Pedro Infante. Jorge Negrete. José Alfredo Jiménez. Javier Solís. Antonio Aguilar. Vicente Fernández. Íconos de la mexicanidad. Cantantes, actores y personajes públicos que han adquirido una categoría casi mítica dentro de la cultura popular. Cada uno más emblemático que el anterior. Cada uno más recordado que los demás. Mientras que sus canciones habitan en la memoria de los mexicanos, sus nombres están ya escritos en la historia de varias generaciones.
Pero detrás de los reflectores, muchas veces muy lejos de los grandes escenarios, existió otro grupo de personas de nombres casi inaudibles dentro del ruidoso mundo del espectáculo y de las salas de cine. La batuta detrás de cada acorde conmovedor. La pluma detrás de cada verso memorable. Casi en el anonimato se han quedado los compositores de muchas de las canciones que hoy se han vuelto ya todo un legado de la música mexicana.
Y aquí recordamos a algunos de ellos.
A mediados del siglo pasado, sucedió en el mundo un fenómeno hasta entonces sin precedentes. Con el conflicto de la segunda guerra mundial, los principales países productores de la industria cinematográfica se vieron obligados a redirigir sus recursos económicos, provocando una caída en picada dentro de las producciones en la pantalla grande. Dicho desequilibrio permitió que industrias de países en desarrollo incursionaran en el campo, facilitando así la creación y promoción de más y nuevo material cinematográfico.
Las producciones mexicanas fueron unas de los principales beneficiadas de esta nuevo generación del cine, ya que «El cine de oro mexicano» se volvió el más importante de todos los países de habla hispana.
De esta época surgieron la mayoría de los más icónicos cantantes y actores del país, y por supuesto, una gran cantidad de canciones emblemáticas del cancionero nacional. Y, sorprendentemente, muchas de ellas fueron creadas por la misma persona: Manuel Esperón, uno de los compositores más prolíficos de la música cinematográfica mexicana.
Autor de canciones tan icónicas como «Amorcito corazón», «Yo soy mexicano» y «No volveré», la labor del talentoso músico capitalino fue mucho más allá de la de escribir la música que aparecería en alrededor de 500 películas.
El maestro Esperón fue tanto el compositor como el consejero musical de una gran cantidad de cantantes, entre ellos Pedro Infante y Jorge Negrete, definiendo el estilo que más tarde se haría canon en la canción ranchera y el mariachi. Su renombre llegó a tal magnitud que llegó a componer para empresas extranjeras como la Metro Golden Mayer, la Paramount e incluso para el propio Walt Disney en la película animada Los tres caballeros.
Apenas una década después, dos jóvenes compositores aparecieron en la escena de la música regional mexicana. Por un lado, Rubén Fuentes, violinista clásico que impulsó la profesionalización de la música mariachi, y por el otro Cuco Sánchez, uno de los compositores más importantes de la música ranchera.
Fuentes, además de haber compuesto canciones tan afamadas como «La Bikina», «El son de la negra», «Cien años» y «Flor sin retoño», fue integrante activo y posterior director del Mariachi Vargas de Tecatitlán, así como arreglista de la mayoría de las canciones de José Alfredo Jimenez.
Y si vivo cien años, cien años pienso en ti
«Cien años» – Rubén Fuentes
Por su parte, Cuco Sánchez, autor de temas como «Fallaste corazón», «La cama de piedra» y «El mil amores», a la corta edad de 19 años comenzó a trabajar para la XEW de la mano de Emilio Azcárraga Milmo, popularizando el género ranchero a nivel nacional a través de un estilo muy similar al de la música de la Revolución, con una fuerte influencia de la vida rural y una lírica íntimamente ligada al pueblo.
En el ámbito de la canción romántica y el bolero, dejando de lado a los grandes cantautores como Agustín Lara, Roberto Cantoral y Armando Manzanero, existe la figura de una mujer tan misteriosa como importante en la conformación del género.
De María Grever, alumna del compositor francés Claude Debussy, se sabe muy poco sobre su vida; sin embargo, el legado que dejó en canciones como «Júrame» y «Te quiero, dijiste», entre otras 800 composiciones más, marcó un hito en la música mexicana. No sólo logró consolidarse como la primera compositora mexicana de talla internacional con sus colaboraciones en películas para la 20th Century Fox y la Paramount Pictures, sino que logró romper los estigmas de género tan rígidos que hasta entonces habían marcado la labor compositiva en el país.
Júrame
«Júrame» – María Grever
que aunque pase mucho tiempo
pensaras en el momento
en que yo te conocí
mírame
pues no hay nada
mas profundo
ni mas grande en este mundo
que el cariño que te di
Pero entre los músicos hay un lugar muy especial para la autora de la canción más importante que se ha compuesto jamás en México. Este sitió lo ocupa la talentosa pianista Consuelo Velázquez y su mítico «Bésame mucho», el fenómeno más famoso de toda la música mexicana.
Se estima que existen más de 1000 versiones cantadas en más de 20 idiomas diferentes de dicho bolero. Con versiones ejecutadas por músicos de todo género entre los que se encuentran Nat King Cole, Andrea Boccelli, Frank Sinatra, Plácido Domingo e incluso el grupo inglés The Beatles, «Bésame mucho» tiene el record de la canción mexicana más versionada y más representada de la historia.
La ironía plaga la música popular mexicana al notar que el nombre de muchos de estos compositores han ido quedando en el oblivion colectivo entre las generaciones de oyentes, permaneciendo únicamente su obra como mejor representación de la historia que cada una de sus canciones cuenta.
A través de incontables versos y melodías que rondan el imaginario de toda una sociedad, así es como se manifiesta la vida un poco menos célebre de los verdaderos creadores de la canción mexicana.