A lo largo de su vida y carrera artística, Ai Weiwei se ha caracterizado por detentar una mirada crítica cuando de problemáticas de corte social, político e histórico se trata. Sus instalaciones, fotografías y documentales plantean temáticas relacionadas con los derechos humanos, el patrimonio cultural y la memoria social. En su exposición para el Museo de Arte Contemporáneo de México, con motivo del décimo aniversario del recinto, el artista chino ahonda en el papel de la memoria como un elemento imprescindible para la reconstrucción del tejido social. El caso de los 43 de Ayotzinapa, en México; y la destrucción del patrimonio chino después de la revolución, en el país natal del artista, dialogan en una muestra en la que lucha y resistencia trascienden latitudes.
Ai Weiwei es un personaje controvertido, como casi todo artista contemporáneo de fama considerable. Su arresto en el 2011 y sus constantes protestas contra el gobierno chino lo han caracterizado como una figura subversiva y disidente; pero también crítica, consciente y detractora. Su obra no puede sino estar permeada por las contradicciones que lo azoran: tradición y modernidad, encierro y libertad, memoria y olvido. Aunque sumamente pequeña, su exposición en el MUAC deja ver estas inquietudes en el artista oriental.
La memoria siempre es un obstáculo para los que no se cansan de justificar a los victimarios frente a las víctimas. La memoria, siempre la memoria, la única que puede salvar a la historia… devolverle su moral y dignidad. La memoria es nuestra arma…
Editorial de la revista insumisa, octubre 1998
Al entrar en la sala, el visitante es recibido por la reconstrucción de un templo de madera que data de la dinastía Ming. Se trata del Salón ancestral de la familia Wang (2015), un readymade (obra en la que elementos de la vida cotidiana, realizados al margen de propósitos artísticos, son resignificados por el autor). Con 400 años de antigüedad, los restos de la edificación recuerdan la destrucción del patrimonio cultural chino bajo la violencia de la revolución, así como la pérdida de la sociedad rural tradicional.
Antes de encontrarse en manos de Ai Weiwei, las piezas del santuario estaban a la venta, lo que también denota la comercialización de antigüedades, la descontextualización y desmemoria de los objetos del pasado, mismos que el artista visibiliza en su montaje.
La otra gran puesta de la exposición versa sobre el caso de los 43 de Ayotzinapa, con el que Ai Weiwei se familiarizó desde el 2016 en que creó un documental con los testimonios de los familiares y amigos de los estudiantes. La desaparición de los jóvenes, a manos del Estado y el crimen organizado, supone la destrucción del futuro que éstos estaban destinados a encarnar. Por un lado, la memoria se ve nuevamente truncada; por otro, las personas sobrevivientes involucradas ven sus recuerdos trastocarse para siempre.
Ciertas formas de olvido son constitutivas para la memoria.
Julia Kristeva
Perder noción del pasado puede ser un proceso de defensa natural ante el dolor, escribía la filósofa y psicoanalista Julia Kristeva; sin embargo, rememorar, menciona, es tan necesario como olvidar. “Si este mecanismo del olvido defensivo actúa en forma permanente y generalizada, puede causar amnesia, inhibición del pensamiento, síntomas somáticos y angustia”. Por ello, el individuo ha de resignificar los hechos traumáticos para vivir de manera óptima, mas en ningún caso ha de olvidar.
En este sentido, la destrucción de la memoria colectiva constituye una agresión hacia las culturas, una forma de control sobre los discursos históricos y la facultad de la sociedad para actuar ante ciertos organismos de poder. La memoria y la historia son, sin duda, un territorio eminentemente político.
La pregunta inevitable sería: ¿cómo reconstruir la memoria perdida? Aún más, ¿cómo sanar a una sociedad inmersa en una serie cambios vertiginosos –y, por lo tanto, en constante estado de pérdida–? ¿Cómo generar esperanza o consciencia en un pueblo en el que nadie tiene asegurado el mañana? De alguna manera, el artista, como los museos, le apuestan al arte para este fin. A esto mismo le apuesta Ai Weiwei con Restablecer memorias.
Los museos constituyen instancias en los que la memoria puede ser materializada, a través de los objetos que se exponen, exhortando a la reflexión. Así, en el mejor de los casos, el museo puede convertirse en una plataforma para la consciencia social. La participación activa de los espectadores, que no sólo contemplan, sino que interactúan y juzgan aquello que es expuesto tanto como lo que ha sido omitido, en conjunto con piezas que permitan que dicho diálogo se geste, llevaría a este escenario ideal que distintos museos se plantean como objetivo.
En tanto despertador de la consciencia histórica, la memoria es, pues, una posibilidad de renovación, de libertad.
Autor: Sofía Amezcua Apasionada por la cultura y sus manifestaciones. Historiadora del arte en formación. Ser narrativo. |