En La insoportable levedad del ser (1984), Milan Kundera explora los vínculos afectivos, que destruyen al individuo internamente para proyectarlo hacia un vacío o un sinsentido existencial. Como parte de la ligereza humana, carente de ideas o valores de peso, el ser moderno oscila constantemente en una búsqueda insaciable de completitud. El ideal, en diferentes casos, puede cristalizarse en distintas formas de encuentro: personal, familiar o amoroso. En todo caso, el hombre moderno busca. Alguien, en algún lugar (Deux moi, en francés) (2019), dirigida por Cédric Klapisch, aborda este tema desde un drama amoroso. Esta película forma parte de la selección del Tour de cine francés 2020.
Rémy (François Civil) es un hombre deprimido, sin un trabajo estable y carente de motivación en su día a día; Mélanie (Ana Girardot), una joven bióloga investigadora víctima de la soledad amorosa causada por su última relación. Ambos viven en París y experimentan el impulso —con mayor o menor intensidad— de conocer a ese alguien que modifique sustancialmente sus vidas. Las casualidades nunca parecieron tan posibles; sin embargo, ¿es posible que encuentren a su otra mitad?
En la 23° edición Tour de cine francés, pudimos conocer Un amor a segunda vista (2019), protagonizada por el mismo François Civil y Joséphine Japy. En ella, la conciliación entre los amantes se lograba desde la voluntad del amor romántico, incansable e impetuoso. En este caso, Alguien, en algún lugar enmarca a dos personajes muy afines desde su confeccionamiento psicológico y emocional, pero que padecen de una desconexión de vínculos afectivos que borran la voluntad amorosa y motivante de sentido. He aquí el gran valor de la historia.
La película de Cédric Klapisch no comienza con la anécdota clásica entre la pareja estereotipada, tampoco consuma el «vivieron felices para siempre», ni parte de la premisa de una relación en pareja estable. Más bien, el filme tiene tintes mucho más realistas y apegados a la (pos)modernidad que el ser humano experimenta, en gran medida también como ciudadano de las grandes urbes. El burnout laboral, la inserción de robots que remplazan la mano de obra, la vida académica, la insatisfacción del aislamiento, todos son temas que tangencialmente se abordan como guiños a una realidad que resulta más cercana que ficcional.
Al mismo tiempo, el juego entre la causalidad-casualidad permite al espectador generar empatía con el dinamismo de los personajes, quienes padecen de una monotonía cotidiana que buscan romper, desde el uso de las redes sociales sociodigitales o las aplicaciones para encontrar pareja. En este sentido, la levedad de los protagonistas se construye desde la ausencia de afectividad y los vínculos humanos superficiales, cuyo propósito es sólo el placer inmediato, sin una trascendencia humana que brinde o aporte sentido a la existencia.
Esta imposibilidad de estrechar lazos sociales —en mayor medida desde el punto de vista amoroso—, debilita la interrelación subjetiva entre las personas, lo cual puede generar a la larga un sentimiento de nostalgia y depresión, tal como lo experimenta Rémy. Mélanie, por su parte, anhela la calidez de los afectos y la realización profesional, ambiciones e ideales que bien pueden proyectarse también a la realidad.
La casualidad deja pistas sobre ambos. Sus encuentros en la tienda, en la farmacia, en los accidentes o en el metro pueden provocar impotencia en el público que sabe —con toda razón— que ambos pueden encajar adecuadamente entre sí en un mundo hiperconectado. En este sentido, Cédric Klapisch juega con los escenarios, las escenas y las situaciones para hacernos creer que esas casualidades bien pueden ser causalidades; por consiguiente y de forma natural, surge la pregunta: ¿Algún día podrán conocerse? La respuesta parece imposible de responder con certeza en ocasiones.
Por otro lado, visualmente la película es muy atractiva. La ciudad termina por convertirse en un símbolo que representa la modernidad y todas sus implicaciones. El director juega con los espacios y la paleta de colores para generar una sensación de contraste, idea principal de la película. Rémy y Mélanie son los contrapuntos que, al mismo tiempo, se reflejan en las imágenes de la película o en sus espacios, desde los edificios opuestos aunque al mismo tiempo conectados, hasta los espacios cerrados donde juega con colores cálidos y fríos, o el reflejo de una persona frente a tres espejos distintos.
Alguien, en algún lugar es un filme bien logrado, desde su concepto hasta su ejecución. Plantea, asimismo, un trasfondo importante del hombre moderno: su levedad en tanto relaciones humanas se refiere y la necesidad de encontrar las virtudes que asienten la existencia del ser. La película se estrenará el próximo siete de octubre en Cinépolis, y forma parte de la selección de siete películas del Tour de cine francés de este año. No te la pierdas.