«Por la gracia de Dios» y los buenos católicos

«Éste es nuestro secreto» son las palabras que decía el padre Bernard Preynat mientras frotaba sus genitales en las espaldas de centenares de niños en la ciudad de Lyon, durante los campamentos scout que él mismo dirigía con el permiso de la Arquidiócesis de la ciudad.

Más de 60 testimonios acusan de abuso y acoso sexual al padre Preynat que siempre estuvo bajo el cobijo del Cardenal Philippe Barbarin, también amigo cercano del Papa Francisco y Benedicto.

Por la gracia de Dios es la historia de Alexandre Guérin que, por una pregunta sobre los posibles abusos del padre Preynat, comienza a recordar la cantidad de veces que el sacerdote lo acarició, besó y abusó. Al acudir al Cardenal Barbarin y ver que éste no contribuye para destituir a Preynat del sacerdocio, acude a las autoridades legales y destapa una coladera de más de cien casos de abuso sexual. Así, la historia pasa de un caso a otro hasta que convergen. De esta manera, tres hombres se dedican a encontrar más víctimas del padre Preynat y obligan a la diócesis de Lyon a dar la cara ante las demandas de víctimas, las cuales aumentan cada vez más. Así, esta asociación de hombres logran que el mismo Papa Francisco reconociera públicamente que hay un problema de pederastia muy severo dentro de sus autoridades eclesiásticas.

Los casos de abuso a menores por parte de autoridades, no sólo familiares sino también morales (como buscan serlo las religiones), causan un daño inimaginable en niños de cualquier edad. Los llenan de miedo, inseguridad y no se diga de una incapacidad para poder relacionarse sana y naturalmente con familiares y, en un posible futuro, con esposa e hijos. La afectación tiene alcances inimaginables. El abuso sexual es como una grieta que siempre estará abierta.

François Ozon siempre me ha conmovido, pero es con esta película y su anterior Frantz, que me ha demostrado que es un verdadero narrador de historias. Con Frantz logró un relato acerca de la culpa, las frustraciones del amor y la soledad; por primera vez el director se aventuraba a probar una fotografía en blanco y negro que hizo de su narrativa algo nostálgico, con un toque vintage que, lejos de parecer pretencioso, le otorgaba a su película una personalidad indiscutible.

Por la gracia de Dios también apuesta por una narrativa mucho más osada. La voz en off del actor en cuadro está leyendo cartas que poco a poco nos van describiendo la situación y el contexto de la víctima. De este modo, agiliza su ritmo para que el espectador entienda mucho más rápido de qué y quién está hablando. Esta forma de contar la historia le da una personalidad casi de documental, que le proporciona al tema una verosimilitud casi pulcra, pero también mantiene al espectador atento tanto en la imagen como en el monólogo. Al pasar a la segunda parte de la película se decanta más por la interacción de varios personajes, víctimas y victimario, además de entrevistas en conferencias de prensa. Hasta este punto, el espectador ya está enganchado con la historia, pero también con el contexto de cada uno de los personajes.

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Para su resolución, Ozon deja descansar al espectador con escenas menos acongojantes que dejan un espacio para la reflexión. Me fascinó que el director siempre fuera respetuoso con el tema. Nunca fue su intención ocasionar morbo en el espectador; mejor dicho, genera un nudo en la garganta en el público dentro de la sala por la situación de violencia constante en nuestro entorno, más aun en el caso de estos temas.

Por la gracia de Dios se distingue dentro de la filmografía de Ozon por salirse de los propios parámetros que el director demuestra en sus películas anteriores. Aquí explora algo novedoso que nunca había hecho, se atreve a generar una denuncia y, de alguna forma mucho más documental, presenta evidencias basadas en un caso real que tomó más de una década en resolverse. También lo verdaderamente importante de esta película es el valor informativo de los hechos: toda la investigación que el mismo director tuvo que hacer para contar una verdad, que, aunque sea llevada a la ficción, debía ser lo más real posible para evitar las divagaciones respecto al caso y no desvirtuar su valor social y legal.