No sé qué pasó…
Estabas debajo de mí, disfrutando el roce de mi lengua en tu cuello, con esa expresión en el rostro digna de ser esculpida en un templo hindú. Abriste tus muslos y me invitaste a entrar.
No sé qué pasó…
Estabas debajo de mí, disfrutando el roce de mi lengua en tu cuello, con esa expresión en el rostro digna de ser esculpida en un templo hindú. Abriste tus muslos y me invitaste a entrar.
Súcubo Nunca se sabe la noche el instante en que se oyó el silbo sepia de la serpiente tacto cuchillo del aire en los ramajes estridente como el frío lascivo […]