El próximo lunes 30 de Abril, tendré el privilegio de estrenar una pieza mía para saxofón tenor junto con otras obras para instrumento solo de mis compañeros compositores. En esta columna me he dispuesto a acercar a los lectores, de forma breve y accesible, a la experiencia que es concebir y componer música, por eso hoy dedico mi entrada a la música que posiblemente conozco mejor: la mía.
El diálogo entre el mar, el viento, el cabello de una joven y el recuerdo del beso sobre su piel. Así describí la pintura, que por diversión pinté hace cuatro años, después de colgarla sobre mi cama. En ella, una joven rizada; personificación de una flor, se encuentra de espalda contemplando el horizonte. Su vestido azul ondula con la briza. A su lado descansa un saxofón que refleja el espacio en su superficie. En el horizonte, al terminar la playa, se extiende el mar sobre el cual vuelan las nubes iluminadas por el sol. La pintura ha estado colgada en esa pared desde entonces, todos mis días inician y terminan con su presencia, y no hay vez que la mire y no me detenga en el colorido saxofón. La zona de la pintura que más angustia me trajo y terminó siendo mi preferida. Así es como se volvió inevitable para mí componer la música que el saxofón de la imagen toca.
La mayoría del tiempo que toma la creación de una obra sucede lejos del papel y el lápiz. Por supuesto, el proceso de escribir las notas es largo y demandante, pero es a través de observar, escuchar, analizar e investigar el mundo, como uno comienza a generar ideas propias de la vida y de la música. Como parte de mi investigación, previa a si quiera la primera nota, busqué rodearme de todas las imágenes, texturas, sensaciones y sonidos que pudiera relacionar con la pintura. Indagué sobre la flor personificada en el cuadro: la Hydrangea (conocida como hortensia), que nombra a mi pieza. Traducido del griego hydor (agua) y angos (vasija), su nombre significa flor de agua, dado por su característico color azul. Esta descripción de la flor junto con el mar, el viento, el cabello, y el beso; conceptos que formaron el cuadro, fueron los que busqué representar a través de la música.
Para iniciar, anoté todos los sonidos que se me ocurrieron, como un flujo creativo descontrolado. Después me dediqué a decantar emocionalmente esos sonidos, es decir que todos los que no me recordaron inmediatamente a alguno de los conceptos establecidos quedaron descartados. Así, me quedé con cuatro materiales musicales, que se exponen en los primeros segundos de la obra:
• Los multifónicos, acordes tocados en un instrumento que por lo contrario suele ser monódico, recuerdan al murmullo de las olas al estar uno sumergido bajo ellas.
• Una melodía de pocos intervalos y alta expresividad, como un par de labios a segundos de tocar la piel.
• Una veloz y compleja escala que sigue las vueltas y giros de los cabellos rizados cuando se elevan por la brisa.
• Por último, trémolos. Dos notas alternadas rápidamente que llenan la armonía como el viento llena el espacio jugando con los otros elementos en su camino.
A lo largo de los seis minutos de la pieza cada uno de estos materiales tiene su tiempo protagónico. Después de la breve introducción el motivo melódico comienza su discurso, le sigue, después de una transición, el desarrollo de los trémolos, que aceleran con su paso en una metamorfosis hacia el clímax de la obra, donde las escalas veloces le demandan al saxofonista, tanto precisión en su digitación, como expresividad emotiva. Por último, como el comienzo, regresan los multifónicos dejando en el oído del espectador las últimas pinceladas de armonía que se disipan en silencio.
Así, en un total de dos meses y medio desde su concepción hasta la última nota, quedó escrita «Hydrangea», que para mí no es más que una forma de conocerme a mí y al mundo a través de la representación. Con la esperanza de que en esta exploración, quien la escuche disfrute sus sonidos y descubra nuevas formas de imaginar, les comparto mi proceso.
Si les interesa escuchar esta obra en su estreno, les extiendo la invitación al concierto. Próximo lunes 30 de Abril 2018, 19:00, sala Huehuecóyotl de la facultad de música UNAM. Entrada libre. Espero verlos ahí y darles un saludo a cambio de su honesto comentario.
Autor: Fermín León Salazar Compositor y seguidor de las artes. Mexicano de 19 años. Escribo sobre la música que conozco y la manufactura detrás de ella. |