En una época ya lejana, los poemas solían recitarse en las calles, entre plazas y centros recreativos, la gente se reunía para escuchar las aventuras del poderoso Aquiles, las travesías de Rodrigo Díaz de Vivar o de Roldán; los varones solían recitar versos a su enamorada, práctica tan importante en los rituales de cortejo que incluso existían quienes pagaban por unas cuantas estrofas. Anterior a esto, el viejo de la tribu solía sentarse ante un grupo de jóvenes para recitar (o en algunas ocasiones cantar) las leyendas de origen, esta práctica aún se conserva en muchos sitios del mundo. La literatura nació de la voz para trasladarse al papel y lograr la inmortalidad. Desde las primeras culturas que desarrollaron un sistema de escritura hasta nuestros días, las grafías y los versos han mantenido un diálogo constante. ¿Qué tan alejados estamos de las antiguas prácticas de la poesía?
Entre los círculos literarios, los pasillos de la facultades y el tren del mame en internet, todavía sobrevive el pequeño fantasma de la discusión sobre el premio Nobel de Literatura 2016 otorgado a Bob Dylan, la discusión se ha ampliado con el tema de los poemojis, abordados por cierto autor cuyo nombre no quiero recordar. Hay quienes plantean la postura conservadora de que esto no debería ocurrir, los más liberales apoyan los nuevos proyectos como una “revolución del arte literario” y también existen los aprovechados que intentan colgarse de la controversia para publicar libros sin fijarse en la estructura, el valor estético o literario, con el único objetivo de aprovechar los cinco minutos de fama del autor como si de un youtuber o actor de televisión se tratara. Desde tiempos remotos hasta nuestros días, el mundo literario se ha envuelto en interminables controversias y debates, todos estos acontecimientos han puesto sobre la mesa aquella eterna pregunta: ¿qué es la poesía?
Responder nos llevaría horas de discusión con postulados teóricos tan largos que resultarían interminables para el espacio de este artículo, sin embargo, podemos hablar de dos elementos que parecerían básicos u obvios, pero resultan fundamentales cuando de la construcción lírica se trata: los campos semánticos y el sonido.
Según el premio Nobel de literatura en 1958, Borís Pasternak: “La poesía es la musicalidad de las cosas que discurre a ondas para recrear con la palabra imagenes visuales”; por otro lado, Federico García Lorca dijo: «Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio». Podemos ver que en ambas definiciones prevalece el uso de la palabra como un factor importante y, por lo tanto, de la desautomatización del lenguaje.
En el caso de los campos semánticos, observamos que la poesía toma un tema y lo reconstruye para incluir semas nuevos en un significante ya establecido. Habitualmente, cuando se escribe sobre amor no se usa la palabra ‘amor’ tal cual, sino que se busca reconstruir la concepción que se tiene sobre la palabra y otorgar un significado nuevo. Veamos un ejemplo en este poema de Lope de Vega:
“Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe”.
Como podemos apreciar, catorce versos nos dan material suficiente para definir el concepto de una sola palabra: amor. Desde un principio vemos que es más complejo de lo imaginado, debemos de reconstruir el campo semántico, es decir, presentar lo ya conocido con palabras nuevas y a la vez intentar no caer en el ya temido ‘lugar común’.
Por otra parte, la desautomatización de la lengua nos lleva a otro concepto igual o más complejo: el ritmo. Este aspecto resulta indispensable para la poesía, incluso más que el punto anterior, pues es lo que la distingue de la prosa. Aquí es necesario precisar: sí existe cierto ritmo en la prosa construido mediante las palabras y las pausas (comas, puntos, punto y coma, etc), pero sirve para crear una fluidez en la narración, en el caso de la poesía, se debe lograr una musicalidad rítmica con las palabras, de tal suerte que se puedan dividir versos (ya sean rítmicos o arrítmicos) y, posteriormente, estrofas.
Existen estructuras que, de ser bien aplicadas, nos pueden dar ritmo y hasta rima: soneto, terceto, redondilla, octava real, etc. Pues obedecen a reglas ya establecidas, pero sin un argumento de fondo, estas estructuras resultan cascarones vacíos.
Me gusta comparar la literatura con la pintura, muchos representantes de este último arte lograron obras extraordinarias gracias al conocimiento básico de técnicas pictóricas, incluso la mayoría de los abstractos tuvieron que pasar por escuelas (hasta Dalí y Picasso pintaron bodegones); pasa lo mismo con la literatura, en el caso de la poesía, para experimentar con el verso libre se deben conocer primero los ritmos y estructuras que la poesía clásica nos proporciona, incluso aquellos pocos que comenzaron con verso libre y fueron exitosos tenían nociones básicas del ritmo y esto se ve reflejado en sus poemas.
Hemos precisado los rasgos distintivos de la poesía, por supuesto, es más complejo que eso y nos tomaría páginas exponer a grandes rasgos el género, pero para fines prácticos tenemos lo esencial para este artículo. Esto nos lleva a descubrir cómo pueden ser explotados estos elementos en la actualidad en la actualidad.
Con la idea de innovar, la métrica se fue deformando en lo que hoy conocemos como verso libre: una estructura sin estructura, no le da tanta importancia a la rima, aunque muchas veces la mantiene, pero permanecen los dos puntos ya señalados: cambios semánticos y ritmo. Esto se ha deformado aún más hasta llegar a nuestros días, donde el verso libre ha mutado en una manifestación extraña, que más parece prosa recortada en párrafos para dar la impresión de versos; sin embargo, no contienen la musicalidad antes mencionada. Esto se debe a que, en muchas ocasiones, quien escribe lee en voz baja sus poemas, más no práctica en voz alta y, en consecuencia, le cuesta encontrar el ritmo; cuando el escritor realiza el ejercicio de leer en voz alta y aun así falla, los errores pueden ser causados por un desconocimiento del ritmo poético o un oído poco entrenado.
Cuando Bob Dylan ganó el Nobel dio mucho de qué hablar, este hecho nos llevó a la reflexión sobre qué tanto están cercanas las expresiones musicales a la poesía clásica y cuánto se ha alejado la literatura de sus raíces. Sin embargo, actualmente existen prácticas que revitalizan la poesía en voz alta, se pueden contar el spoken word, el poetry slam y poetubers (híbrido entre poeta y youtuber). Las primeras prácticas son muy parecidas, la diferencia radica en que mientras el spoken word se trata de un poeta que lee o recita frente a un micrófono, en el poetry slam se agregan elementos como el uso de aparato fonador, interacción con el público y actuación. En el caso de los poetubers la práctica depende del gusto del autor, se trata de poetas que leen frente a una cámara y luego la suben a Youtube. Cabe aclarar, estas prácticas casi siempre, o siempre, van sin acompañamiento de ningún tipo y están más cercanas a la práctica literaria conocida hoy en día que a la práctica musical (como es el caso de la trova o el rap).
Varían los nombres de quienes realizan esta actividad y, como en todo, los hay buenos, malos y regulares. En el caso de los poetubers, tenemos autores como José de la Serna, un chico con un poemario publicado y que gusta de recitar sus versos con un filtro en blanco y negro mientras fuma un cigarrillo de manera bohemia. Tiene poemas buenos y otros con ciertas fallas como lugares comunes o tropiezos en el ritmo, pero si uno revisa su canal ve algunos de sus videos longevos y los compara con los más actuales, podrá percatarse de cómo ha mejorado gracias a la práctica constante de la poesía en voz alta.
En el poetry slam suenan nombres como el de Jonhatan Reyes-Pérez Ahuizotl, quien recita versos en náhuatl y luego los traduce al español, en ambas lenguas uno puede notar el ritmo y la musicalidad propias de cada una, lo cual le da una riqueza impresionante a su medio de expresión y a la calidad de su trabajo.
Este tipo de prácticas ayudan mucho al poeta, pues no sólo afinan el oído, también lo enfrentan directamente a la crítica de sus lectores/oyentes y, en algunas ocasiones, incluso hasta compite con otros poetas. Todo depende del artista, pero de ser inteligente, tomará estos retos para mejorar sus versos y así crecer ante los ojos de la crítica y los camaradas poetas. Al mismo tiempo se abre el espectro poético, pues al querer representar a la realidad por medio de las palabras, se encuentran retos como el de incluir rimas para WhatsApp o buscar imágenes poéticas de Facebook (imaginen escribir un poema sobre la chica que los friendzoneo; evidentemente estos elementos se harán presentes.)
El problema lo han sabido resolver poetas como Luis Flores en sus Sonetos ñerobarrocos donde combina el albur, las redes sociales y la realidad actual con la estructura clásica del soneto, un ejercicio sumamente complicado con un resultado impresionante. Rojo Córdova, otro poeta del slam muy reconocido en el medio, también ha incurrido en la práctica de combinar la actualidad con lo clásico, los resultados son los siguientes:
Como pudimos ver, tenemos todo para darle un nuevo auge a la poesía, otorgarle la complejidad que la lengua y las formas requieren y exigen, pero al mismo tiempo hacerla cercana a los oyentes y receptores del arte. El español es vasto y convive con el inglés y francés, más todas las lenguas originarias: otomí, náhuatl, tzotzil, totonaco, diidxazá, entre otras, ¿por qué no aprovechar la riqueza lingüística que tenemos a nuestro alrededor? ¿Por qué conformarse con el espectro reducido de unos cuantos emojis? Tenemos tanto que explotar: sonetos con jitanjáforas, canciones tristes ante las palomas azules del WhatsApp, versos libres con palabras en español, francés y otomí (¿se imaginan la musicalidad de ese poema?). Ahora, si usted desea ser más experimental, lo reto a que escriba un poemoji con la complejidad estructural de un poema gongorino.
Lleve su trabajo a otro nivel, escriba, lea en voz alta, difunda su trabajo, acepte las críticas, aprenda, mejore, pero sobre todo, haga las cosas por pasión a la lengua y la literatura, aproveche las herramientas que la posmodernidad nos ha brindado, recupere la herencia de nuestros antepasados poéticos, nadie dijo que el arte era una práctica fácil. Tenemos en nuestras manos el poder evolucionar esta expresión artística para llevarnos a un nuevo nivel: el renacimiento de la poesía.
Autor: Alejandro Rodríguez Castillo Nací el 22 de Enero 1993 en México D.F. Estudiante de 7° semestre en la licenciatura de Lengua y literatura hispánicas por parte de la FES Acatlán. Recientemente publiqué el libro titulado Bestiario de las siete creaturas soñadas (2016) por parte de la editorial El Nido del Fénix. |