Cuatro relatos cortos de Marcia Donato

Presentamos hoy cuatro relatos cortos de Marcia Donato, los cuáles comparten la vertiginosa pluma onírica de la narradora, cuyos textos están siempre a medio camino entre el cuento y la poesía.

Sopa de fideo fría

El plato de fideos está frío. Frente a él, una boca pintada de rojo bermellón se ha negado a tocar el contenido.

Hace frío, nadie se negaría a comer sopa caliente, pero ella no parece sentir frío. Su boca: entreabierta, lo justo para dejar ver un poco de sus dientes blancos, pero no lo necesario para decir palabra alguna.

Ella mira absorta hacia la barra de la cafetería, sentada allí ve a una mujer mayor que llora, las lágrimas bañan la cabeza de un gorrión. El gorrión está muerto, ataron un hilo azul de su cuello. La mujer mayor sostiene la punta de ese hilo. Lo encontró apenas hace un rato, cuando iba a misa. Lo miró y al descolgarlo comenzó a llorar, el gorrión no era suyo, pero ella aseguraba que al verlo entendió que había perdido todo. Le explicaba esto a la mesera del lugar, quien le ofrecía un café humeante a la vez que acariciaba los cabellos de la mujer mayor, quien parecía más y más pequeña a cada lágrima.

La mujer de los labios rojos cerró los ojos. Apaga la luz, el ruido. Silencio y obscuridad absolutos por unos segundos, luego su cerebro echó a andar con toda la capacidad posible y la transportó a una ciudad, a una noche en la ciudad.  Ella conocía el lugar, se vio a si misma parada bajo de un puente. Está muy callado. Su cerebro enciende la música: selección, favoritas, número uno. Comienza a sonar música proveniente de guitarras y una voz canta:

Wish you were here…

Se ve cruzando la calle, viste un conjunto de blusa y falda negras, la blusa es de manga larga, es calentita porque es de algodón; la falda es larga y amplia, sus zapatos son de terciopelo negro con flores azules y rosas, le gustan sus zapatos.

La canción sigue mientras ella camina, se ve a si misma llorar. En una de sus manos sostiene una pequeña maleta, no entiende porque la lleva si detesta cargar.  Baja unos escalones, entra al subterráneo, la música sigue, ella aborda el tren. Dentro del vagón está  a punto de sentarse…

Alguien le habla.

Su cerebro apaga la escena, abre los ojos, está otra vez frente a la sopa fría. Un hombre de traje negro, perfecto, le habla, pero ella no le escucha, prefiere centrar su mirada sobre la corbata púrpura de este hombre que le sigue hablando moviendo la boca con tranquilidad. La música en su cabeza sigue sonando.El hombre toma la mano de ella, esta fría, dice algo más y se levanta, sale de la cafetería, se detiene en un puesto de periódicos, parece leer las noticias.

Entonces ella, la mujer de los labios rojos, cierra nuevamente los ojos. Su cabeza echa a andar todo de nuevo. Ahí está otra vez ella, usando la misma ropa de cuando el vagón del metro, los mismos zapatos, la misma molesta maleta. Pero ahora está en otro lugar, parada sobre una larga carretera junto a un lago, hace frío, la música no se detiene. Ella quiere ir al lago y mirar su reflejo. Una voz canta:

We’re just two lost souls swimming in a fish bowl…

Se decide, deja la maleta sobre la carretera y comienza a caminar poco a poco hacia el lago; Mira sus pasos de terciopelo negro y flores, sonríe. Sus pies tocan el agua, ellas cantan, la de la boca roja y la del lago, ambas cantan:

 Year after year  running over the same old ground

Su ombligo se inunda, el agua está helada, la falda se eleva convertida en un nenúfar negro…

And we found the same  old fears…

Llora. El agua del lago entra por su boca, por sus oídos, llena sus pulmones, la inunda.

Pájaro Do

Soy un pájaro. Bajo los brazos tengo manchas rojas. Respiro, el oxigeno entra a mi cuerpo a través de ellas. Soy un único pájaro. Soy un pájaro triste de color soledad. No construyo nidos, no fabrico esperanzas, duermo sobre la espuma de un mar pasado.

Este es mi mantapico, no trino, no ululo, no grazno, no pío, mi voz particular es este sonido sin nombre: ammmmmmmmmmmmm, ammmmmmmmmm ammmmmmmmmmm ammmmmmmmm.

Soy un pájaro con garras de olvido, con ellas irrumpo miradas, descarno cabezas huecas, las uso para tejer noches estrelladas con hilo crochet. Perdí los ojos en el pecho de un hombre, era tan profundo que aun no terminan de caer, un abismo de mierda humana. Aun siento el ardor que provoca en mis ojos el vapor fétido del alma de aquel hombre. Habría que cuidar a donde se asoma la última mirada.  Decidí cerrar los ojos, ahora soy un pájaro ciego con dos lunas de Júpiter fijadas con sal en los huecos oculares.

Señales

¿Usted cree en las señales?

Señales de esas, de las que algunas personas hablan.  Por ejemplo que  un vaso se rompa antes de besar a alguien.  Justo un segundo antes de que los labios se rocen. Esto puede interpretarse como un aviso de venidera separación amorosa.

¿No?…  ¿Nunca ha vivido  usted algo así?

Yo tampoco creía, es decir no creo. Bueno en realidad estoy confundida. Estoy dudando…

Lo que sabía… Bueno no saber saber  concreto, sino un saber empírico, de oídas pues. Bueno, lo que sabía, ya aclarado como, era lo que uno lee en las novelas, lo que escucha en las calles, en las pláticas de señoras místicas sentadas en la banca de un parque a la hora del lunch.

Yo, yo me reía cuando escuchaba esto de las señales. Pensaba, pienso, bueno ya no tanto, que la gente busca lo extraordinario en lo ordinario para hacer su vida más especial, para dotarla de…

Importancia, de interés. Porque las vidas son comúnmente tristes: ¿Cómo supiste que Panchito era el indicado? Ay pues cuando paseábamos por Chapultepec, un domingo por supuesto, y  una rana saltó hasta mi zapatilla, por supuesto blanca. Entonces supe que era una señal de que él era el príncipe azul….

Y el tal Panchito parece más el primo de la rana aún no convertida en príncipe. Ni morado, ni azul. ¿Entiende a lo que me refiero?

Pues eso eran las señales para mí: acotaciones luminosas para una vida ocre.

¿Por qué hablo en pasado?  Es que, estoy dudando. Mi vida no es ocre, tampoco negra, menos gris, es… Es, digamos beige. En estricto no requeriría señales.

Me levanté tarde, no quería ir al trabajo de mierda de todos los días.  Bueno, solo es un mal día. Solo no quería levantarme. En la normalidad soy una persona muy higiénica, no salgo sin bañarme.

No, no es obsesión, me gusta bañarme. Pero hoy no, hoy me sentía hasta la madre de todo. Me miré al espejo: Un vieja con ojeras, cabello enmarañado y ojos rojos. Aún así no tuve ánimo de meterme a la regadera.  Es que me bañé anoche.

¿Por qué?

Es que ayer me tocó corte de cabello y ya sabe usted que esos cabellitos que quedan sobre el cuello son peores que hormigas soldado encajando sus mandíbulas en la piel.

Bueno, pues no me bañé. Solo me lavé la cara y remojé el cabello. Sino lo remojo no puede peinarse;  puse perfume en mi cuello, prefiero los frescos, me hacen pensar en el mar. Arreglé mi cabello con cera.

Hoy es viernes y no me toca uniforme, elegí la blusa azul, mi color favorito es el azul, pantalón negro y zapatos morados con flores. Mientras pintaba mis labios, de color coral, el cerebro me mandó la orden de desear un café americano. Bien, ya tenía motivo para comenzar el día. Salí de casa…

¿Estoy siendo muy descriptiva?

Gracias, bueno pues salí, esperé el alto. Un tipo me miró desde su auto, por supuesto yo desvíe la mirada. ¿De qué les sirve mirarnos así?  Es una nano mirada sin sentido. El verde, atravesé la gran avenida. Otra luz roja, 39 segundos, luz verde, otra avenida cruzada. Entonces, la vida con sus prisas, voy tarde ¿para que fingir una prisa que no siento?

Hoy no vino la chica que vende bisutería, yo creo que es una de esas rebeldes del tipo que me gustaría ser, estoy segura de que tenía un puesto importante en una gran compañía trasnacional, un día se hartó, mandó todo al demonio y ahora es independiente, feliz y libre.  La panadería era una colmena.  De repente un:

Ring, ring, ring…

¿Qué era?

El repiqueteo de un reloj despertador…

¿Qué hace un reloj despertador a media calle? ¡Sonando!

Es un reloj nuevo, pero  imita los antiguos. Es color lila y está a la venta en un tendido sobre la banqueta. La dueña del negocio platica con la vecina de los tamales. Parece que nadie escucha.  Silencio, no suena más.

En ese momento pensé que era gracioso que sonara la alarma del despertador. Accidente convertido en buena estrategia de venta.

Llegué a la cafetería: Un café americano grande con leche de soya… ¿De qué es esta galleta?  Chocolate blanco con nuez de macadamia. Dame una. Treinta pesos, entregué doscientos, estoy medio dormida y dejé cien pesos de propina inconsciente…

No, en ese momento no me di cuenta, justo al sentarme aquí reflexione sobre ello. Soy una tonta.

Bueno, pues salí de la cafetería, volví sobre mis pasos. Señoras daban el menú a gritos: Tortas de jamón y salchicha; Sándwich de atún, el atún de lata no es un desayuno, jamás lo será. ¿Quién quiere iniciar el día con aliento de atún?  En fin…

Ring, ring, ring, ring, ring…

¡Justo cuando paso frente al reloj lila la alarma comienza a sonar! ¡De nuevo!  ¿Cómo es posible?

¡Cómo!

Sonreí: ¡Qué casualidad!…

Nadie parecía escuchar la alarma, pero no solo sonaba ¡El repiqueteo era visible!… Una vibración de metal que todo mundo podía ver pero nadie veía. Es que están acostumbrados al ruido…

Fue cuando pensé  que lo extraño, muy extraño,  de la situación podría interpretarse como una señal.

¿De qué?

¡Evidentemente no sé de qué!

¿Para qué demonios recibe uno señales que no son claras!

Deberían entregar una interpretación, un papelito caído de la nada enunciando que carajos quiere decir la señal.

Pensé que, es muy obvio,  podría significar un aviso de fin o comienzo de plazo. Vamos, algo como un  despierta… o un se acabó

Sabe, tengo miedo.

Nieve

Tendida en el sillón roído se encuentra Nieve, una maltés pura, rechoncha, que apenas puede moverse. Lleva meses sin tocar la pelota de goma que le regalaron la navidad pasada, debajo de su cuerpo hay una cucaracha muerta, la última travesura de Nieve fue masticarla, para luego escupirla y olvidarla.

Come porque la obligan, caga porque su cuerpo la obliga. Por la mañana, a eso de las nueve, el niño menor le da una salchicha con una pequeña pastilla de Valium dentro, Nieve no mueve la cola para él, ni para nadie, cada quince días la llevan a bañarse, le pegan moños fluorescentes, regresa a casa a echarse al mismo sillón.

El abuelo ha preguntado: ¿Qué tiene Nieve?

La madre responde: Es depresión cánida,  no quiere hacer nada, nada la anima, nada la molesta, solo esta triste sin razón.

El abuelo susurra:  Nieve, ¿Tú también te quieres morir?

Acerca de la autora: Marcia Donato, México, 1983. Creativa multidisciplinaria, cuenta con estudios profesionales en finanzas, dramaturgia, fotografía estenopeica, pintura, impuestos, letras y lenguas hispánicas. Escribe bajo el amparo del blog de Miss Blue Demon. Trabaja en una oficina. Escribió una obra de teatro llamada El Tigre publicada en Texto de Editorial La Capilla. Sus textos han sido publicados en revistas electrónicas comtrece-cuartos-casa-tomada-9-1o Gaceta Río Arriba. Sabe que es su propio Godot. Melómana y lectora. Viaja en el metro. Su vida es pintar para ser libre.

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