De Julieta y el recuerdo roto

A. Maldonado

El ser creador de un estilo condensado (y bien reiterado) a través de años de continua exposición puede ser un arma de doble filo. Un público impaciente de resultar complacido, vuelve a llenar las salas con un esquema referencial construido por el mismo artista mitificado.

De Escapada (Alice Munro, Premio Nobel de literatura 2014) se dan a la fuga Destino, Pronto y Silencio para ver el renacer de Pedro Almodóvar tras los enormes tropezones que fueron La piel que habito, y después unos poco aterrizados Amantes pasajeros. Julieta es el retorno del hijo pródigo que el melodrama extrañaba con el alma.

Del estupor que surge el encuentro con Bea (Michelle Jenner/Sara Jiménez), pieza esencial del rompecabezas y anuncio de la demencia de Antía (Priscilla Delgado/Blanca Parés) , hija inaccesible y desaparecida por decisión, Julieta entabla una conversación consigo misma en búsqueda de las respuestas que al parecer, llevaban algún tiempo en tinieblas.

Julieta es un personaje dividido en dos. De la primera ( Adriana Ugarte ), la del   recuerdo y el dolor, obtenemos el deleite de la juventud y el nacimiento de las culpas. De la segunda (Ema Suarez), la confusión de llegar a la madurez sin antes haberse enterado.

De Julieta nace un pasaje Felliniano, a través de toda dama que Almodóvar ha construido en este su andar por el quehacer cinematográfico. La mujer quebrantada, reiterada y renacida a partir del suceso devastador; nuestra Julieta, la mujer de la que nace la duda. Antía; de la viene un error que resulta letal, Ava (Inma Cuesta) y aquella llena de furia, Marian (Rossy de Palma). Féminas con la fortaleza de una historia de vida concentrada en la pérdida, convergen en la vida de una Julieta esclava de sus culpas y viviendo al son que sus desgastados ánimos le dejan vivir.

Tras la pérdida de un Xoan (Daniel Grao) no practicante de la monogamia, Julieta y Antía, madre e hija (misteriosamente unidas) huyen a Madrid, construyendo una barrera emocional que les permitan superar la muerte de un adorado padre y esposo.

Cuando la edad de la partida es pertinente, Antía acude al culto rompehogares de la primera juventud, que la hace sucumbir ante una extraña religión donde es incitada a la total incomunicación en búsqueda del yo.

Julieta es una pieza de omisión y tentación. Rompe completamente el mito glorificador alrededor del fiel y siempre constante amor a la madre (siempre sacrificada, siempre inmaculada). Abstracción de un daño irreversible con un coraje de doble vía , que no logra encontrar la paz pero tampoco un nuevo encuentro. Julieta entonces torna en un relato acerca del rencor acumulado. De lo pocas respuestas que llegan a nosotros viene el odio y el deseo de castigar.

Melodrama en su máximo esplendor más no sobreexplotado. Julieta joven y Julieta mayor en simbiosis emocional, viviendo alienantes entre el cariño mientras alimentan el rencor.

Visualmente, Julieta es un filme que “respira” en son del drama , y refleja en su construcción el enlace no lineal de situaciones. Del color deviene la emoción y todo aquello que es tangible (a cargo de Antxón Gómez) y que se encuentra astutamente condensado, para crear así con delicadeza y suma cautela espacios reveladores de un misterio no resuelto.

De Julieta encontramos la satisfacción por la realización de un relato bien contado. Una duda que nos deja insatisfechos, al no haber realmente una respuesta tangible al misterio relatado.Del guión resolvemos un Almodóvar inmerso en un diálogo que le es conocido y un tanto ostentoso en mostrarse dolido, sin embargo resulta exitoso en la suma de las partes.

Julieta, un proyecto de redención, viene a contar una historia con más emoción que complejidad- Deviene del recuerdo, pero de igual forma deviene de los deseos.