Festival Ambulante se realizará este año vía internet. La pandemia de COVID-19 ha obligado a tomar medidas extraordinarias de prevención y, por ello, eventos de todo tipo han sido cancelados, pospuestos, o adaptados a las futuristas virtudes de la videollamada. En este contexto, el festival de cine documental buscará provocar la reflexión en estos tiempos difíciles, que nos exigen repensar nuestros valores y la ansiada “vuelta a la normalidad”.
Un documental marcó mi vida hace no muchos años. Koyaanisqatsi (1982), la primera parte de la trilogía dirigida por Godfrey Reggio, me cautivó con sus aceleradas tomas de la vida citadina. Hordas de gente se arremolinan a lo largo del Grand Central Terminal de Nueva York, con el mismo ritmo de una cadena de producción industrial; los rascacielos se enciman uno sobre otro, y sus cientos de luces configuran el espacio donde otrora se encontraba un cielo estrellado. El inicio de la cinta, con sus tomas aéreas de grandes formaciones rocosas, me hicieron pensar en cómo la majestuosidad de la naturaleza ha sido sustituida por el incansable ritmo de la modernidad.
Es difícil reflexionar en torno a nuestras acciones y nuestro paso por el mundo cuando somos partícipes del irrefrenable curso de los días. Pero las dos horas de Koyaanisqatsi me permitieron hacer una pausa, y observar ese incansable mundo desde los ojos del otro. Sin necesidad de palabras ni narración alguna, sólo con la fuerza de las imágenes y la música, comprendí cómo el desarrollo de la tecnología se ha acelerado a pasos agigantados, al margen de la naturaleza y, a veces, a costa de ella.
La cuarentena nos ha obligado a convivir día y noche con esta tecnología. El mundo de algunos se ha reducido a los límites de la pantalla. Nuestros trabajos, escuelas y proyectos, así como los afectos con nuestros seres queridos, se han convertido en un conjunto de pixeles. La pantalla ha sido la única ventana al exterior.
Pero dentro de este enclaustramiento, encontramos una oportunidad para el crecimiento y desarrollo personal que, probablemente, no hallaremos en otro punto de nuestras vidas. Es el momento para reflexionar acerca de nuestro lugar en el mundo, y especialmente del rol que ejercemos con relación al otro. El mundo exige un cambio; las personas demandan una transformación de las relaciones sociales, en busca de que predomine el respeto y se abandonen viejas estructuras de poder alimentadas por la violencia, que se basan en el desconocimiento de lo ajeno.
Es aquí donde entra el poder del documental como agitador de conciencias. El cine, a través de sus múltiples historias y visiones, nos sensibiliza y habla a lo más profundo de nuestras emociones. Pero el cine documental, además, debe provocarnos. El buen documentalista debe exhortarnos a la reflexión; a través de su mirada crítica, se ve obligado a aprovechar los terrenos fértiles de las conciencias para sembrar ideas, potencialmente generadoras de cambio. Si al terminar la cinta los límites de nuestra mente son los mismos, el documental no habrá servido de nada.
Los títulos de la selección de Ambulante 2020 nos recuerdan las problemáticas sociales que quizá se hayan difuminado a raíz de la pandemia. Silencio radio (Juliana Fanjul, 2019), cinta que inaugurará la programación, cuenta la historia de la periodista mexicana Carmen Aristegui para exhibir las dificultades del periodismo en México, atropellado por la corrupción y la violencia; Que sea ley (Juan Solanas, 2019) expone el curso de las luchas feministas en Latinoamérica; Jesús de México (Lina Lužytė, 2018) sigue la vida de un niño habitante de un barrio pobre en la Ciudad de México, para evidenciar los contrastes económicos de la gran urbe.
Es nuestra oportunidad de conocer nuevas voces del documental nacional e internacional. No veremos una nueva obra del referencial Michael Moore, tampoco la cuarta parte de Koyaanisqatsi, pero sí una pluralidad de miradas a los problemas sociales que aquejan a nuestro país, los cuales tampoco son ajenos a otras geografías. Está ante nosotros la posibilidad de “salir” de la pantalla y explorar el mundo; comprender esa visión del otro y, quizá, terminar la cuarentena para regresar no a “la normalidad”, sino a la vida cotidiana siendo «un poquito» diferentes. O podemos ignorar el festival y continuar con la rutina que abruptamente nos ha impuesto la cuarentena, lo cual también es aceptable. La invitación, de todas formas, sigue abierta.
Ambulante en casa se celebrará del 29 de abril al 28 de mayo. Su programación incluirá conversatorios, talleres, pláticas con grandes invitados y, por supuesto, un nuevo documental cada día, que estará disponible por 24 horas. Cartelera completa y más información en su sitio web.