El arte en general, y naturalmente también la arquitectura, es un reflejo del estado espiritual del hombre en su tiempo.
Mathias Goeritz
En la colonia San Rafael, desde el Jardín del Arte (si nos encontramos de frente al Monumento a la Madre mientras éste nos da la espalda), podemos observar a la izquierda una escultura prismática dentro de un edificio, cuya espigada forma e intenso color podrá remitirnos a las Torres de Satélite. Y no estaremos equivocados. En la calle de Sullivan, en el número 43, se encuentra el ‘Museo Experimental el Eco’. ‘El Eco’, como se le conoce, es un pequeño espacio expositivo, fruto de la amistad entre el interdisciplinario artista mexicano de origen alemán Mathias Goeritz y su benefactor Daniel Mont, fundado en el año 1953.
Actualmente, tras haber sido ocupado para múltiples funciones alejadas de la labor museística (restaurante, bar, teatro, sitio de encuentro con fines políticos), este enigmático espacio forma parte de la red de museos que se encuentra bajo la administración de la UNAM. Su propuesta, además de preservar el inmueble que es característico del legado arquitectónico de Goeritz, es invitar del arte contemporáneo a la reflexión y, como su nombre lo indica, a la experimentación sobre las diferentes coyunturas del presente, a partir siempre de la obra y/o conceptos de interés del ya difunto Goeritz.
La exposición que ahora alberga el museo es El animal herido, que conforma un diálogo entre catorce propuestas contemporáneas (trece artistas y un colectivo conformado por tres artistas) y dos obras de Mathias Goeritz. El título de la exposición proviene de una escultura que Goertiz realizó en los años cincuenta, con base en una experimentación en búsqueda de generar una iconografía propia que encarnara el espíritu de la posguerra. Varias esculturas talladas en madera fueron el resultado de esta exploración, una de las cuales, titulada El otro animal herido, se exhibe como núcleo temático en un pequeño cuartito dentro de ‘El Eco’.
El animal herido es una metáfora del ser humano deshumanizado, despojado de sus libertades, que habita un mundo contradictorio donde las promesas de progreso del pensamiento occidental han tenido efectos desgarradores universalmente. A partir de esta idea, tanto el colectivo como los trece artistas que componen el corpus de la exposición, crearon diversas propuestas artísticas que oscilan alrededor de la idea de El animal herido. Las obras reconocen las preocupaciones de Goeritz y sus contemporáneos: las apropian, las extienden y aterrizan en las circunstancias que las sociedades latinoamericanas afrontan hoy en día.
El espacio, que en sí mismo ya representa una experiencia emocional para el visitante, se ve ataviado de piezas que abarcan cuestiones de género, raza, clase y medio ambiente. De esta manera, se agrega una tercera parte interlocutora al diálogo que se establece entre la generación de posguerra y los artistas contemporáneos: nosotros como espectadores. Se nos invita a deambular por este espacio sin claves de lectura determinadas; si nosotros no lo deseamos, podemos acercarnos a las piezas sin enterarnos de nada más que de su nombre que se lee en una pequeña cédula. El recorrido es libre, abierto a las subjetividades, a múltiples direcciones y a nuestra propia emoción. Se incita a una aproximación más intuitiva que racional, pues todos tenemos qué aportar a las lecturas de nuestra realidad y cómo relacionarnos con la misma.
En la intimidad del sitio, conviven variados formatos que fueron ocupados por los diferentes artistas; desde una monumental instalación escultórica con movimiento, hasta pequeños tejidos a crochet, pasando por fotografía, collage, audiovisual, escultura, entre otras configuraciones artísticas. Cada una de las catorce propuestas, así como la obra de Goeritz, es única y se entiende independientemente del resto; sin embargo, nosotros como espectadores buscamos cómo conectarlas así como nuestra mente intenta asimilarlas en un mismo espacio. A fin de cuentas, El animal herido, médula del cuerpo expositivo, también somos nosotros.
Si hoy, desde el Jardín del Arte, volteamos a ver al ‘Museo Experimental el Eco’, situado en Sullivan #43, no solo observaríamos la escultura con forma de torre. De concentrar la vista lo suficiente, alcanzaríamos a ver también en el interior del edificio una enorme tela roja moviéndose a un ritmo pesado, la cual puede despertar nuestra curiosidad e invitarnos a entrar en el edificio, a conocer y reconocer al animal herido.
El animal herido en ‘Museo Experimental el Eco’
Sullivan 43, Col. San Rafael. Delegación Cuauhtémoc
18 de octubre, 2019 – 9 de febrero, 2020