Un especial agradecimiento a aquellos que, directa o indirectamente, contribuyeron con la elaboración de este cuento-exhibición:
José Guerrero, Sofía Hernández, Joshua Córdova, Karla Baltazar, Catalina Pérez, Baphomet, los antiguos mesoamericanos y a todo el equipo de Revista Primera Página
Era en una noche oscura, tempestuosa, en algún momento de 2019. La quietud que llenaba los pasillos y las reliquias de uno de los museos más importantes de la CDMX se quebró súbitamente. Entre las vitrinas del recinto, un rumor lejano removió el interior de una pequeña y arrumbada estatuilla con la forma de un dios que, con el paso de los siglos, genocidios y catedrales, había quedado casi olvidado.
Una energía que había permanecido tranquila durante siglos comenzó a liberarse.
De un momento a otro, una silueta negra se encontró en medio de un lugar muy extraño, con figuras inmóviles parecidas a sus parientes, presas en anaqueles de cristal a prueba de balas, robos y recargones de niños. Entonces aparecieron, frente a sus ojos confundidos, restos de estatuas talladas en piedra, monumentos, artefactos antiguos y un extraño mural en donde se vislumbraba lo que parecía ser una serpiente y un jaguar luchando.
Nervioso y desconcertado, decidió salir del lugar chocando con letreros que pregonaban un irónico, casi burlón, “no tocar”. Comenzó a caminar entre los árboles de un bosque que juraba recordar infinitamente más grande (tendrá algo que ver con Tonatiuh y su calentamiento global), hasta encontrar una construcción implacablemente geométrica con una extraña inscripción: “Museo de arte contemporáneo”.
Recordó algo entre sueños, como si miles de personas hubieran estado hablando frente a él durante su letargo milenario. Recordó haber escuchado que esos objetos donde se había quedado dormido ahora se les conocían como “arte”, así que se preguntó qué clase de dioses habitarían ese “Arte contemporáneo”. Convencido, decidió entrar a averiguar más de las entidades del mundo actual. Mero interés por la juventud de hoy en día, dirían algunos.
Pero la sorpresa lo abatió después de unos minutos en el recinto. Todas las piezas que se encontraban en el templo del arte contemporáneo estaban deshabitadas. Se encontró con estructuras de metal, trozos de tela, cuerdas colgando, pintura sobre el piso, las paredes y el techo, pero todo completamente abandonado. Ni un solo dios presente. Ni de los nacionales ni de los barbones importados, ni siquiera de esos chiquitos que caben en la cartera.
Se retiró decepcionado de la última sala, más solitario que nopal en el desierto, pero camino a la salida se encontró con uno de esos estantes de rejilla llenos de folletos que la gente toma antes de entrar a un museo para tener con qué abanicarse. Escogió uno al azar y comenzó a leer lo siguiente:
UNA INTRODUCCIÓN A LA CONDICIÓN POLÍTICA DEL ARTE CONTEMPORÁNEO
¿Alguna vez ha notado que cuando visita una galería o museo de arte contemporáneo para sacarse una selfie y subirla a sus redes sociales no entiende nada de lo allí expuesto? ¿Se ha preguntado por qué cosas como una caja vacía de zapatos o un cerro gigante de pigmento azul son arte? O mejor aún, ¿por qué razón las personas que hicieron todas esas cosas, que no parecen ser muy difíciles, ganan mucho dinero y usted no?
Despreocúpese, ¡aquí se lo explicamos! Prepárese para leer, reír y sentirse inconforme un rato.
Breves pasos para entender el arte contemporáneo:
- La idea de Arte es un producto exportado de Europa. Parte de su origen proviene de las colecciones privadas de objetos raros como las cámaras de maravillas, gabinetes de curiosidades y los tesoros coleccionados por reyes, el clero y comerciantes adinerados. De ahora en adelante a estos insufribles personajes los conoceremos como las hegemonías.
- Es esencial comprender que no cualquiera puede pertenecer al círculo de élite del arte. Lo anterior puede deberse a muchas razones, pero al parecer la más poderosa es la lógica de mercado: Mientras menos artistas reconocidos haya más cara será su obra.
- Frecuentemente, los artistas que ocuparán un asiento en el sagrado Olimpo del arte contemporáneo poseen algún vínculo afectivo con aquellos que ya se encuentran dentro de dicha cúpula de poder. Es verdad que es posible lograr una apoteosis a aquel Olimpo sagrado, pero después de recorrer un laaaaargo camino de lágrimas y penitencias.
- Cuando escuchamos la palabra “artista” pensamos en una especie de semi dios mutante escogido por el mero mero, super dotado, emocional, sensible, incomprendido y capaz de convertir en oro lo que toca (por ejemplo, una caja de zapatos vacía). No se deje impresionar, esto es un cuento de hace dos siglos atrás. De hecho, uno de los actos más importantes del arte contemporáneo ha sido cuestionar esta historia.
P R E C A U C I Ó N. Si llegó hasta este punto, ya debe estar muy enojado, pero es importante aclarar que las lógicas de mercado y los vínculos afectivos no lo son todo en el arte. Si bien son trampolines que le ahorran a algunos muchas lágrimas, el arte contemporáneo es una disciplina que explora seria y rigurosamente el campo de lo sensible[1] desde la práctica, que produce y detona textos, experiencias, reflexiones y herramientas educativas muy ricas que nos llevan fuera de la academia (gracias a dios).
—Ya entiendo —exclamó Tezcatlipoca—. El dios de ahora se llama “mercado”, pero ¿quién es y dónde está?
Después de un rato, Tezcatlipoca decidió dirigirse a alguno de sus antiguos templos, pero enorme fue su sorpresa al descubrir que casi todos ellos ahora pertenecían a este nuevo y ausente dios, llenos de vitrinas y objetos costosos pero inertes.
Deambuló tristemente, hasta que se encontró con las ruinas de Tlatelolco, donde observó una gigantesca torre que nunca había visto.
Allí vio, en el piso 16 de dicha torre, a una mujer que portaba un dije de su piedra sagrada (la obsidiana) y a un demente que pregonaba haber soñado con Tezcatlipoca. Este personaje afirmaba haber dilucidado que su penacho era de humo, por lo que el dios pensó:
—¡Ellos se acuerdan de mí, deben ser mis súbditos!
Siguió al demente hasta su casa, quien afirmo que vivía en una de las zonas más temidas de la antigua Tenochtitlán.
—Ese debe ser el Mictlán —pensó.
Tezcatlipoca, un dios otrora temido y respetado, ahora olvidado; una deidad underground del destino, la oscuridad, lo invisible y lo marginal. Un dios alejado de las ideas eurocentristas que como ya no tiene nada que hacer (ni quién lo adore) decidió irrumpir en el mundo del arte. En parte porque gracias al arte (mesoamericana) su memoria se ha preservado, pero también (¿por qué no?) para dejarle bien en claro a diosito papá que a los dioses mexicas no se les mata tan fácilmente.
Decidió llamar a este nuevo templo Espacio limítrofe, ubicado en Iztapalapa, específicamente en la Unidad Modelo. Este lugar, administrado y dirigido por el capricho de esta deidad desde 2019, promociona y exhibe el “otro” arte contemporáneo; es decir, el marginal e invisible. Para ello, gestiona el arte de artistas emergentes ignorados por la hegemonía, desarrolla estrategias para contactar de nuevo con su querida gente, ya sea mediante talleres o eventos comunitarios, y muestra el trabajo de curanderos…, digo, curadores emergentes.
Como Tezcatlipoca es una deidad rebelde enfermiza y depravada, tiene una preferencia por los contenidos relacionados con lo siniestro, lo oscuro, los temas de alteridad,[2] todos ellos lejanos a la heteronorma, la blanquitud.
El recinto aparece y desaparece cada cierto tiempo para que no lo encuentren los inquisidores cristianos (esos con afición por quemarlo todo), pero también porque durante su triste deambular por el mundo Tezcatlipoca conoció los aquelarres europeos que sólo se juntan en determinadas fechas importantes para abrir un espacio en el tiempo sagrado, lo que le pareció una buena estrategia para desafiar las lógicas del dios mercado, bestia ávida de sacrificios monetarios.
¿Cada cuánto aparece? Pues cada vez que Tezcatlipoca quiere, cuando se alinean los planetas, en su cumpleaños, durante sus festividades o cuando se le ocurre algún pretexto.
Extrañamente, el individuo al que eligió Tezcatlipoca se decía curador (para sonar más trendy), es decir “el que cuida”[3], una especie de curandero que se dedica a cuidar objetos, a difundirlos y a generar discursos a través de ellos; en otras palabras, actos de reflexión y de exploración teórico-sensible al analizar la interacción espacial de unas piezas con otras y explorar sus posibilidades. Así, esto funciona como una herramienta que estimula a los visitantes a pensar en los ejes temáticos que le interesan y llevar la educación al reino de los sentidos en un formato espacial.
En el peculiar caso de “Espacio Limítrofe”, esta práctica se divide en dos ejes principales, por un lado, estudiar y, por el otro, difundir la obra de artistas visuales que habitan el Mictlán del arte contemporáneo, todo esto con el objetivo de hacer énfasis en la cultura como una experiencia que permita generar vínculos afectivos y restaurar distintas comunidades.
Resuelve las pistas para averiguar más a cerca de quiénes están detrás del malévolo plan llamado Espacio Limítrofe:
José Guerrero es un casi arquitecto, tampoco es urbanista ni artista, pero de pronto hace como que sí, le gusta jugar al nintendo y ser acuario, aunque no sepa un carajo de astrología.
Descubre las pistas ocultas en el diagrama de Espacio Limítrofe y visita su Instagram: _ _ _ _ __ donde puedes averiguar más de él. (Te damos una pista, el último carácter es un guión bajo).
Obedece la voluntad de Tezcatlipoca, descarga el cuento ilustrado y sus actividades dando click aquí.
***
Autor: Iván Méndez Vela. Ha dedicado parte de su vida a adorar los antiguos espíritus del mal, estudiar ocultismo, sus metodologías y estrategias para adaptarlas al arte contemporáneo. Es doctor en Ciencias Ocultas por la Universidad de Miskatonik, Arkham, Massachusetts, artista visual por la FAD-UNAM e Historiador del arte por la FFyL-UNAM. Para más información puedes visitar su Instagram @ivanmendezvela.
[1] Con sensible aquí nos referimos a los sentidos (olfato, gusto, vista, tacto y oído).
[2] La alteridad u otredad es el fenómeno social que implica el temor a lo diferente y sus implicaciones políticas en un contexto social.
[3] Según la RAE Curaduría procede del latín curator que significa tener cuidado de algo. Curador al mismo tiempo procede del latín cura, cuidado, solicitud.