Rosalía: Las hondas llagas de un «Mal Querer»

¿Te quieres callar? No quiero llantos en esta casa.
Vuestras lágrimas son lágrimas de los ojos nada más,
y las mías vendrán cuando yo esté sola,
de las plantas de mis pies, de mis raíces,
y serán más ardientes que la sangre.
Bodas de sangre – Federico García Lorca

Para Shiro

Aférrate a la rabia. Afílate el miedo. Abre los ojos y despierta. Desgárrate el velo. Toma impulso. Y arrójate. Precipítate. Como granizo en las azoteas. Da el golpe en la mesa. Grita desde la sangre en el cuello. Más fuerte. Que tus pasos hagan eco en las paredes. Planta los pies en el suelo. Mantente firme. Inamovible. Que tu mirada rompa el silencio. Toma fuerza. Toma el aire de lo más profundo y haz que resuene el cante, hasta lo más hondo.

Mujer. Catalana. 25 años. Músico profesional. Productora. Ganadora de dos premios Grammy. Innovadora. Contestataria. Revolucionaria. Cantaora: Rosalía.

Una obra maestra, eso es El Mal Querer, segundo disco de una joven española que hasta hace escasos meses se encontraba sin una firma discográfica. Demoledor, el mejor calificativo para esta obra conceptual que en noviembre del año pasado hizo trastabillar los estereotipos y las normas del flamenco, la más arraigada tradición musical en España.

Sincretismo y eclecticismo. El trap y el flamenco dialogan en este disco. El lirismo del cante hondo se entreteje con los bajos agresivos del rap. Los acentos de la frenética palma flamenca debaten con una Roland 808, la mítica caja de ritmos de la música urbana. La técnica vocal de la música andaluza convive con un irreverente Auto-Tune. Esta obra se conforma como la más brutal vuelta de tuerca al flamenco. La polémica que produce un rompimiento tan avasallador ha despertado el interés de propios y extraños. Sin embargo, todo esto pareciese ser secundario. Este disco va mucho más allá de cualquier otro experimento de música fusión.

Desde cada uno de sus ángulos, El Mal Querer está pensado como una obra artística. El fenómeno de masificación en el que se ha visto envuelto no funge en demérito de su calidad. Éste es un disco conceptual que retrata una realidad cruda y terrible: el infierno que se vive dentro de una relación tóxica.

La idea primordial de este trabajo orbita alrededor de un texto anónimo llamado Flamenca. En esta novela occitana escrita en el siglo XIII se relata la historia de un amor en apariencia perfecto, pero que enmascara los horrores de un marido celoso que por miedo a un engaño de su mujer termina por alejarla del mundo, haciéndola prisionera de un amor irracional y nocivo.

A pesar del paso de los años, el tema sigue siendo terriblemente actual. La historia en pleno siglo XXI puede relatarse casi de la misma forma. El Mal Querer está conformado por 11 piezas ordenadas a manera de capítulos, respondiendo a la estructura propia de una novela. Con cada una de las canciones se va construyendo una narración homóloga a la de Flamenca, en donde una mujer se ve encarcelada por los celos de un hombre violento.

El escenario que nos muestra el disco es de una plasticidad inigualable. La música nos sumerge en el bullicio de un bar, nos aturde con el derrapar de una moto acelerando, nos hace partícipes de un episodio de violencia doméstica y nos arroja a un conjunto de naves industriales trabajando a mil por hora. Porque por encima de todo Rosalía busca que esta historia se aproxime brutalmente al receptor. Cada pieza nos hace sentir la asquerosa cotidianidad que puede albergar una vida llena de abuso y de vejación.

La construcción que tiene este disco a nivel narrativo es portentosa. La voz es la principal protagonista de todo el proyecto. El relato se va contando a través de la polifonía de las voces narrativas que se depositan en cada unos de los episodios musicales. La voz del marido, la voz de la esposa, la voz de una amiga, incluso la voz del destino se hacen presentes en ciertos pasajes en donde el punto de enunciación pareciese estar depositado en la voz de un corifeo, a la manera del teatro griego que, como un narrador extradiegético, se encarga de dar juicio de las acciones.

El disco, compuesto y producido por la propia Rosalía en colaboración con El Guincho, es una muestra clara del ingenio y conocimiento de las dos mentes creativas que lo conformaron. Una correcta factura incluso desde los mínimos detalles son los que, aunados a un sinfín de recursos musicales, le imprimen a toda la producción un estilo único. El uso de coros de voces blancas (coros infantiles), el implemento de sonidos ambientales sampleados (como el ruido de una motocicleta), la incorporación de un cuarteto de cuerdas, así como una labor en post-producción minuciosa, eso sin mencionar de nuevo la perfecta amalgama entre la música flamenca y la música urbana, hacen de la parte musical un verdadero deleite.

El concepto excede a la música misma. Todas las imágenes, publicaciones y demás elementos externos al disco hacen que la obra se desborde a sí misma. Ya sea a través de un videoclip que surge de La maja desnuda de Francisco de Goya, la imitación compositiva de un contrapunto barroco, el empleo de melodías de canciones tradicionales españolas o con la apropiación de un tema musical de Justin Timberlake, la profundidad y referencialidad que alberga El Mal Querer se proyecta hacia múltiples direcciones.

Y con todo esto Rosalía mete el dedo en la llaga de muchas de las heridas que siguen presentes desde hace nueve siglos: machismo, violencia doméstica, relaciones de codependencia, posesión, incluso el mismo conservadurismo en el flamenco es profundamente criticado por la catalana.

Por todo lo anterior, el disco y la propia Rosalía han causado un fuerte revuelo, ya no sólo en España sino en muchos lugares del mundo. Fuertemente criticada por su atrevimiento, la cantora se ha vuelto ya todo un ícono, no sólo por su música sino por todo el fenómeno que representa. Ella ha tomado al toro por los cuernos y ha decidido que su voz hará retumbar los cimientos. Y de qué manera lo ha hecho. En cada letra está encarnado el dolor y el sufrimiento, pero también la resistencia y la lucha de una mujer que a cielo abierto grita que se ha negado a que persona alguna se atreva a dictar su sentencia.

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