Otra vez, en la clandestinidad, los ecos. Allí van, en calma, prófugos. No están precisamente ausentes, pues, de ser así, no serían ecos clandestinos que avanzan prófugos y en calma; sin embargo, es imposible mirarlos a simple vista. Daniel usa lentes pero es incapaz de verlos. Y yo que no uso lentes y tengo la vista sana, a veces, soy incapaz también. La clave está en que la capacidad se desarrolla con el sentido del oído, pero soy sordo. Y Daniel, él no es sordo pero es lo suficientemente despistado como para darse cuenta de que los ecos están allí.
