La ética de Orphan Black

Hace un par de años, en mi usual afición por descubrir series que me cautivaran a través de Netflix, llegué a una serie canadiense distribuida por BBC America. El nombre de dicha serie, esencialmente del género de ciencia ficción, es Orphan Black y los creadores son Graeme Manson y John Fawcett. La reseña de Netflix, como casi siempre, otorgaba muy poca información pero el simple hecho de saber que “Sarah presencia el suicidio de una mujer que luce igual a ella y decide tomar su identidad. Esa será la puerta secreta hacia un mundo de misterios” sirvió para generarme interés. No sólo es una serie de la que pocos de los que han visto al menos los primeros cinco minutos se hayan podido despegar de ella, sino que también aborda temas científicos, filosóficos e incluso religiosos que forman parte de la sociedad actual. La serie es un conjunto de perspectivas de la posmodernidad sutilmente esparcidas de principio a fin, ignoro si intencional o accidentalmente.

Sin ser una de las series más conocidas se ha convertido, en cuatro temporadas y una última que se espera para el 2017, en todo un cuestionamiento que va más allá de la bioética, el feminismo, la diversidad sexual y los límites de la tecnología. Afortunadamente, el asombroso trabajo que ha realizado la protagonista Tatiana Maslany interpretando a más de doce personajes ya le valió finalmente en premio EMMY, lo cual, personalmente, espero que genere un mayor público para este show. Considero que la ética, que la RAE define como el “conjunto de normas morales que rigen la conducta de la persona en cualquier ámbito de la vida”, es uno de los pilares fundamentales sobre los que se desarrolla esta serie canadiense. Si no la has visto te comparto los primeros tres minutos para que te introduzcas en ese mundo, veas la serie y posteriormente puedas terminar de leer esto sin que afecte tu experiencia.

A PARTIR DE ESTE PUNTO HABRÁ SPOILERS, LEE BAJO TU PROPIO RIESGO.

¿Ya viste las cuatro temporadas? Excelente, entonces la lectura de todo esto va a resultarte mucho más comprensible. El primer conflicto moral se desarrolla en el primer capítulo. Sarah Manning juega su papel de antihéroe desde su primera aparición, la primera palabra que dice en toda la serie es “shit!”. En esta instancia, la intención de Sarah es reformarse de una vida de caos que he tenido desde su nacimiento. Desconoce su propio origen, ha recurrido a actividades ilegales para poder sobrevivir, básicamente es una persona que no prevé las consecuencias de sus actos.

Roba una identidad porque no le interesa la suya, si puede borrar todo su pasado y empezar de nuevo lo va a hacer sin pensarlo dos veces. Cuando, además, ese robo le va a permitir conseguir un sustento económico para su hija, pues no le queda la menor duda de que ese camino es el mejor. A un personaje como Sarah le tenía que gustar el punk a fuerzas, lleva el DIY (“do it yourself”) al máximo nivel al que puede ser llevado, se quiere hacer a sí misma a través de otra persona, que ya no existe y que es genéticamente igual a ella. El robo de identidad en la serie es como pintar sobre un cuadro que ya estaba terminado.

Este hurto identitario es el río que desemboca en el tema principal de toda la serie (y que no se menciona en el primer capítulo, situación que dota de humanidad a los personajes antes de que el espectador se entere de qué va realmente la serie), la clonación humana. Ocurren dos muertes importantes antes de conocer el tema central, es ahí cuando Orphan Black se desprende de otros productos de ciencia ficción, las clones son personajes redondos, completos, humanos y femeninos en todos los sentidos posibles. Es más, Cosima es tan humana que incluso está basada en una persona real, la consultora científica Cosima Herter, quien se encarga de que el programa sea fiel a la ciencia.

Lo primero que a muchos nos viene a la mente al pensar en la clonación es en la oveja Dolly, el primer mamífero clonado, que nació en 1996 y a la que hace alusión la máscara de Veera Suominem, mejor conocida como M.K. A partir de ese entonces se entró al que probablemente sea el conflicto bioético más grande de la humanidad: “¿sería correcto clonar a un ser humano?”. La tecnología está a disposición de miles de científicos que probablemente tengan la capacidad en este momento de clonar a un ser humano y produce un poco de miedo pensar que es posible que alguien ya lo haya hecho en la clandestinidad. Tal vez no falte mucho tiempo antes de que el mundo presencie la primera marcha para protestar por la legalización del matrimonio entre un clon y un “humano normal”.

Unas mejores preguntas serían “¿qué hace a lo humano ser humano y cuál es el límite entre lo humano y lo no-humano?”. La clonación humana nos haría capaces de cosas tan impresionantes como tener toda una reserva de órganos compatibles con nuestro propio cuerpo, listos para ser usados cuando alguno de los nuestros falle sin importar cometer un asesinato porque, al final de todo, si el hombre le dio vida a otro hombre que no alcanza a ser humano, él mismo podría quitársela para su beneficio. Sin embargo, ¿será posible que solamente el nacimiento derivado de una reproducción sexual sea lo que dota a las personas de su carácter humano? (a fin de cuentas, ¿qué tan distante está la fertilización in vitro de la clonación?). Aquí es cuando aparece el principal dilema de esta serie de BBC America. Orphan Black presenta importantes grupos de poder, esencialmente el religioso y el científico, que pretenden tomar las decisiones sobre un grupo de mujeres que fueron producto de un experimento y que, a pesar de tener todas las facultades que posee un ser humano, se les está negando en muchas ocasiones su propia libertad. Probablemente el caso más triste de pérdida de libertad que se manifiesta en la serie es el de Kendall Malone, quien es abusada y forzada a esconderse debido a sus peculiares características biológicas y cuya vida culmina debido a conflictos de intereses y el control de un experimento de tal magnitud.

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Al ahondar en las intenciones que tienen Neolution y el DYAD Institute para el denominado Project Leda, Cosima descubre que las clones y sus derivados genéticos son propiedad intelectual del DYAD Institute. Esto implicaría que estas personas no son dueñas de sus propios cuerpos sino que le pertenecen a una corporación. No sólo ellas mismas sino, en el caso de Sarah, al ser una de las dos únicas clones fértiles, también le pertenece a este instituto su hija Kira. Por el lado religioso, la clonación humana es una abominación ajena a Dios. Los llamados Proletheans encomiendan a Helena la misión de exterminar al resto de las clones al decirle que ella es “la original”. Sin embargo, estos creyentes de Dios también disfrutan jugar a ser él. El personaje de Henrik Johanssen es quien quiere dominar el “milagro de la vida” al fertilizar mujeres en contra de su voluntad, incluso a su propia hija Gracie. La moral de los personajes se cuestiona una vez más pues la reproducción deja de ser opcional para las mujeres de esa comunidad. Del mismo modo, los creadores del Project Leda, Ethan y Susan Duncan no buscan otro propósito que el de generar vida con su conocimiento e ignoran el hecho de que su experimento derivaría en la creación de seres humanos autónomos y conscientes. Terminan por darse cuenta de ello cuando adoptan a una de sus clones, Rachel, y la crían como a una hija hasta que la ambición por el poder que genera este proyecto hace que Aldous Leekie los aparte de ella.

Cabe destacar también que el Project Leda es monitoreado constantemente sin la autorización de las clones por sus mismos familiares que a veces no están enterados del propósito de este monitoreo. Eso ocurre con Donnie Hendrix, el esposo de Alison, quien en una parte de la serie destruye toda la supuesta vida perfecta a la que aspira su familia suburbana. El principio humano de privacidad es violado completamente. Si bien el tema principal que se desarrolla en esta serie es el de la clonación humana, éste nos lleva a explorar a cada una de las clones y a descubrir que no toda su personalidad proviene de la genética sino que también se adquiere por medio de las vivencias. A diferencia del Project Castor, el Project Leda fue criado en diferentes culturas, circunstancias y familias, por lo tanto, mientras que los clones masculinos no son psicológicamente muy distintos entre sí, las clones femeninas son completamente diferentes. La serie explora a la mujer desde muchas perspectivas y no la encasilla en un sólo papel como mucha de la cultura popular se ha dedicado a hacer a lo largo de la historia. Esto no sólo pasa en las clones pues hay más personajes femeninos que rompen con los estereotipos, uno de los máximos ejemplos es Siobhan Sadler.

Otro de los temas de los cuáles hace énfasis la serie es el de la diversidad sexual. Si bien a primera instancia pareciera que Felix es un homosexual prototipo de serie americana, la verdad es que juega un papel fundamental en la historia como consejero, espía y, sobre todo, como familia. Cosima llega a recalcar frente a Rachel que su sexualidad no es la parte más interesante de ella y, ciertamente, la serie sin ese personaje no sería ni la mitad de buena de lo que es. Esto al tomar en cuenta que, junto con Delphine, logró enormes avances en cuanto a la investigación del material genético del Project Leda. En síntesis, los personajes de la serie representan una gran diversidad humana (incluso los clones) y no están determinados por su género, orientación sexual, raza u origen.

La ciencia y la tecnología no sólo se hacen evidentes en el tema de la clonación sino que también muestran la ambición del ser humano al hacerse modificaciones corporales. Ejemplo de ello es Neolution y su búsqueda por crear, a fin de cuentas, el ser humano perfecto o, al menos, desafiar a la naturaleza al implantar colas, imanes en los dedos y orugas mecánicas que extraen información genética de los individuos. En la cuarta temporada aparece Evie Cho como una de las máximas villanas de la serie, ya que dirige su proyecto de Brightborn, el cual parece ser no menos que una auténtica fábrica de seres humanos que aspiran a lo perfecto. Se hace presente entonces otro dilema ético importante. En el juego de Evie Cho hay muchas cosas que salen mal, las mujeres retenidas en contra de su voluntad dan a luz a bebés deformes a los que, para no hacer públicos los errores de su empresa, se les aplica la eutanasia. La serie plantea, entre otras cosas, la búsqueda de un poder que es mucho mayor que el que da el dinero o el gobierno de un territorio, el poder de manipular la vida misma a costa de la vida de otros seres humanos pues ¿qué poder puede ser más grande que el poder de ser Dios?

NOTA: Tomé algunas referencias de este fantástico libro:

Pence, Gregory. What We Talk About When We Talk About Clone Club?: Bioethics and Philosophy in Orphan Black. Dallas: BenBella Books, 2016.

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