Ilustración de Aimeé Cervantes Flores
Jardín etnobotánico
El viento ulula entre los órganos rascacielos,
las profundas fosas nasales sirven como hornos de cal.
La biznaga chimuela se cita diario en el jadín etnobotánico,
madre gran biznaga qué solo observa,
¿cuándo se acabará el mundo para ella?
Vivir más de mil años, ¡qué más da!
Se escucha un canon a veinte voces,
las arcaicas cícadas no se cansan de graznar.
El leproso cuajiote comparte sus penas,
la flor de mayo, carpintera de coronas y cruces,
y entre susurros antiguos se resguardan las cuevas de Guilá Naquitz.
Los nubarrones se jactan de tener la razón,
¡qué no falte el agua! ¡Qué no falte el agua!
El amaranto, el chayote, la chía,
un pequeño cultivo de calabaza,
el maíz, el chile, el mexicano,
el agave mezcalero, todo plantado.
El solitario huaje en su patio
pide silencio a los muros armónicos del exconvento
[silencio, silencio],
pero las estridentes pitahayas colgadas del muro
se estiran para ofrecer la fruta dragón.
La espiral cuadrada, todos los días, no deja de curvearse:
es La Sangre de Mitla que escurre tibia grana cochinilla.
Toledo.
Largo, espeso, Espejo de Cuanana,
vives con tu millón de órganos
y tu fortín en forma de ruido.
Eres una entrada a un laberinto, ¡no!
eres escaleras al precipicio, ¡no!
eres lenguas índigenas que se han caído.
No viven solo plantas,
viven lenguas en extinción:
mixtecos, triques, chatinas, ixcateco,
aquí se resguardan del tiempo.
Zárate.
El tobasiche se viste de estalactita,
se propala la “flor de borracho” del Nochixtlán,
hay un festín de Mammillarias,
y arbustos espinados que viven en el limbo de la evolución.
La cabeza de viejo, finamente peluda,
dirige el agua en los acueductos,
de la Astrophytum asterias explota una flor,
los tubérculos tantean, tantean,
y las echeverias en peligro de extinción.
Todo empieza y todo acaba
como un universo que se expande.
San Bartolo Coyotepec
El chocolate yace en el agua que hierve
y se espuma en los ojos de la mujer zapoteca.
Morenabarro de San Bartolo Coyotepec,
bellatarde de labios negros como el café en la olla
y la cadencia verde como el ejote en el caldo de res.
Llega el hombreazúcar y el zapote ceremonial,
aplauden las campanas a todos los santos caídos,
ya se casan los mestizos en la tierra roja del Santo Domingo.
Entonces, se amasan las manos prietas,
entran en calor los ojos de chicatana,
bien molidos los labios morochos
y se menea bien el molcajete.
Somos una buena mezcla, ella decía,
de castañas de cajú,
de hoja de plátano,
de pulpos en su tinta.
Nos críamos campechanos, nixtamal.
Él solo podía ver los tonos
entre sus manos
y la piedra negra llena de cal;
entre la tierra sandunga
y sus pies de comal.
Ella decía que la buena tortilla,
con limón y sal,
o con salsa de siete chiles,
o sola, ¿qué más da?,
pero la buena tortilla
tiene que llenar
la memoria, el guaje, la molleja,
el buche, la panza, el amar.
Ella hablaba del amar y la tortilla,
mientras él no dejaba de admirar
sus manos de sandunga, su forma de crear;
crear de la masa una erupción cuya magma fue el frijol
y cuya lava, el requesón.
***
Alfredo Lozano. Tapatío, pero con el corazón de paso entre la CDMX, Oaxaca y San Juan del Río. Un jueves 19 de noviembre del 87’ amanecí entre espasmos. Estudié Matemáticas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, y cursos de literatura y creación literaria en Casa Lamm, en la Facultad de filosofía y Letras de la UNAM, en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, y en Literaria. Con corazón de garambullo, voy a paso sagrado, danzando. Moriré chapeado, coloradito como el mole, rizado: características intrínsecas que nos definen y que hemos perdido. ¿Qué nos pasó? Olvidamos lo que somos y de lo que estamos hechos.
Aimeé Cervantes Flores (Oaxaca,1995). Egresada de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM. Profundizó sus estudios en la ilustración, la cual considera su pasión después del cine, la literatura y la música. Entre sus logros se encuentran: Exposición colectiva en el Museo Franz Mayer con motivo de “El mundo de Tim Burton”; participación en un mural colectivo de su facultad y como directora de fotografía en el cortometraje “Otro Muerto” del Rally universitario del GIFF.
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