Sólo el segundo día pudo detenerse a pensar en el contenido que podría esconderse tras algunos títulos. Leyó: El estreno, Las ideas puras, Andanzas del impresor Zollinger, El estupor y la maravilla…Y luego: El niño que jugaba con la luna, El canto del pájaro, El peregrino ruso… Leía un título y cerraba los ojos. Dado que todavía no le era dado realizar su sueño (leer), lo ensoñaba.
Pablo d’Ors
El sendero de los pinos plateados
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Tañidos con sabor a pan