.
Para los afortunados que no hemos encontrado mayor problema en permanecer resguardados en casa, la transformación de las relaciones personales o espaciales será acaso la más trágica evolución con respecto a la vida que conocíamos. Sin embargo, para una buena parte de México la situación no ha sido igual de próspera: el incremento de las brechas sociales es y seguirá siendo una de las más graves consecuencias de la pandemia.
“Estos textos nos van llevando por un ‘laberinto de espejos’ donde podemos mirarnos, mirar al otro, y a los muchos Méxicos que somos. Vemos a ese México heterogéneo donde conviven una serie de situaciones de vida cotidiana que son parte de deudas a nivel histórico, político, social y cultural”.
Marissa Reyes Godínez, coordinadora de la UAM, quien presentó Un virus sin corona.
Las crónicas de este libro se complementan perfectamente con las fotografías de La pandemia. Memoria gráfica, en donde se muestran con mayor contundencia los contrastes entre estos muchos Méxicos que la emergencia sanitaria ha evidenciado con poca discreción.
Éste comienza con fotografías de las azoteas pertenecientes a “personas adineradas que han decidido fundar nuevas civilizaciones con huertos urbanos, pasto verde todo el tiempo y pistas para correr”, según refiere Alejandro Saldívar, prologuista del libro. La siguiente página, sin embargo, rompe este encanto y muestra los estragos de la pandemia en los crematorios, los hospitales y la periferia de la Ciudad, “una zona que tradicionalmente exporta la mano de obra a toda la Ciudad y donde, además, los servicios son bastante deficientes: hay falta de agua, de luz eléctrica y de drenaje”, aclara el fotógrafo Miguel Dimayuga.
Los ponentes remarcaron que sólo los fotoperiodistas disponen del profesionalismo para acceder a los lugares donde a los demás nos exigen precaución, en detrimento del fenómeno conocido como fotoperiodismo ciudadano. Sin embargo, esto no significa que sea imposible para el resto de la población contar y retratar nuestras subjetividades en la pandemia. Los videos, las stories, las fotografías aficionadas y, por supuesto, las letras han sido nuestras mejores armas para hacer frente a la situación.
“En redes sociales, hemos leído verdaderas crónicas escritas para las redes sociales, de gente que ahí se desahoga. Esto hablaría, tal vez, sin un sentido peyorativo, de una democratización de la crónica”.
Hermann Bellinghausen, escritor y artista, quien presentó Un virus sin corona.
Poco a poco, estamos contando la historia de la pandemia, pero ¿por qué deberíamos seguir haciéndolo? Porque aquello que no se cuenta corre el riesgo de caer en el olvido, como es el caso de otros episodios de crisis como la pandemia de gripe española ocurrida hace un siglo. Porque, también, vale la pena retratar el momento en el cual comenzamos a pensar como sociedad, más que como individuos, con el propósito de reflexionar en el futuro en torno a cuánto nos hemos distanciado de aquellos que prefirieron mantenerse en el egoísmo. Finalmente, la historia de la pandemia se narrará en honor de aquellos quienes no lograron llegar hasta este punto, que seguramente hubieran dado todo por compartir sus propias experiencias.
Además, si nosotros mismos no contamos nuestra historia de pandemia, ¿quién lo hará? ¿Dónde estará el contrapeso a las cifras y a las decisiones gubernamentales? ¿Cómo aprenderemos de esto en el futuro?
La pandemia. Memoria gráfica y Un virus sin corona no sólo capturan el momento histórico que nos tocó vivir. En ellos también encontraremos un aliciente para no bajar la guardia y, por supuesto, inspiración para convertirnos en los narradores de esta historia cuyo final comienza a vislumbrarse.
La cuadragésimo segunda edición de la FIL Minería se llevó a cabo desde el 18 de febrero hasta el 1 de marzo de 2021. Consulta la retransmisión de sus eventos a través de YouTube y sus redes sociales. Cartelera y más información en su sitio web.