Como un agujero negro, el capitalismo absorbe la energía hasta que “se come” todo lo que toca. Por ello, ninguna resistencia o ningún movimiento social y político puede iniciar desde él, entenderse en sus mismos conceptos y moverse con sus mismas prácticas. Encontrar, construir y sostener un espacio entre la tensión de la necesidad de producir para sobrevivir y también esté dedicado a descansar, cuidarnos y procurar el bienestar es un reto complicado; sin embargo, este es el objetivo al que se advoca Nuestra Venganza Es Ser Felices (NVESF), una colectiva de mujeres que busca que otras mujeres alcancen su felicidad lejos de las ideas del mindfulness vendido por el capital.
Hay una consigna feminista que dice: “Deberían estar felices porque lo que buscamos es libertad e igualdad, no venganza”. NVESF afirma que la “venganza” por la opresión y sufrimiento al que el patriarcado nos expone precisamente está relacionada con gestionar nuestras emociones y recuperar nuestro derecho a la felicidad como una acción política. Esta felicidad no viene de comprar cosas ni de productos milagro. No viene de rutinas de día y de noche, tampoco lo hace de tener una “actitud positiva” todos los días. La felicidad puede encontrarse y crearse a través del cuidado, de socializarlo, de hablar con otras iguales a nosotras en espacios seguros físicos y mentales. Esto es lo que ellas hacen.
NVESF reconoce y nombra las violencias y desigualdades que nos atraviesan: ¿Cómo no estar agotadas de sentir miedo todos los días? ¿Cómo no estar triste de a diario compartir imágenes de desaparecidas, noticias de mujeres asesinadas; de cada día enterarnos que alguna fue violentada, que alguna necesita ayuda para escapar de una situación violenta? ¿Cómo no estar cansadas y frustradas de no obtener reconocimiento por nuestro trabajo, del trabajo doméstico no remunerado ni compartido, de ser sistemáticamente invisibilizadas? En este contexto sombrío, pareciera que mantenernos tristes se suma como una opresión sobre las mujeres.
Karen Condes, Joanna Nuñez y Xareny Orzal se han propuesto este proyecto revolucionario para enfrentar el burn out y el cansancio causado por la militancia feminista. El activismo cansa: significa estar expuesta a una cantidad gigantesca de información desesperanzadora, a luchar por recursos, a vivir con miedo a represalias y con temor de perder la vida buscando dignidad para las mujeres. Encontrar fuerzas de forma colectiva y construir espacios para descansar son algunas de las afrentas que el feminismo siempre ha priorizado y que cada vez se vuelven más necesarias.
Un proyecto que nació como una obra de teatro se ha diversificado convirtiéndose en una iniciativa sólida que hasta el momento ha realizado diferentes intervenciones que involucran el teatro de títeres, encuentros para dibujar, bailes con amigas, y muchas otras actividades, todo para sostener nuestros afectos y redes con otras mujeres sin miedo, con libertad.
NVESF no es un proyecto feminista sólo por su objetivo y la composición de su equipo de organización: procuran una relación con el mundo y dentro de ellas diferente. El pensamiento, el trabajo, el proceso creativo y las acciones se hacen desde la perspectiva del cuidado de los cuerpos, los tiempos y la salud física, mental y emocional de todas las participantes.
Es muy común que los proyectos culturales, entre la precarización y la marginalización infligida por el sistema, se vuelvan espacios de autoexplotación y aquello diseñado para dar placer, se convierte en un lastre. Por ello, NVESF se pregunta y se preocupa por cómo la violencia afecta a la creación y a la producción, por lo que su apuesta es por el cuidado de la vida y no responder por impulso, sino de forma reflexiva y pensada. Se niegan a la hiperproductividad, por lo que le dan el espacio y la importancia necesaria a cada proceso para que estas metodologías también puedan ser compartidas con otras colectivas e iniciativas.
En su camino se han encontrado con obstáculos como el trabajo institucional, el cansancio, la censura y la falta de comprensión hacia los proyectos que trabajan con afectos. Su objetivo es alcanzar el bienestar de las mujeres, conciliar relaciones dañadas, sanar afectos lastimados de forma colectiva y encontrar maneras de resistir a la violencia. Han realizado trabajos en Ecatepec, uno de los municipios más violentos de México, a través de teatro que involucra al público, y también han organizado encuentros posteriores a marchas feministas, como la última del ocho de marzo de 2020. Otro de sus montajes, Neplanteras, se preocupa por el cuidado al medio ambiente, el reciclaje y se guía por la premisa de no comprar nada y trabajar con lo ya hecho.
Proyectos como Nuestra Venganza es Ser Felices nos dan esperanza porque nos permiten alejarnos del discurso de las industrias culturales hiperproductivas que sólo replican el discurso del capital y lo vinculan con el espectáculo para dar una perspectiva solidaria y sorora sobre la verdadera intención por la que nos organizamos y por la que hacemos esto, aún cuando todo pareciera estar en contra: Merecemos pasarla bien. Merecemos la seguridad. Merecemos la felicidad.