«Kuessipan»: Más allá de la reserva

El libro VII de La República de Platón inicia con la que es, con toda seguridad, la alegoría filosófica más célebre de todas: el mito de la caverna, un planteamiento que cuestiona la manera en la que el ser humano se enfrenta a la realidad y a su forma de comprender lo que lo rodea. Interior, exterior. Oscuridad, luz. Objetos, ideas. Gran parte del pensamiento platónico se encuentra vertido en esta sutil imagen del grupo de hombres que observa sombras en una cueva.

Esta alegoría formulada por el filósofo griego puede ser tomada como una forma de comprender el planteamiento de Kuessipan (2019), película dirigida por Myriam Verreault a partir de la adaptación de la novela homónima escrita por Naomi Fontaine y que toma como escenario la vida propia de las comunidades indígenas canadienses.

La trama central del filme gira en torno a la relación de Mikuan (Sharon Ishpatao Fontaine) y Shaniss (Yamie Grégoire), dos jóvenes mujeres, amigas desde la niñez, pertenecientes a una de las reservas innu localizadas al noreste de Quebec.

Criadas bajo los preceptos sociales de un pueblo tan arraigado a su cultura como lo es el de los innu, las dos niñas crecen en el marco de una realidad sostenida por las ideas de pertenencia, comunidad, tradición. La cotidianidad revela las condiciones que implica la vida dentro de una reserva que busca preservar el carácter minoritario de su gente. Las fronteras ideológicas que delimitan Uashat-Maliotenam y «el mundo exterior» se presentan más infranqueables que cualquier otro muro. Las preguntas se cuelan por la mente del espectador: ¿Qué diferencia un refugio de una prisión? ¿Hasta dónde llegan los límites de la reserva?

Aun al ser inseparables desde la primera infancia, la antagonía y el contraste se presentan desde un inicio al mostrar a través de Mikuan y Shaniss dos manifestaciones diferentes de una misma realidad. Condicionadas por situaciones muy dispares, las vidas de ambas mujeres comienzan a desplazarse en sentidos opuestos.

En una constante lucha por llegar al sitio común en donde el cariño y la reciprocidad es el punto de encuentro, la amistad de las dos mujeres parece ser capaz de sobreponerse a todo. Sin embargo, todo esto cambia cuando, en una alegoría de la caverna platónica, las puertas simbólicas de aquella comunidad endógena son sobrepasadas por Mikuan al entablar una relación amorosa con un miembro ajeno a la reserva.

Nuevas luces inundan las imágenes de una realidad que pudiera parecer impregnada de los más severos contrastes. El arraigo que se contrapone a la migración. La tradición que se opone a la novedad. El resguardo que se opone a la integración. La libertad parece oponerse a la idea misma de una pertenencia nunca antes cuestionada.

Es entonces cuando el vínculo entre ambas jóvenes se vuelve un crisol en donde se vislumbran los conflictos que pueden embargar a un pueblo dentro de un contexto tan complejo como el del colonialismo americano y los pueblos originarios. Pero incluso más allá, en esa relación tan estrecha de dos mujeres que se ven enfrentadas por una antagónica visión del mundo es posible reflejar la búsqueda que a lo largo de la historia se ha tenido en aquella brecha entre generaciones, entre ideologías, entre sociedades.

La película entera gira en torno a estos enfrentamientos de perspectivas contrapuestas. Mientras que Mikuan sueña con salir de la reserva para ir a la universidad, Shaniss vive resignada a los sufrimientos a causa de un marido alcohólico y violento que para ella simboliza el concepto de resguardo. Mientras que para Shaniss el mundo parace acabarse con la torre de radio que está en el límite de la reserva, para Mikuan la vida se antoja más lejana, a kilómetros de las placas de hielo y de las cabañas al margen del lago.

El cuestionamiento platónico se hace presente constantemente, incluso cuando Mikuan es orillada a rebatir la perspectiva que se tiene desde el mundo exterior hacia adentro de la reserva. La adaptabilidad y la resiliencia parece ser el vehículo por el que transitar hacia un futuro más amplio y abarcador en donde puedan convivir las artesanías y los partidos de hockey, la cacería de caribúes y los regalos de Santa Claus, el pasto de Uashat-Maliotenam y el asfalto de Quebec.

Kuessipan no sólo pone sobre la mesa muchas de las problemáticas que giran en torno a las ideas de sincretismo y convergencia sino que lo manifiesta desde la perspectiva más íntima posible: a través de los lazos de dos amigas que la vida misma se ha encargado de estrechar hasta sus límites mínimos. La película busca nuevas salidas para los momentos de coyuntura que implica el mundo moderno en donde las antagonías se vuelven irremediables, pero que al mismo tiempo se nos presentan como un impulso capaz de desplazar nuestras fronteras internas, invitándonos a mirar más allá del límite de la reserva.