«Así pues los muchachos fantasmas cruzaron el valle y se despeñaron en el abismo.»
ROBERTO BOLAÑO
Tuve la fortuna de asistir al coloquio «Literatura y Modernidad en América Latina» realizado en la FFyL de la UNAM. Redescubrí títulos como La región más transparente de Carlos Fuentes o Rayuela de Julio Cortázar; además conocí teorías como la de Agnes Heller, algunos libros de Ricardo Piglia –por ejemplo, La ciudad ausente y Respiración artificial–, una obra magnífica de Rodolfo Usigli –El gesticulador–, entre otras gratas sorpresas.
Definitivamente, el libro que más llamó mi atención fue Amuleto de Roberto Bolaño. Pensé que ésto se debía a mi total desconocimiento del trabajo del escritor chileno, así que decidí adentrarme en la novela. Me encontré con una historia infrarrealista, que recrea una búsqueda de la libertad con un personaje acongojado, principalmente, por lo que sucede en el desenlace del libro. El texto desarrolla la historia de Auxilio Lacouture, una mujer uruguaya y «madre de la poesía mexicana» que establece relaciones con diferentes personas como José Emilio Pacheco y Remedios Varo.
La intertextualidad de Bolaño establece una conexión muy importante dentro de toda su labor: existe un puente directo entre Amuleto con Los detectives salvajes –por las intervenciones de Arturo Belano, también personaje de esa novela– y con 2666 –al final del capítulo 7, Auxilio sigue a sus amigos, a través de la noche, por la avenida Guerrero que «a esa hora, se parece sobre todas las cosas a un cementerio, pero no a un cementerio […] de 1968 […], sino a uno del año 2666».
Los personajes de Bolaño –especialmente los femeninos– sugieren un análisis más profundo desde su mismo nombre, pues éste es el punto de convergencia de todas las características de un personaje. En este caso, Auxilio –como un llamado de socorro de algún sujeto (el mismo Bolaño, el lector o la humanidad)– dialoga con nosotros como si el mismo libro trascendiera a la realidad –por medio de la verosimilitud expone distintos elementos preexistentes: un retrato de la Facultad de Filosofía y Letras, la caricatura de la colonia Guerrero, la narración de la matanza del 68; la convivencia con Pedro Garfias o León Felipe (ambos escritores españoles, residentes en México), además de otros personajes referenciales– para transmitir un grito dentro de un abismo.
De esta forma, muchos elementos de la narración –que pareciera una suerte de monólogo femenino– se entrelazan en una temporalidad completamente variable. Esta peculiaridad encuentra como fuente el espejo del último piso de la Facultad de Filosofía y Letras, que, curiosamente, funge como un aleph que Borges ya había plasmado en su cuento del mismo nombre. Las variaciones de la cronología nutren lo literario de una obra que mantiene al lector en la misma «pesadilla individual» –como lo mencionó Bolaño en una entrevista– que comparte, inconscientemente, con todos los hombres en la realidad.
Así, las esencialidades inefables de la literatura se presentan junto a elementos verdaderos, tal como una crónica –el fragmento donde se narra la violencia policial contra los estudiantes en Ciudad Universitaria son impresionantes–. No por nada el autor cita a Petronio en su epígrafe: «Queríamos, pobres de nosotros, pedir auxilio; pero no había nadie para venir en nuestra ayuda». Y es que Auxilio, la misma poesía mexicana, expone la decadencia de la literatura como un grupo de jóvenes que cantan un himno hacia un precipicio; además demuestra –mediante la metáfora narrativa– la incredulidad actual hacia las artes y los humanismos.
La novela –en palabras del Doctor Manuel Segundo Garrido– «nos enseña a vivir poéticamente dentro de un mundo apoético», pues el gran paradigma de toda una generación reprimida –como la de 1968 y otras más, no sólo de Latinoamérica– persiste aún sin que muchos hombres se percaten de ello. Por eso mismo, al inicio del libro, Roberto Bolaño menciona que toda esta parábola literaria será una historia de terror.
Sin embargo, el desenlace propuesto –si bien carece de una certidumbre optimista– expresa la valía de muchos hombres, mujeres, jóvenes, humanistas, que aún siguen (y permanecerán) en ese sendero de cánticos y poesía que logra devolver, a través de la literatura, una propuesta para mejorar aquello que las «grandes personas» llaman el camino hacia la modernidad.
Amuleto representa el aspecto de un Roberto Bolaño más íntimo y abierto, que –aún en los momentos más silenciosos del orbe– logra invadir literariamente al lector para trasladar un efecto de cuidado; al mismo tiempo, añade y transfiere una mayor relevancia para la literatura, la poesía, los humanistas, Latinoamérica y su gente; también enuncia el abismo al que nos dirigimos como un conjunto de hombres sin un amuleto –como puede serlo para algunos– la literatura.
Del autor: Joshua Abigail Córdova Ramírez. (CDMX, 1997) Estudiante de Lengua y Literaturas Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ha publicado en Primera Página y Cruz Diez, ha ofrecido conferencias acerca de García Márquez en relación con la mitología griega. Asistente al curso de surrealismo impartido en México por la Dra. Andrea Gremeles de la Universidad de Frankfurt. Ganador del concurso interpreparatoriano de poesía.
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