Había escuchado de Julia muchas veces en la Facultad pero jamás había tenido la oportunidad de cruzármela de frente hasta que compartimos la clase de Historiografía. Sin embargo, me sentía intimidada por la admiración que siempre he profesado a la manera en la que ha vivido el feminismo y su brillante análisis literario. Así que hablamos muy pocas veces hasta que el último día nos quedamos a platicar una hora después de que la maestra nos dejó plantadas.
Así empezó mi amistad con ella, cerca de los libros y del feminismo. Luego, nos encontramos en un programa de formación de escritores y editores en septiembre de 2018 en Querétaro y descubrimos juntas que un arcoiris puede ser una bonita metáfora de sobreponerse a sentirse terrible tras conflictos sentimentales. Julia escribió «La caja de Odara» para la antología de cuentos del programa y yo fui asignada como su editora.
Desde que recibí el original, de ocho páginas y con una estructura que no entendí hasta la segunda leída, supe que Julia había sentido mucho cuando lo escribió, pues era un cuento de amor fresco y más complejo de lo que parecía al principio. Hacer ese libro junto con Julia fue una de las mejores experiencias que he tenido. Le escribía seguido para preguntarle si le parecía que mis correcciones eran adecuadas o le hacía sugerencias para cambiar algunas frases. Hacer un libro con Julia y las otras amigas que hicimos fue algo que quisiera convertir en un pasatiempo.
Los círculos femeninos han estado tan vinculados a la cultura de libro que probablemente, si pensamos en un club de lectura, quizá lo primero que se nos venga a la mente sea un grupo de mujeres adultas leyendo juntas una novela rosa y reuniéndose semanalmente para tomar el café. Sin embargo, las mujeres también han participado activamente construyendo círculos de escritoras y ayudando a otras a integrarse a los círculos literarios masculinos (aunque sea esto una redundancia).
Las mujeres escritoras, en su mayoría, no llegaron y se abrieron paso en el mundo literario de primas a primeras, sino que necesitaron de otras mujeres que ejercieron políticamente una solidaridad hacia ellas, es decir, que ejercieron la sororidad. Editoras, gestoras culturales, mecenas o simplemente amigas que ayudaron a otras a incorporarse al circuito de circulación literario y que buscaron la manera de abrirlo con el objetivo de hacerlo más incluyente son las verdaderas heroínas sin capa de esto que nos gusta llamar literatura femenina. Los salones literarios franceses liderados por aristócratas entusiastas fueron muchos de los lugares en donde nacieron grandes obras escritas tanto por varones como por mujeres. No obstante, me es difícil nombrar una sola asociación literaria mexicana del siglo XIX compuesta exclusivamente por miembros femeninos.
Por ejemplo, las Violetas del Anáhuac son un ejemplo de lo que acabo de decir. Gracias a la visión de Laureana Wright, la directora, muchísimas mujeres publicaron sus textos y se dieron a conocer a intelecturales y escritoras que hubieran pasado desapercibidas de otra forma, sin embargo, su director y administrador fue siempre Ignacio Cumplido, el reconocido impresor-editor de la época.
Más entrado el siglo XX, el Ateneo Mexicano de Mujeres nació en 1934 como una asociación de mujeres «apartidista» y «sin ideología» y en su revista, Ideas. Revista de las mujeres de México, se tradujeron fragmentos de El segundo sexo de Beauvoir y se establecieron discusiones sobre la necesidad de igualdad entre ambos sexos. Distante está esta publicación de la radical fem que años después aparecería, pero sin duda ayuda a configurar el espacio e las mujeres en la historia de la literatura. Sin embargo, está olvidada fuera de las publicaciones especializadas.
Las amistades que hicieron grandes libros y revistas femeninas son varias: Dolores Castro y Rosario Castellanos, por ejemplo, o esta última y Guadalupe Dueñas. Actualmente, Ethel Krauze coordina algunos talleres de escritura para mujeres, igual que la asociación DEMAC, compuesta y dirigida por mujeres que se dedica a crear premios y espacios de formación para escritoras. También está el portal EscritorasMx o LibrosB4Tipos que son no sólo grupos de lectoras o escritoras, sino verdaderos impulsores de circulación.
Puede sonar obvio y hasta repetitivo, sin embargo es una muestra de lo que ha pasado por cientos de años. Mujeres ayudando a otras mujeres. Mujeres ayudando a otras compañeras para encontrar huecos para colarse y así romper con la cadena de hombres transfiriendo el poder entre ellos. Esto es importante para reforzar el papel activo de las mujeres que escriben, de las autoras tomando en cuenta la abrumadora mayoría que sigue manteniendo el sexo masculino en las editoriales como lo afirma un artículo de El País o siendo invisibles a pesar de su publicación.
Hoy, podemos escribir y publicar gracias a quienes nos antecedieron y a quienes deciden marcar la diferencia cada vez que permiten a una joven escritora publicar un artículo o un libro de cuentos. Es nuestra responsabilidad retribuir el favor haciendo lo mismo con las que vienen. Gracias a todas ellas.
Autora: Giselle González Camacho Chiapaneca que a veces escribe. Me interesan las literaturas populares, el origen de las palabras, el trabajo comunitario y la escritura femenina. |