Una de las razones por las que confundimos ciertas cosas se debe a que no comprendemos la estructura del mundo. Sabemos que el bien puede causar mal y viceversa, por eso solo tomamos partido en aquello que se ajusta a nuestro interés. Leía hace poco un ensayo en el que no dejaba claro lo que se quería argumentar. El autor centraba su crítica en torno a la belleza física y su elección, luego hablaba del amor y finalmente confundía la belleza con la variedad (en este caso citaba a Lope de Vega cómo si fuera fundamental tener un soporte para tal equivocación) el ensayo terminaba dedicándoselo a un enamoramiento físico. Después hacía referencias a Marx, Platón, y no sé a cuántos filósofos. Su sustento en estos filósofos estaba lejos de ser una interpretación correcta. Más que ser un ensayo que intentaba aclarar el problema de porqué deseamos la belleza exterior en contraposición con la belleza interior, sentía en sus palabras un problema de personalidad: este autor no podía aceptar ser lo que es. Es por ello que centro mi atención a la primera línea expuesta en este ensayo: No comprendemos la estructura del mundo. Basta referirnos a un pequeño ejemplo:
“Un día, cierto hombre, tenía la costumbre de dejar la puerta del baño abierta en el instante en que hacía sus necesidades. Su madre le replicaba que cerrara la puerta. Este hombrecillo, día con día se preguntaba por qué no conseguía empleo.”
Parece ser que esta pequeña historia, además de ser ridícula, carece de sentido. Lo importante no es juzgar lo que se ve, sino tratar de profundizar, como se dice en términos amplios: ver más allá. Nuestro autor confunde el mundo en el que vive, creyendo ser certero al describirnos el mundo actual. El cuerpo, aquello que Merleau-Ponty nos hace conscientes, se divide en dos: actual o visible. Cuando el hombre cree que todo lo que le aparece es verdad, incurre en el error de juzgar el exterior sin comprender su naturaleza intrínseca. El modelo que pensaban los griegos antiguos no era un modelo materialista. La idea imperaba tanto en sus investigaciones como en sus discusiones. Pero nosotros solemos aventar la puerta tras la discusión o el coraje. Queremos encender la furia al no aceptar nuestra ignorancia en este tipo de discusiones: belleza, verdad, justicia, correspondencia, etc. Nos creemos más sabios que nuestros padres y ancianos y dirigimos nuestra vida con orgullo a un camino no “escrutado”. Falso es nuestro pensamiento y reflexiones, conjeturamos lo que alguien más conjeturó y corremos el riesgo de tener el mismo final. ¿Por qué habría que obedecer a un anciano cuando su fracaso fue inevitable? Porque es un anciano que vive el fracaso y conoce muy bien sus frutos. Ponedle un poco de atención y no habrá ningún problema. Por esto, invitamos a nuestro autor a aclarar un poco más sus ideas, usando la coherencia y el criterio. No debería exaltar la opinión de la masa a través del ensayo. ¿Acaso no observa atentamente que cae en el coraje tradicional de todo individuo rechazado por su apariencia física? No se trata de criticar nuestra sociedad, sino de investigar. No se trata de opinar, sino de ahondar. Aclarar más que oscurecer.
Después de leer el ensayo incurrí en el error de demostrarle a nuestro querido autor sus “fallas”, esas opiniones tan fuertemente fundamentadas. Ese era el curso principal de mi ensayo, sin embargo, el cambio fue radical: en nuestra filosofía es principal demostrar con actos lo que pensamos. Pero no hace falta demostrar nada, el objetivo al final se convirtió en algo más novedoso: principalmente estamos convencidos de lo que somos y del profundo conocimiento de nosotros mismos.
No por nada un filósofo ha dicho que la construcción de la vida se halla dominada más por los hechos que por las convicciones. Cosa curiosa: eso es lo que hace nuestro autor, habla de los hechos, pero no está convencido de lo que cree saber. ¡Dejemos ya la crítica y tratemos de ahondar a cosas más sustanciosas!
En las cosas del amor y de la belleza nadie es más profundo que otro. Es un concepto tan universal que se reduce muchas veces a una simple imagen de un corazón. Por ejemplo: no podría aceptar de nuestro autor su definición para el enamoramiento; claro que caería con bastante vergüenza en una contradicción lógica. El enamoramiento no es ningún medio, ni ningún camino para alcanzar algo. No tiene una finalidad. El enamoramiento es tan espontaneo que es imposible acapararlo en una definición, no podemos asirlo. La cosa es simple: nos gusta algo y no sabemos por qué nos gusta. Esa es una característica del enamoramiento: el no saber explicar qué es lo que sucede…
Es lo mismo cuando nos preguntamos: ¿Qué es hermoso, o hermosa?, aquí nuestro autor cae en el error al no saber qué más idealizar para terminar el ensayo. Sucede que, muchas veces, nos preguntan cosas que son demasiadas sencillas que no sabemos responderlas en el acto. Ese es el proyecto de la Mayéutica Socrática o de los diálogos aporéticos: aclarar lo que es confuso. Precisamente decíamos que no entendemos la estructura del mundo. El mundo tiene una estructura, los tratos personales también. Cuando se evita esta estructura se hace posible una fractura en las relaciones de pareja: no tiene nada que ver con moral, por si nuestro autor precisa una refutación le invitamos observe bien y comprenda aún mejor esta estructura a la cual hacemos referencia.
Más que una refutación, este ensayo trata de hacer lo que reza en su título: ¡Aportar!
Se invita a nuestros lectores tener los ojos entrecerrados, casi como un miope que intenta ver a lo lejos el objeto para captarlo lo más claro posible. En cuanto a nuestro autor le dejamos aquí, no vaya ser que se levante contra nosotros refutando nuestro ensayo. ¡En fin! ¡Si es inteligente no lo hará! ¡De lo contrario estaría oponiéndose a su propio argumento: éste ha sido la base de este ensayo!
Acerca del autor: Autodidacta desde siempre, apasionado a la filosofía y la literatura, Nullius Ectopos ha comenzado a reunir su obra en un volumen múltiple. Escritor, filósofo y ensayista recién venido al mundo de las letras. Radica actualmente en la Ciudad de México.
Autor: Revista Primera Página Primera Página es una plataforma digital dedicada a la publicación de material literario creativo y crítica cultural en sus distintas manifestaciones. Las opiniones aquí vertidas son responsabilidad directa de los autores que las emiten, y no del sitio como tal. |