Para Almendra González
Viajar es un cambio de piel. Es el acto performático por excelencia, acontecimiento que tuerce el espacio-tiempo, cambio cuyas huellas perduran en el cuerpo a manera de ajuste, adaptación, equilibrio a consecuencia de un súbito caos. Mucho más que un escueto desplazamiento, se trata de una constatación de la quietud; el reconocimiento por contraste de las cosas que no se mueven, de lo que permanece inmutable en el interior. Lo que tengo y lo que soy viajan conmigo de forma inexorable.