La novela de Manuel Payno puede considerarse como el punto álgido de la narrativa mexicana en el siglo XIX, pues como dice Blanca Estela Treviño que “Los Bandidos de Río Frío es la novela más ambiciosa del siglo XIX mexicano […] En ninguna otra novela […] se advierte tan bien la propensión totalizadora que alberga esa ficción literaria”[1]. No es otra novela donde se ficcionalice la construcción de la nación, es la novela que totaliza todos los aspectos culturales, sociales y antropológicos que conformaron la identidad de hace dos siglos.Este pequeño ensayo aborda dos aspectos de la obra: primeramente, la discusión sobre la adscripción al realismo o al naturalismo y, en segundo lugar, tomando el concepto de medium de Mariniello, se estima el personaje de Juan Robreño en su función y relación con el universo narrado.
I
En el prólogo, Payno aclara lo siguiente de su obra: “Este ensayo de novela naturalista […] dará a conocer cómo, si apercibirse de ello, dominan años y años a una sociedad costumbres y prácticas nocivas, y con cuánto trabajo se va saliendo de esa especie de barbarie que todos toleran”[2]. Enfatiza también que el modelo descriptivo utilizado en la narración es parecido a un cuadro social. Tales premisas son suficientes para reflexionar sobre el género, aunque a la luz de la crítica actual se afirma o refuta la idea de que los Bandidos es una novela naturalista. La utilización del adjetivo naturalista, correspondiente a la corriente creada por Emile Zola, es un recurso ideológico que tiene la finalidad de deslindarse de los horrores descritos:
Payno asocia al naturalismo con una forma de representación que hace de la exhibición del horror y de lo terrible uno de sus mecanismos expresivos fundamentales, y que a él parece resultarle más bien ajena. De modo que en esas líneas donde explica a sus lectores “más timoratos” que su novela no transgredirá los límites de la decencia y las convenciones sociales, lo que en realidad hace este autor es deslindarse de la exhibición del horror[3]
Entonces, declarar que la novela es naturalista, según Sienra, es un acto apologético para justificar los horrores narrados en la novela, aquellos crímenes que Evaristo cometió con saña. Por lo tanto, la cita anterior da oportunidad para reconsiderar qué modelos tomó Payno al momento de escribir su obra.
Alfredo Juan Arnaud reflexiona en su tesis las ideas centrales sobre el costumbrismo, el realismo y el naturalismo etiquetando la novela de Payno en alguna de estas corrientes. Arnaud, citando a Margarita Ucelay, dice que el costumbrismo en su forma básica es el artículo de costumbres basado en el cuadro, cuya función describe los tipos, costumbres, escenas, incidentes, lugares de la vida social, y que su contenido es didáctico. El escritor costumbrista asume una posición crítica con su sociedad, y mediante el artículo de costumbres reelabora la realidad[4]. Esta definición es profundizada y matizada por Treviño, pues el artículo de costumbres era un género que analizaba de manera científica a la sociedad desglosando sus partes bajo los principios del empirismo, la fotografía, la pintura y la medicina comparatista. El cuadro de costumbres también articula un discurso que busca modificar la sociedad en dos sentidos: crear un sentimiento de homogeneidad cultural que enlace a la nación y señalar los vicios de la sociedad urbana. Su afán es didáctico y moral. Aunque, dicho sea de paso, tal señalamiento estigmatiza a las clases vulnerables y marginadas, pues son tachadas de ignorantes y bárbaras[5].
Por otro lado, está el naturalismo en su forma de “novela experimental”, término acuñado por Zola que encierra un método que permite hacer de la creación literaria un método científico. La fisiología como parte de la medicina que explica el funcionamiento de los órganos en relación con otros es trasladada a la comprensión de la sociedad. Se tiene así una novela en la que el sujeto está determinado por su posición y su felicidad o infelicidad dependen de que desempeñe correctamente su papel [6]. Entonces, el naturalismo no cuestiona el “orden natural de las cosas” sino que lo describe y observa las relaciones entre los individuos dependiendo su función:
Es en virtud del determinismo al que están sujetos los personajes de Los Bandidos de Río Frío, cómo se encadenan y producen los acontecimientos que hacen fluir la trama hacia donde el autor la encamina, pero en el marco de una estricta observación de las leyes naturales, sobre las cuales ejerce su experimentación[7].
En este punto Arnaud se equivoca al decir que la novela es naturalista ejerce la observación y experimentación sobre los personajes, olvidando que el afán de Payno es repasar la vida de una sociedad ya extinta con un lente crítico, no solo estigmatizando a las clases marginadas por sus vicios (Evaristo), también a las clases más privilegiadas y la nobleza que aún conserva tradiciones anacrónicas (El conde Don Diego del Sauz y el Marqués de Valle Alegre), incluso critica a ciertos personajes por su actitud arribista (Licenciado Lamparilla), ni tampoco las instituciones políticas se salvan de la crítica en la novela. Arnaud cayó en la trampa de Payno tratando de justificar el prólogo de la novela. Entonces, si no es una novela costumbrista ni naturalista, queda la tercera posibilidad: el realismo. El parecido entre el naturalismo y el realismo es tanto que sólo por un rasgo se distinguen: el individuo no está determinado por su condición social ni cumple una función específica, mas bien, está condicionado, es decir, tiene voluntad para moverse de un contexto a otro. Esto resulta claro, pues Juan Robreño a pesar de su marginación extrema se desplaza en diferentes ámbitos y desempeña diversas funciones en la sociedad descrita. Igualmente, Lamparilla, que siendo originario de un pueblo pobre pudo ascender socialmente. Aun así, tratar de encasillar a Los Bandidos de Río Frío dentro de una sola corriente es tarea difícil porque usa tanto elementos del costumbrismo, como del realismo incluso del romanticismo que se manifiesta en las descripciones sensuales de Cecilia (Capítulo XLI) [8].
II
Juan Robreño hijo es inaleniablemente importante dentro de la novela como un medio que conecta y relaciona todos los estratos de la sociedad, quien además condiciona tales relaciones. Margo Glantz fue la primera en reconocer la trascendencia de Robreño a pesar de su marginación:
Juan Robreño es el personaje primordial, su ilegitimidad los desclasa sin remedio, y gracias a eso se convierte en una figura ritual, dispuesta a recorrer toda la historia de la patria y su territorio y a someterse a distintas jerarquías sociales […] [es] el protagonista de un mito de origen, el de la nueva conciencia nacional […] el huérfano, como niño abandonado, tiene y ha tenido una función ritual, mítica[9].
Glantz destaca al personaje como una especie de héroe que liga a todas las jerarquías sociales en una conciencia nacional mediante una función ritual. El huérfano cumple la función de mediador, es decir, hace posible el medium, y este es un hacer, una acción o serie de acciones. Mariniello explica el medium, mediante analogía, como un puente, que, uniendo dos orillas o más orillas diferentes (realidades, mundos, cosmovisiones) crea nuevos espacios y modos de relaciones entre elementos y también transforma las orillas: “Lo que surge es antes que nada la naturaleza dinámica del puente […] El puente transforma el mundo en el que se inscribe. El puente es del orden del reencuentro, del devenir, del acontecimiento, de la metamorfosis”[10]. Más adelante declara que la escritura puede fungir como un puente y que el milieu puede ser un sujeto, por lo tanto, Juan Robreño como una entidad textual, o llámese una estructura que construye sentido dentro de la narración, es el medium, el ente medial que funge como puente entre los diversos “pensamientos/afectos-lugares” contenidos en la novela. El niño expósito en su dinamismo como puente hace posible las relaciones que sin él no existirían. Por dinamismo se entiende el desplazamiento a diferentes condiciones económicas, sociales, culturales y espaciales, condiciones que, a la larga, él transforma, pues no hay ningún personaje que haciendo contacto con él no haya tenido un giro dramático en su desarrollo dentro de la novela. Las historias del caudal de personajes tan diferentes se unen mediante Juan, desde Doña Pascuala hasta Relumbrón. Sin el paso del huérfano en cada espacio, los personajes se hubiesen quedado en el estatismo, por ejemplo, Comodina, una perrita sin ninguna importancia cobró un papel indispensable como una chispa de ignición del motor narrativo en el momento que encontró sin querer al bebé abandonado. Nastasita, una anciana que esperaba ya la muerte, adquirió un propósito en su vida (pues como mujer estéril nunca gozó de la maternidad) cuidando al bebé.
No solo los personajes salen de su estatismo, también los espacios cobran relevancia, puesto que Payno utiliza a Robreño a modo de comodín o pretexto para describir los espacios de las clases marginadas en las cuales se cría el niño: el puesto de las atoleras, la viña, el mercado, el hospicio de pobres, la cocina de Don Pedro, etcétera.
Dado este hecho, Treviño acierta en afirmar que:
Los Bandidos de Río Frío es una novela-río donde confluyen los cauces más diversos y secretos de una cultura: el mito, la religión, los hábitos, los complejos, los prejuicios y los arquetipos de una sociedad que son rearticulados en un mundo de índole literaria. En ese espacio de ficción creado por la palabra habita una gramática que trasciende la estructura folletinesca, cuya coherencia interna es creada por el entrecruzamiento de historias, conflictos y personajes verosímiles que habitan los símbolos que encarnan[11]
Siguiendo la analogía de la novela-río, se puede decir que la estructura subyacente que otorga la fuerza a la corriente del río, y que también define su dirección, es Juan Robreño.
La obra de Payno es tan extensa y compleja que un ensayo como este es ineficiente para desarrollar siquiera el concepto de milieu. El milieu como concepto proviene de meseta, término clave para entender la filosofía del acontecimiento de Deleuze[12] que utiliza para comprender el establecimiento de nuevas relaciones antropológicas originadas a partir de acontecimientos históricos. Por lo tanto, el concepto requiere una profundización que arrojará un análisis mucho más rico de la función de Robreño en la novela. También queda pendiente una reflexión de Los Bandidos bajo la óptica de la teoría literaria latinoamericana para entender la complejidad estructural de la narración en síntesis con el contexto histórico en la que fue concebida. Payno creó tan abrumadora novela que su extensión propicia las críticas-ríos, porque como tal, aún no se ha hecho justicia a esta obra dentro de la historia de la literatura.
[1] Blanca Estela Treviño. Manuel Payno. Cal y Arena, México, 2003, p. 61.
[2] Manuel Payno. Los Bandidos de Río Frío. Porrúa, México,1959, p. XV.
[3] Rodrigo García de la Sienra. “Sujeto ético, crimen y alegoría en Los Bandidos de Río Frío” en Literatura Mexicana, No. XXII, vol. 1, 2011, p. 147.
[4] Alfredo Juan Arnaud Bobadilla. Los Bandidos de Río Frío: Una ruta negada hacia la emancipación social y afectiva (Tesis). UNAM-FFyL, México, 2006, p. 134.
[5] Blanca Estela Treviño. La vida en México (1812-1910). Noticias, crónicas y consideraciones varias del acontecer en la ciudad de México. INBA-UANL-Editorial Jus, México, 2010, pp. 7-35.
[6] Arnaud. Op. Cit., pp. 136-138.
[7] Ibid, p. 140.
[8] Tal combinación de elementos de diversos procesos estéticos y literarios se explica con los conceptos de “transculturación” y “literaturas heterogéneas” de Ángel Rama y Cornejo Polar respectivamente. Vid Ángel Rama “Literatura y cultura” en Transculturación Narrativa en América Latina. Ediciones El Andariego, Buenos Aires, 2008, pp. 13-65 y Antonio Cornejo-Polar “El indigenismo y las literaturas heterogéneas” en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, No. 40, pp. 368-371.
[9] Margo Glantz “Huérfanos y bandidos: Los Bandidos de Río Frío” en Historia Mexicana, Vol. 44, No.1, p. 143.
[10] Silvestra Mariniello “Cambiar la tabla de operación. El médium intermedial” (trad. Esther Cohen) en Acta poética, No. 30, Vol. 2, 2009, p. 82.
[11] Blanca Estela Treviño. Manuel…, p. 62.
[12] Vid Gilles Deleuze y Félix Guattari. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia (trad. José Vázquez Pérez), Pretextos, Valencia, 2002.
Autor: David Paredes (Ciudad de México, 1993)Estudiante de Letras Hispánicas en la UNAM y colaborador en Primera Página. Ha publicado narración breve en revistas como Opción, La Colmena y EnEspiral. Baritono en el Coro de la Asociación de Profesionistas y Empresarios de México (APEM) y actor en la Compañía de Teatro APEM.