Si Mozart, Verdi, Rossini, Puccini o Wagner resultan nombres familiares dentro del ámbito operístico, no ocurre algo similar cuando se trata de figuras como Cenobio Paniagua, Aniceto Ortega, Melesio Morales, Manuel Covarrubias o Ángela Peralta, todos ellxs compositorxs mexicanxs del siglo XIX. Sus obras han sido mayormente relegadas de la interpretación musical actual. Algunas piezas de estxs autorxs jamás fueron estrenadas, permanecen las partituras a la espera de ser puestas en escena o, incluso, se encuentran presuntamente desaparecidas; otras, llevan más de cien años sin ser escuchadas. Rescate, interpretación y difusión de estas composiciones, patrimonio cultural mexicano, es lo que, ante este panorama, se propone el proyecto Ópera: nuestra herencia olvidada.
Carlos Reynoso, cantante barítono de la Facultad de Música de la UNAM y corresponsable de la iniciativa, se hizo consciente de la omisión de la ópera mexicana cuando ingresó a la licenciatura, en la que se privilegia la música europea como eje rector de la formación profesional de lxs estudiantes. Sin embargo, el Taller de Ópera de la institución le permitió ampliar su panorama. En 2018, participó en el estreno mundial de Reynaldo y Elina (1838), de Manuel Covarrubias, y en 2019 formó parte del elenco de la puesta en escena Catalina de Guisa (1859), obra que, a pesar de haber sido bastante exitosa durante el siglo XIX y considerarse como la primera ópera de un compositor mexicano, Cenobio Paniagua, llevaba varias décadas en el olvido.
“Me sorprendió su belleza. Yo no esperaba nada en absoluto de la ópera mexicana y, sin embargo, me cautivó”, menciona Carlos en entrevista para Primera Página. Fue ahí cuando el cantante cayó en la cuenta de que existía un vasto repertorio operístico mexicano que no había sido interpretado y ante el cual la mayoría de los públicos e incluso de los propios músicos mostraba cierto desinterés. En ese sentido, reactivar la memoria de aquellas obras implicaba no sólo el reto de recuperar partituras y grabaciones de tiempos lejanos, o realizar una ardua labor de gestión para su montaje, sino también, y especialmente, cultivar el interés actual en ellas.
¿Ópera para qué? ¿Ópera para quién? Si en el siglo XIX la ópera se erigía ya como una actividad política y de recreación propia de las clases más adineradas de la población, poco ha cambiado el panorama contemporáneo en ese sentido. El velo de la llamada “alta cultura” constituye todavía un muro que continúa obstaculizando el que públicos más jóvenes o de diferentes ámbitos socioculturales se acerquen a la ópera, mucho menos cuando se trata de una de la que pocas referencias se tienen, como es la mexicana.
Por esto, resulta particularmente significativa la labor que desde Ópera: nuestra herencia olvidada se realiza en términos de difusión. En sus presentaciones se privilegia la modalidad del concierto didáctico, que supone el involucramiento activo de los escuchas y la utilización de prácticas pedagógicas. Además, recientemente, a través de sus canales de comunicación –como Facebook– se han encargado de impulsar un ciclo de charlas, precisamente, sobre ópera mexicana; mismo del que, por cierto, restan dos presentaciones más los próximos 21 y 28 de noviembre.
Enfocado hasta ahora en repertorio musical del México decimonónico, el proyecto se plantea la reinterpretación y estreno de arias poco o nada conocidas en distintos estados como son Guanajuato, Chiapas, Veracruz y Oaxaca, con lo que también se posiciona ante la centralización de la cultura y la falta de espacios más allá de la capital del país. Además, sus integrantes se valen de la virtualidad no sólo como una condición contextual, sino también como una potencialidad para llegar a más espectadores.
Ópera: nuestra herencia olvidada nos recuerda que la música constituye una expresión cultural que, más allá de brindar un importante conocimiento histórico del momento en el que fue creada, permite la reactivación y resignificación actual de sus discursos desde nuevas coyunturas que nos permiten pensarnos a nosotrxs mismxs. Acaso una de las grandes aportaciones de este proyecto es que nos insta a decolonizar nuestros referentes musicales y a resquebrajar lo que prevalece de los estereotipos en torno a la ópera.