A Lord Byron y otros poemas de José Antonio Albarrán

A LORD BYRON

Yo también iba en aquella barca oscura

en un mar de azabache y tiniebla que navegaba hacia la luna

cuando te desgarraste el alma aullándole a los dioses.

Yo también me cubrí con el manto

de la miserable paz

que trae la espuma  del sexo femenino.

Y después de eso, regresábamos solos al castillo,

caminando a medio paso

a través de  las praderas humedecidas por la brisa,

mientras  una escarcha de nieve o de invierno

ya se posaba sobre tus rizos y yo los sacudía

para verte un día más, para vivirte una minuto más.

Pero a ti, aunque se te dio el cielo, siempre quisiste

caer, el brillo de los astros  lastimaba tus visiones,

y  preferiste cantar tus himnos a un ángel negro

en un banquete de dignidad y de caprichos.

A obtener  un nuevo conocimiento partiste

en tu nave de diamantes  hacia el río del olvido.

Y ya no pude encontrarte más,

te fuiste con el rumor del viento

a la hora en que la fiebre me azotaba

y sólo me dejaste dos rubíes para mis ojos.

Algunas veces regreso por las noches a la costa

de la cual ya no volviste,

y me parece ver tu rostro que se forma

en la arena, cuando mi llanto

inconsolable, se posa sobre ella.

Mirando el océano me pregunto,

si habrás de cruzarlo nuevamente

para rescatar mi corazón del fuego.

 

 

EL HORRENDO AROMA DE LA ROSA ETERNA

 

Una silente herida en mi pecho

supura la espuma de tu aroma sexual.

Después del primer amor, no vuelves a ser el mismo,

-si tan sólo hubiese podido decidir- hoy no sería la sombra

que abarrota los locales de la noche y los tumultos del deseo.

Los bienaventurados pertenecen a los campos Elíseos

y  no a tu río de azufre que se derrama sobre mis manos

y se me escapa entre los dedos

cuando quiero sujetarme al infinito.

Deseaba ser tocado por el rayo

y no por tus palabras de un futuro sin futuro,

palabras fieramente humanas, palabras con las que das de beber

a los perros dolientes , sedientos de algo más que su cotidiana realidad.

De arcilla te crearon, pero el dios ciego

olvidó colocarte brazos para sostenerme

y caí sin amuleto.

El temblor es lo único constante y

la esperanza reflejada en el espejo

no es más que un acto de suicidio.

Dices que la rosa es eterna,

yo sólo la veo marchitarse en mi corazón.

POIESIS

 

Encuentra el sendero a través de la espesura

y deja que la otra realidad te atrape.

Un eco resuena bajo el agua,

intérnate en el manantial

y mira los lirios hechos de palabras,

te dirán los nombres que pronuncia el silencio

te mostrarán la señal que vive en un sueño.

Entenderás que surcar el verso

es sacrificar al recuerdo y recobrar el olvido,

mas si surgen nostalgias,

báñalas con el oleaje matinal

y guárdalas dentro de una lágrima,

que al caer al estanque nacerá otro lirio.

 

ARTE POÉTICA

El tiempo que te ha llevado acariciar

el follaje de los árboles bajo los que caminas,

tu última letra que da transparencia

al agua en la que los hombres se reflejan,

es un rincón de arena blanca,

traída de las costas de aquel día

en que los poetas conocieron el mar.

Las caracolas emiten un silbido

y resuena el eco de las palabras antiguas

que Virgilio pronunció enfermo en aquel puerto

sobre una tierra dorada.

Son las huellas del pasado y las derrotas del presente

por las que avanzas a la belleza o a la locura.

Cuando las barcas partan en direcciones contrarias

¿acaso nos daremos cuenta del tesoro que perdimos?

El único destino del poeta es pintar un barco oscuro

que se aleja con la soledad de su alma.

DIARIOS DEL PACÍFICO

Quizá llegue el día en el que estemos juntos otra vez,

navegando en aquel pequeño bote que cruza el océano

hacia nuestra nueva morada.

¡Despliega las velas y eleva tu último adiós!

Al atardecer la sinfonía de las olas nos invita

a no volver jamás.

Pensemos que hubo tiempos mejores

cuando ebrios del dulce vino de la juventud

reíamos sin parar y la locura borraba por un instante la vejez.

Detrás de nosotros yace una tierra lejana de la que hemos

venido a encontrarnos,

la miramos con desdén y hastío

pues el sol comienza a fundirse en su reflejo

y las Pléyades guían nuestra hermosa bandera.

Zarparemos al final de todas las cosas,

Surcando eternamente

hasta encallar en un corazón

o naufragar en un olvido.

 

 

 

 

 

 

 

 

fotoJAAcerca del autor: José Antonio Albarrán (Ciudad de México, 1990). Poeta, Licenciado en Filosofía por  la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, publicaciones en revistas literarias como el último número de Los bastardos de la Uva,  junto a Eusebio Ruvalcaba,  y en la revista de arte, estética y creación contemporánea Rojo Siena. Becario ISSSTE del Festival Cultural Interfaz 2017 en Pachuca, Hidalgo, con el maestro Mario Bojórquez. Cofundador del seminario de Poesía El poema y la muerte que se imparte en la Facultad de Filosofía y Letras desde el año 2016.

 

 

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