Tercia de trenes: Borges, Bolaño y Arreola

El espacio dentro de la literatura exige, casi siempre, un análisis profundo que implica cambios, referentes, influencias o elementos importantes dentro de la interpretación para el desarrollo del arte. Una estación de tren puede enmarcar un ambiente austero (casi desierto), pero a la vez crítico; quizá además puede ser el destino o un axis mundi que distingue la ambivalencia en la que vivimos: el bien y el mal, la luz y la oscuridad… lo rural o lo urbano. En cualquier caso, su relevancia como tópico es innegable; tal es el caso de «El sur» de Borges, «El gaucho insufrible» de Bolaño y «El guardagujas» de Arreola.

I

Las obras de Jorge Luis Borges tocan vertientes filosóficas y de gran incertidumbre para la imaginación del hombre: el destino, la muerte o el sueño. En «El sur» puede observarse su inquietud sobre la misma identidad que concierne a un sujeto. Borges logra incluir una característica fundamental escondida dentro de la estructura del cuento (éste es el tratamiento que da Jaime Alazraki en su artículo «Lectura estructuralista en «El sur» de Borges»).

Juan Dahlmann -un secretario de la biblioteca municipal de Buenos Aires- posee una discordia emblemática en su carácter: su abuelo materno murió a manos de los indios en una batalla de Buenos Aires, mientras que también tiene raíces germánicas. Gracias a su abuelo materno, Dahlmann «había logrado salvar el casco de una estancia en el Sur» que siempre había querido visitar, pero las cuestiones laborales se lo impedían.

«Verano tras verano se contentaba con la idea abstracta de posesión y con la certidumbre de que su casa estaba esperándolo, en un sitio preciso de la llanura»

La desgracia, entonces, aparece en forma de batiente. Dahlmann se golpea con el filo de una ventana, por lo que es llevado al hospital. Después de permanecer en un sanatorio y padecer fiebre, el personaje decide emprender un viaje al anhelado Sur. Las vías del transporte sobre las que viaja Dahlmann señalan la división entre lo civilizado y la barbarie, el norte y el sur. La apertura en la interpretación es muy variada: Dahlmann en realidad sí viajó a aquel lugar, el personaje soñó lo consiguiente de la historia o el Sur es el destino hacia la muerte.

La estación del ferrocarril simboliza la materialidad del viaje de Juan Dahlmann, pues, de otra forma, no pudo haberse encontrado allí, además de que tiene gran relevancia por ser el último escenario del cuento. El viaje  es casi como una búsqueda de identidad y debate entre sus predecesores europeos y americanos. De tal modo, Juan Dahlmann se adentra en un viaje que corrompe sus actos (ya que él era un personaje que odiaba la barbarie) y, al encontrarse en la terminal, cuestiona sus valores para aventurarse en una pelea a muerte con un hombre en la pulpería de la estación.

La narración anecdótica -pues Borges en realidad sí sufrió un accidente como el de Dahlmann- plantea al lector una historia que pareciera no tener mayor inconveniente a primera instancia. La historia pareciera inconclusa -debido a la enunciación final en tiempo presente, cuando todo se había contado en pretérito-, pero Borges en realidad planteó sutilmente un rompimiento de la misma al contar la llegada de Dahlmann a la estación del tren.

II

En «El gaucho insufrible» existe una referencia directa hacia el anterior cuento. De este modo, el vínculo entre los entornos y los personajes resultan evidentes al correr la historia. Roberto Bolaño, con su peculiar prosa descuidada, narra un episodio de la vida de Héctor Pereda, «un abogado intachable, de probada honradez, en un país y en una época en que la honradez no estaba precisamente de moda». No obstante, Pereda rompe con sus actos y su personalidad al cambiar de entorno -tal como Juan Dahlmann.

A diferencia del personaje borgiano, Pereda decide viajar a otro ambiente por tres factores importantes: la literatura, las tertulias de su hijo -un escritor famoso-, además del conocimiento de nuevas perspectivas respecto a la política. Estos elementos cambian la postura de Pereda sobre el orden social. El contexto en el que se desarrollará la historia será, entonces, Capitán Jourdan. La división resulta evidente: la urbanidad de Buenos Aires, en contraste con el ambiente gauchesco de Capitán Jourdan.

Pereda se transforma inmediatamente en un gaucho, a tal grado de volverse un personaje casi «incivilizado» (según el canon actual de lo que es la civilización) y, por consiguiente, su relación con las personas. El abogado compra un caballo para andar «quijotescamente» por el pueblo y andar en su nueva vida. La referencia al Quijote es indudable, pues pareciera que Héctor Pereda se ha vuelto loco -por una característica también relacionada con la literatura- y, por lo tanto, andar en un caballo por un desierto rodeado de conejos. Imaginar al personaje es todo un caso: un quijote gauchesco, tal como Joaquín Clausell pintaría a otro Alonso Quijano vestido con indumentaria mexicana.

Desde su llegada a la estación del tren de Capitán Jourdan, Pereda encuentra a un conocido: Severo Infante, un empleado de la estación. Enseguida ofrece a Pereda un trago de algo que sabía «a tierra quemada y a piedras». Al cuestionarle los posibles destinos, el personaje principal emprende su viaje y se cuestiona cosas tan simples como la forma de la tierra. Su visión acerca de Buenos Aires o de América cambia radicalmente.

«La noche era oscura como boca de lobo. La expresión le pareció a Pereda una estupidez. Probablemente las noches europeas fueran oscuras como bocas de lobo, no las noches americanas, que más bien eran oscuras como el vacío, un sitio sin agarraderos, un lugar aéreo, pura intemperie, ya fuera por arriba o por abajo.»

Héctor Pereda tiene un desenlace similar al de Dahlmann; sin embargo, a diferencia de éste, del primero sí se nos revela qué sucede después de un quiebre significativo: el personaje de«El gaucho insufrible» decide regresar a Buenos Aires, pero, al matar a un hombre con un cuchillo por defensa propia, piensa que se ha alejado tanto del contexto urbano que decide regresar a Capitán Jourdan.

III

Juan José Arreola elabora una invención más absurda que las anteriores. El «El guardagujas» es un diálogo entre dos hombres: un forastero y un trabajador del tren -muy similar al encuentro entre Severo Infante y Héctor Pereda-. La estación, en este caso, retoma más importancia por la característica de ser prácticamente desierta. De tal modo comienza la plática entre el viajero y el encargado de manejar las agujas de la vía férrea.

Arreola juega con la exageración de las posibilidades del cuento y las explota para jugar en un sentido de lo real verosímil -esto refiere a la probabilidad de que ciertos eventos se realicen dentro de una obra-. El tren de este cuento es completamente diferente de los otros: existen vagones capilla, vagones cementerios o vagones cárcel; todo esto para mantener el orden de los viajeros -de la sociedad-, además de establecer normativas que permitan la «convivencia correctamente moral» de los hombres.

«El guardagujas» es un microcosmos del macrocosmos en el que nos encontramos. El texto crítica -al igual que lo hace «El gaucho insufrible» hacia la vida «civilizada» o «El sur» en la caracterización de la identidad o el repudio a la barbarie- el sistema de regimiento humano y el orden social:

«Los habitantes del país así lo esperan; mientras tanto, aceptan las irregularidades del servicio y su patriotismo les impide cualquier manifestación de desagrado»

El cuento de Arreola no indaga más allá de los personajes principales, como Borges o Bolaño lo hacen en sus cuentos; más bien retrata, por medio de la exageración, un ambiente de modernización en un contexto desértico como la estación de un tren que puede dirigirse a cualquier punto. La llegada del destino, entonces, parece una decisión que ya no concierne al hombre en sí -o más bien al personaje- sino a factores externos que lo orillan hacia un fin.

El forastero decide -sorpresivamente después de aferrarse a su destino T- cambiar el lugar al cual quiere llegar por X. En este caso (y en muchos otros) X refiere a cualquier dirección que ya no tiene gran importancia. Por ello es importante resaltar el cambio del personaje, pues ya no le importa su destino después de enterarse de las incoherencias en las que recae el servicio del tren.

IV

Borges, Bolaño y Arreola demuestran la valía de la literatura por medio de tópicos, referentes y la realidad misma. Los cambios mínimos o mayúsculos de sus personajes -moral, actitudinal, resolutivo respectivamente- confrontan pasajes dentro del mismo lugar: la terminal de una estación de tren o ferrocarril.

La influencia dentro de las tres historias es muy variada y, en el caso de Arreola, a veces no se nos revela el motivo de la situación. No obstante, parece que lo anterior no es importante, pues el discurso es claro aparentemente. Así, los vínculos dentro de la literatura constituyen un aspecto fundamental para relacionar textos como los cuentos… o la poesía o la microficción o la novela.

El cuento detenta un carácter crítico impresionante.

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