Todo acto discursivo, es decir toda el habla, busca la persuasión del otro. Es en la política que aquella característica se vuelve más notable, aunque de igual modo una paradoja. Por una parte, la motivación encuentra cobijo en las figuras de poder que son enaltecidas por los inferiores, quienes responden a la necesidad de un guía; por otro, el interés político y la retórica se unen para convencer o exhortar al público expectante.
El 19 de mayo de 1939, Francisco Franco pronunció el llamado «Discurso de la victoria» [1], el cual trazó una línea entre el fin de la cruenta Guerra civil española y el triunfo del general. El contexto de enorme tensión exigía la palabra de alguien que realmente calmara la incertidumbre española. El general Franco, cabeza del Bando sublevado apoyado por Hitler y Mussolini, tenía las palabras adecuadas para lograr el objeto.
El ya mencionado «Discurso de la victoria», manifiesta elementos incluyentes, religiosos, históricos y optimistas respecto al ambiente de la guerra. Más allá de las buenas o malas cualidades oratorias de Franco, su discurso posee propiedades gramaticales que permiten analizar el doble sentido de sus palabras:
«Mucha ha sido la sangre derramada y mucho ha costado a las madres españolas nuestra Santa Cruzada para que permitamos que la Victoria pueda malograrse por los agentes extranjeros infiltrados en las Empresas o por el torpe murmurar de gentes mezquinas y sin horizontes.»
El general acepta abiertamente el sufrimiento, además de todas las pérdidas humanas, por lo cual genera empatía en el público, es decir con todas las muertes y la congoja social. Emplea un contraste muy notorio en los sustantivos que utiliza. En un principio, evoca a «la sangre derramada», a «las madres españolas», a la «Santa Cruzada» y a la «Victoria»; enseguida, ilustra el opuesto de sus intereses: «agentes extranjeros infiltrados», «torpe murmurar de gentes mezquinas» y «gentes sin horizontes».
En ello, puede observarse que Franco señaló una línea divisoria entre lo «bueno» y lo «malo». Así, los atributos de inclusión crean un inconsciente que critica y reprime a la facción que no comparte los mismos intereses. Resulta evidente que cualquier político habla para todo el pueblo; lo contradictorio es que, en la oscuridad, también condena a una parte del mismo.
«Para esta gran etapa de la reconstrucción de España necesitamos que nadie piense volver a la normalidad anterior; nuestra normalidad no son los casinos ni los pequeños grupos, ni los afanes parciales. Nuestra normalidad es el trabajo abnegado y duro de cada día para hacer una Patria nueva y grande de verdad.»
En el fragmento anterior, la preponderancia de la primera persona del plural (nosotros) es más que evidente. Franco utiliza una gradación de las circunstancias para señalar una meta: «una Patria nueva y grande de verdad.» Para Franco, la situación de España en ese momento era una reconstrucción total de España que la transformaría a partir de la unidad, del trabajo y, sobre todo, de la exclusión de las partes opuestas. Para ello, es necesario que exista la inclusión.
«Pero para coronar nuestra gran obra necesitamos que a la Victoria militar acompañe la política; no basta ordenar la unidad sagrada, hace falta trabajarla, llevar la doctrina y las nuevas consignas a todos los lugares, que vosotros seáis los colaboradores de la nueva empresa, de la que son fuerzas de choque la juventud heroica que en los frentes de batalla y en las cárceles sombrías recogieron de labios de tantos héroes su último ¡ARRIBA ESPAÑA!»
El objeto directo puede definirse como el complemento de cualquier verbo transitivo. Esto es, aquello que «recibe» la acción del sujeto. En el caso de «[…] la Victoria militar acompañe la política […]», el OD es «la política». Es fundamental explicar su significado, pues, en este párrafo, todos ellos expresan magnanimidad y enaltecimiento en relación con la valía y las consecuencias de la guerra.
Algunos OD son: «nuestra gran obra», «la política», «la unidad sagrada», «la doctrina», «las nuevas consignas», «su último ¡ARRIBA ESPAÑA!», entre otros. Por otro lado, los verbos que arrojan dichos OD, son: «coronar», «acompañar», «ordenar», «trabajar», «llevar», por ejemplo.
En este sentido, Franco creó un discurso óptimo que no sólo respondió al final de sus palabras, sino al inicio del franquismo como tal. No es casual que haya empleado los verbos «acompañar», «ordenar» o «trabajar» junto con los sustantivos «la unidad sagrada» o «nuestra gran obra», ya que así es como precisamente existe una manipulación del pueblo.
Son éstas algunas de las unidades del discurso político –específicamente, claro está, de Francisco Franco– y los mecanismos mediante los que la clase dominante o política genera la persuasión, la retórica y el convencimiento. Por supuesto que en la actualidad existen muchas más formas de atracción o de sugerencia que trascienden el método verbal. Es fundamental, sin embargo, prestar plena atención a los discursos y cómo influyen en la postura social o en la creación de un inconsciente colectivo. Uno de los más claros ejemplos está en el exilio español, el franquismo y en todas las muertes de la guerra.
No escuchemos lo que otros quieren que oigamos.
[1] http://sauce.pntic.mec.es/~prul0001/Textos/Texto%203%20tema%20XV.pdf
Autor: Joshua Córdova Ramírez Estudiante de Letras Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ganador del concurso interpreparatoriano de Poesía. Ha publicado en revistas como Cruz Diez, La sociedad anónima, Palabrerías y la antología de la Secundaria Diurna No. 4. Es colaborador y community manager de Primera Página. |