Es para mí un misterio por dónde merodea el corazón cuando uno se enamora. El cuerpo se va por su camino, continúa la rutina; pero el corazón, nos lleva de la mano por un sinfín de paisajes, cada uno más hermoso que el anterior. Playas, en las que admiramos la inmensidad, bosques y jardines donde nos dejamos llevar por la tenue danza de vivir que las flores nos recuerdan. A veces y con suerte, uno habrá sido guiado por su corazón al río, donde sentado se encontrará con un bastón de eucalipto y un amplio sombrero de palma; sin embargo, al mirar al río no saldrá un viejo, sino un niño, o al menos eso le dirán los ojos rodeados de pobladas cejas canosas: un pequeño niño que salió de su casa. Si uno se aventura, en este merodear del corazón, a caminar al lado de este niño en cuerpo de viejo, Harry Partch, escuchará con su voz grave y permanentemente melodiosa, una música sincera en su compasión por el que ama.