Una luz impone su presencia en el centro del escenario. Hay un desconocido. La luz apenas se derrama sobre su cara. En sus manos tiene un tambor, símbolo del latido, símbolo de vida. En los segundos siguientes muestra sus rasgos más humanos: duda, incertidumbre, sosiego. Comienza a tocar en intervalos de un segundo aproximadamente. Poco a poco entran otrxs desconocidxs, navegando a través de la misma sombra, guiados por la misma luz. Toman un lugar en el escenario. Caminan, corren, recorren el espacio en una trayectoria indeterminada. Unx habla, otrx contesta; son entidades tejiendo sus voces, entrelazando existencias, nombrando acciones cotidianas. Parecen dueñxs de su propia voz. Tal vez todxs son la misma voz, pero no lo saben. Para ellxs el tiempo es eterno o tan sólo un instante. Sus experiencias convergen, se hacen una y, finalmente, desaparecen.
Etiqueta: Tiempo
Se nos va el tiempo
Fotografía de Sarah Cruz
Vuela el tiempo de corrida, y tras él va nuestra vida.
Refrán popular
El mundo era una materia que habíamos domesticado, un animal tierno y engañoso que nos susurraba que todo lo que imaginábamos, todo lo que los libros habían encendido en nosotros, sería posible.
Leila Guerriero
“Se nos va el tiempo”, me dijo una señora hace unos días. Yo iba de regreso a casa en camión: tres de la tarde, tráfico, hora pico, lluvia y calor al mismo tiempo. Leía el último libro de la saga Dos amigas de Elena Ferrante. La señora se subió un par de paradas después de la mía y luego se sentó a mi lado. Noté de reojo que volteaba de vez en cuando a las páginas del libro. No me molestó. Al contrario: me imaginaba cuál sería su impresión de lo poco que alcanzaba a rescatar con su lectura de soslayo. Por momentos perdía el hilo de los párrafos intentando colocarme en su posición. ¿De qué se imaginará que va el libro? ¿Qué impresión le dará tal o cual frase? Luego regresaba absorta a la historia que me hacía ignorar todo lo que ocurría fuera del camión y fuera de mi asiento. Cuando llegamos al destino, la señora se levantó para salir del camión. Yo iba detrás de ella, con el libro en la mano y mi dedo como separador. A punto de bajar, se da la vuelta, sonríe, dirige ligeramente la mirada hacia el libro y me dice: “se nos va el tiempo, ¿verdad?”.