Fotografía de Farah León
En los rincones más ocultos de la Facultad de Filosofía y Letras se presentan, cada semana, propuestas teatrales al alcance de una mirada curiosa con ganas de asomarse a los pliegues del corazón humano.
En los rincones más ocultos de cualquier ciudad, de cualquier casa, de cualquier universidad, se ocultan los vergonzosos gritos del placer, del dolor, de la vida: un parto secreto, una violación, la cópula desenfrenada y sin sentido en medio del alcohol y la música, la masturbación, el descubrimiento de la sexualidad que asoma, escondida, entre las piernas de una mujer…
Estos dos ínfimos rincones, el de la Facultad y el de la mujer, se cruzan en la experiencia teatral de La acidez de las mariposas, de Mónica Perea.
Cuatro cuerpos en escena dejándose poseer y desfigurar por el desenfreno de la música y acariciar por el juego de luces conducen al espectador a la intimidad de la sexualidad femenina, expuesta frente al mundo, el mundo de las larvas que ansían devorar mariposas, parecerse a ellas, hacerlas gemir de dolor y de placer. Un mundo donde el sexo se convierte en imperativo, en la puerta de acceso a la corona que representa el poder y la «libertad». «Las mariposas siempre regresan, a pesar de su capacidad nobiliaria».
De estos cuatro cuerpos, en contacto con la dramaturgia de Mónica Perea, surge la propuesta de la obra, trabajada posteriormente por Verónica Zurita en la dirección de escena, Farah León Gaytán en la dirección de movimiento y Tania Rodríguez en la composición visual. Y he aquí uno de los grandes méritos de la propuesta: es una propuesta que parte del trabajo de las actrices, de su creatividad, de su cuerpo creando mensajes a partir de los estímulos de un texto que ha conectado con ellas íntimamente. No la propuesta de una directora sobre la cual las actrices trabajan: en este caso particular, la dirección trabajó no sólo a partir de un texto, sino a partir de la creación que las actrices ya habían hecho con el texto. Lo cual implica un discurso muy poderoso, pues son los cuerpos de las actrices los que lo han generado todo desde el principio, con sus movimientos y sus impulsos.
En este sentido, por momentos se resta importancia a la palabra, y se puede percibir que, si bien no estorba, sobra. Pero el espectador tendrá la atención cautiva cada momento de la puesta en escena, pues lo que no acaba de decirse con la voz, se dice con el cuerpo, a través de una serie de cuadros donde se representan diferentes situaciones, temas y posibilidades de la metáfora que da nombre a la obra. Y es que, como lo he señalado, se trata de un discurso del cuerpo a partir de la provocación de un texto.
No se trata de una obra anecdótica, donde el espectador podrá platicar una historia conmovedora. Se trata de una obra a cuadros donde lo que importa es el impacto de las palabras y los cuerpos sometidos a situaciones extremas: el descubrimiento que hace una niña de su sexualidad, la desilusión y la insatisfacción inevitables de la promiscuidad, el conflicto eterno de las mariposas y las larvas que se encuentran en la cópula, que se temen y se desean ¿Quién posee la corona? ¿Existirá una solución para la eterna lucha de las mariposas y las larvas? ¿Cómo una mujer se las arregla con el enigma de su sexualidad, que tanto para ella como para los hombres constituye un misterio?
Es el tipo de experiencia al que conduce la obra, donde alternan cuadros frenéticos de caos verbal con cuadros íntimos, delicados, poéticos… la ternura de este grupo de mujeres compartiendo sus experiencias y la violencia de cada mujer sola enfrentándose al público.
Destacan las actuaciones de Diana Solis y Alejandra Anzorena por su brillante desparpajo y que, cerca del final de la obra,nos ofrecen un momento memorable que el público sabrá reconocer, donde dejan de importar las palabras y sólo importa lo que los cuerpos se dicen, lo que los cuerpos se hacen, lo que los cuerpos soportan desde adentro y cómo se relacionan el uno con el otro. Diana Solis impacta y perturba desde el principio, con una presencia capaz de soportar con gran solvencia las evocaciones de grandeza y monarquía, de rencor y de sensualidad que aparecen en el texto. Brenda Astorga y Karen Delgadillo completan el elenco; las cuatro, de principio a fin, se entregan con una enorme pasión al público, misma que sostiene el exigente trabajo corporal y energético en el que se sustenta la propuesta.
Completan el equipo Miranda López Aguayo, responsable de los magníficos vestuarios, Bruno Zamudio, encargado de la dramaturgia sobre el texto de Mónica Perea, labor particularmente compleja al tratarse de un texto de estructura tan abierta, y Fátima Vela, encargada de la producción y, como tal, responsable de que el trabajo de todos sea posible en términos concretos (los vestuarios cuestan, no es fácil gestionar espacios…)
Todos ellos son estudiantes de la licenciatura en Literatura Dramática y Teatro. Si no conocen aún el tipo de trabajo que hacemos en el colegio, es momento de que lo hagan. La acidez de las mariposas se presenta los viernes a las 19:00 hrs. en el Teatro Rodolfo Usigli, hasta el 9 de diciembre. Entrada libre, cupo limitado.