Más allá de una tediosa y burocrática presentación que repita tópicos poéticos genéricos que extraordinariamente se encuentran en absolutamente todos los geniales malos poetas, jóvenes y no, –o mejor dicho, en todas las lecturas desinteresadas– diré solamente: si es verdad que Miguel Guardia es periferia, marginalidad y olvido, qué importa. Y que cada quién, según su madurez, posicione al autor. Si se ha perdido el rumbo del juicio poético no importa ¿alguien negaría que Guardia tiene la palabra exacta; el verso exacto; el poema agudo?
Se presentan aquí textos recogidos de un par de libros suyos, publicados entre 1966 y 1977 (su último libro publicado.) Procuramos rescatar poemas menos conocidos que su maravilloso El Retorno y otros poemas, recientemente reeditado por Malpaís ediciones, pues fuera de esta necesaria reedición, conseguir el resto de su obra es, cuando menos, complicado. Los poemas aquí publicados no se encuentran en ningún otro sitio de internet.
Agradecemos a Paloma Guardia Montoya, hija del autor, por concedernos la publicación de estos textos y la maravillosa imagen.
Del libro Palabra de amor (1966)
Palabra de amor
I
Este es un oficio en que uno se cansa
porque sabe que todo está perdido de antemano.
La dignidad de lo verdadero, al menos:
porque el poema no es ya sino un cementerio
de frases o un concierto de lápidas oscuras
en el que nadie reconoce el nombre de sus muertos;
porque hay tantas cosas que decir, y tantas
que aunque fueran dichas no serían recordadas;
porque hemos olvidado que el poema
es denuncia y es ira y rebeldía,
porque todos los caminos que hoy conducen a él
sólo están empedrados de buenas intenciones
y de retóricas mediocres o excesivas.
Y porque nadie acierta ahora con la exacta
medida de la desesperación del hombre.
II
Las palabras han dejado de ser golpes de viento
y tempestad, o insumisas varas de la justicia;
la palabra no es más ni látigo ni espada
ni vengativa verdad; ni bálsamo, ni agresiva
esperanza. La palabra no hiere más,
no mata ni da vida; no construye ni destruye,
porque la palabra nunca fue indispensable
para comer o beber o hacer el amor. Es eso
lo único que nos preocupa, por ahora.
III
Han sido vendidas y traicionadas las palabras:
han sido violadas, les han dado tormento
para hacerlas decir lo que no habían dicho jamás;
y han sido arrojadas a la calle, deshechas,
desfiguradas como viejas prostitutas.
Y son ellas las que habrán de iniciar a los jóvenes
en el amor a la libertad, y en el respeto
por el hombre y en la devoción a lo justo.
IV
Este amargo recipiente de miseria que somos,
sobre el que se agita, tercas, las moscas de la muerte;
este indefenso dios cubierto de basura,
que somos, este poco de lodo; esta perenne
inmortalidad llena de costras de sangre;
esta contradicción apenas entendida,
que somos; esta niebla de carne y pesadumbre que somos
este dolor que somos;
lo que somos; dios y miseria y sangre y pesadumbre
está esperando, tiempo atrás, una palabra,
una sola, no más, una palabra.
V
La muchacha más linda que pueda encontrarse
en algún afortunado día de invierno;
la frase más hermosa, la que nunca ha sido dicha
por amante alguno, porque es demasiado perfecta;
el amigo que habrá de comprendernos para siempre
con el más limpio sacrificio;
la embriaguez más amable y menos dolorosa;
la bestia más pura, la que siguiera nuestros pasos
como si hubiéramos merecido que nos amara,
todo, absolutamente todo es inútil
pues de nada de esto somos dignos. No merecemos
ya, las cosas nobles o bellas de la vida.
VI
No ignoro que para tomar las grandes decisiones
hace falta valor, porque a veces tiemblan las piernas
y la sonrisa huye de los labios apretados.
Bastaría, empero, un minuto, un segundo,
el instante de un instante, y todo quería
cumplido, como en el poema.
VII
Nuestra como la saliva de cobre que tragamos,
hay que hacerla: esa sola, no más, esa palabra.
VIII
Sólo que antes es necesario liberarse del miedo.
Primera llamada
A María Paloma
I
¿Cómo decir a todos aquellos que hablan
de su propia vejez, de parajes tranquilos
de árboles y viento y soledad
todavía,
que su pulso ya late con retraso?
Niña que tu amor nos cobije.
Lámpara como copa o como fuente
sea tu corazón:
alumbra el camino del hombre
y el de la justicia. Calma esta sed
que todos padecemos.
Regálanos tu amor, tu deseo de vivir,
tu estatura pequeña, o tu corazón
lleno de miedo.
Tu dolor del mundo.
II
Álzate, niña:
demuestra que no sólo estás viva.
Que tienes esperanza o que darás la vida
por lograrla.
Abre los ojos.
La hora de combatir ha llegado.
Por ti, que estás viva; por mí, que casi lo estuve;
por todos los que apenas vivieron,
por todo los que no han tenido esperanza.
III
No importa la primavera, por espléndida
que sea, ni la juventud, ni el amor, ni los pájaros
cantando entre las ramas, y cruzando el pantano
sin mancharse:
por lo pronto
merece quedar maldito el que pudiendo
estar con sus mejores versos
acechando, con sus mejores armas,
aún está cantando y no gimiendo,
aún está gimiendo y no llorando,
aún está llorando y no muriendo.
Y aquel que aún muriendo está callando.
Testamento único
I
Algo sombrío y aleccionador me ha sucedido:
me detuve en seco y a media calle y pensé:
“¿Y si cayera muerto? ¿y si no pudiera
llegar de nuevo a casa?”,
y me encontré poniendo un poco de orden en mi vida.
Me quedan muchos versos por enmendar y poemas
enteros todavía por escribir; personas
a quienes debo expresar mi grave resentimiento
por el mal recibido de sus manos.
Debo hablar con mis hijos,
porque si al hombre le fueron concedidos los sueños
también, para realizarlos, le fueron otorgados
los hijos.
II
Juan, María Paloma, escuchen:
es mi voluntad que nunca pierdan el brillo
agresivo de sus ojos; es mi voluntad
que permanezcan siempre limpios de egoísmo
que el corazón de ambos no sea sino la casa
de la amistad, del bien y de la compañía;
es mi voluntad, puesto que ninguna otra cosa
puedo dejarles, que luchen, y que sus obras
no sean más que la medida de su generosidad.
Que amen, si ello es necesario, hasta el exterminio.
III
Es mi voluntad que luchen con sus mejores puños,
que amen el propio sacrificio, si conduce
a lo que es justo para todos.
Que griten y pelen, hasta derrumbar el cerco.
IV
Juan, María Paloma, mis hijos muy queridos:
que la libertad sea con ustedes.
Del libro Atentamente (1977)
Deseo
Si sueñas que te acaricio,
tu sueño,
será casi tan bello como el mío.
Frío
Cuando abandonas la cama
algo como la muerte
se mete
entre las sábanas.
Aurora
Cuando la gente no habla de amor,
¿de qué habla?
Dolor
Quien haya perdido un hijo
llamado perro,
que venga a llorar conmigo.
Atardecer
Soy un niño
que se arrulla a sí mismo…
Atentamente
Poco a poco
se apagan las luces que iluminaban
mi camino:
voy quedándome ciego, o la noche
ha llegado;
tampoco escucho, ya más, las pisadas
de los que caminaban adelante
ni de aquello que iban a mi lado
o de aquellos que venían detrás:
estoy solo,
voy quedándome solo entre la sombra,
por el duro, y sordo, ciego camino.
He vivido, lo sé, a pierna suelta
y a mandíbula batiente,
pero ahora es de noche y llueve
y creo que hay urracas frente a mi ventana
(ojalá no sean zopilotes, pues no es lo mismo
un presagio de mala suerte
que esperar, sentado, ser comido por la muerte).
Ahora es de noche, y llueve
-siempre pensé que la noche se hizo para lluvia
o la lluvia para caer de noche-,
y mi corazón se arruga y se estremece
porque alguien me envía una pregunta insólita:
¿cuál de mis conocidos, de mis compañeros
de mis amigos
de mis amados pariente
está muriendo ahora?
II
¿Seré yo mismo
a la mitad, apenas, de mi siglo?
III
Me aflijo,
me acongojo,
pero también doy gracias a la lluvia
y gracias a la noche:
me han puesto sobre aviso, porque comprendo ahora
que moriré.
IV
(Este poeta que murió de noche
quiere que lo lleven a pasear en coche.)
V
El mundo también es silencioso. Quieto. Inmóvil.
Las horas transcurren, más bien, sin sobresaltos,
igual que allá, y lo mismo que allá
llegan las lluvias y se van, la noche
viene y va. Tal vez lejos de aquí
me sienta inmune a todo mal. Ahora me atormenta la idea
de que tiembla la Tierra
o de que los ríos se desborden
o de que alguien –para su bien o por mal-
nazca o muera o se enamore.
Tal vez resulte lógico ligar
la noche con la muerte, más la lluvia,
¿por qué?
VI
(Este poeta que murió de día
quiere que lo lleven a la nevería.)
VII
La lluvia, en fin, es la casa sobre la casa,
otra casa, viva, musical, absorbente,
translúcida: una mujer infinita
que cae y cae y cae y que me arropa.
La lluvia, en fin, es toda una lección
de solidaridad, pues, ¿has visto, alguna vez,
una gota de lluvia solitaria?
La lluvia, en fin, me alegra,
pero me entristece, mas me vuelve feliz
y desgraciado.
Y me vuelve envidioso: ¿quién pudiera
dar y quitar la vida, como ella?
VIII
(Este poeta que murió en la tarde
quiere que le lean a López Velarde)
IX
Nunca supe nadar, por miedo al agua
de las albercas, de los mares, los mares océanos,
pero amo el agua de la lluvia.
X
Mi corazón también se ameritó en la noche,
pero lavó en la lluvia sus pecados.
Y aquí,
atentamente,
me despido de ustedes,
hombre, niños y mujeres…
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